El derroche emotivo y Valverde
Wiggins considera el Tour ganado y el Movistar y el murciano dejan su sello en la carrera
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
Del Movistar quedaban a mitad de Tour seis cojos, tristes y desmotivados corredores que todas las noches, despu¨¦s de que Jes¨²s Hoyos, el m¨¦dico, les curara las heridas y cambiara sus vendajes, arrancaban una hoja del libro de ruta, suspiraban y dec¨ªan, un d¨ªa menos. Por las ma?anas, Arrieta y Ledanois, los directores, intentaban insuflar vida en sus venas, darles motivos para sentirse plenos, felices: ciclistas corriendo el Tour, ?se puede pedir algo m¨¢s a la vida? Y d¨ªa tras d¨ªa, por la tarde, terminada la etapa, regresaban al autob¨²s, la cabeza baja, mineros para los que un d¨ªa menos de vida es un d¨ªa menos de sufrimiento, no una oportunidad perdida.
Pero como muchas veces, en las peores condiciones nacen las mejores demostraciones. Como ayer, en la ¨²ltima oportunidad de regeneraci¨®n, de conquista moral, en la que el equipo de los cojos desmotivados dio un ejemplo de trabajo colectivo y de t¨¢ctica afinada coronado por el rematador de siempre, Alejandro Valverde, quien hizo la escapada solitaria m¨¢s larga de su vida para terminar ganando en Peyragudes a los siete meses de haber regresado al pelot¨®n tras la sanci¨®n por la Operaci¨®n Puerto. La tercera victoria en un Tour para el murciano, que cambia por fin el tono gris que le persigue desde marzo.
¡°Fue una victoria contra todo y contra todos¡±, dijo el jefe del Movistar, Eusebio Unzue, quien se refer¨ªa a que mientras todas las dem¨¢s fugas masivas del a?o hab¨ªan gozado de hasta 20 minutos de margen para manejarse, ellos no pasaron en todo el d¨ªa de dos minutos y medio, tanto apetito hab¨ªa en el pelot¨®n (Liquigas y Sky) por una victoria de prestigio. El Movistar coloc¨® a cuatro, a Cobo, Rub¨¦n Plaza, Rui Costa y Valverde, en la fuga masiva y su trabajo fue, puerto a puerto, curva a curva, dinamitar la resistencia, en Ment¨¦, en Ares, en Bal¨¨s, el puerto de la cadena de Andy Schleck, laderas desoladas, neblina, misterio, donde Rui Costa, el ¨²ltimo ayudante, acab¨® con los ¨²ltimos resistentes y lanz¨® a Valverde, quien vol¨®, sufri¨® (¡°pas¨¦ miedo en los ¨²ltimos kil¨®metros, pens¨¦ que me cog¨ªan¡±, dijo) y gan¨® con un pu?ado de segundos. Suficientes para gozar del placer de la victoria y echarse a llorar, abandonado a los sentimientos, nada m¨¢s cruzar la meta. Por detr¨¢s, la pareja del a?o, Chris y Brad, amenizaron a los seguidores con su show.
¡°Pas¨¦ miedo en los ¨²ltimos kil¨®metros, pens¨¦ que me cog¨ªan¡±, dijo el espa?ol
Como Anquetil, Wiggins ama los largos aburrimientos de las etapas de llanura, en verso de Paul Fournel, y como el normando, el ingl¨¦s sabe que la concentraci¨®n absoluta, absorbente, es la clave de un esfuerzo solitario victorioso. Por eso Wiggins hizo voto de renuncia a los placeres de las emociones, de amor por la frialdad. Por eso, para Wiggins, el Tour sin m¨¢s escaladores que su amordazado Froome ha sido en la pr¨¢ctica una contrarreloj individual de casi 4.000 kil¨®metros en los que la rueda delantera significaba un n¨²mero sin m¨¢s, un 20%, un 30% menos de esfuerzo. Por eso, Wiggins, como quien fuma en pipa, calmado, paciente, pl¨¢cido, ha disfrutado como nadie de la lentitud del d¨ªa. Ha ganado el Tour. Y cuando esa idea, ayer, a apenas cinco kil¨®metros de la cima del ¨²ltimo puerto del Tour, en Peyragudes, la m¨ªnima prolongaci¨®n del Peyresourde, le entr¨®, no se sabe c¨®mo en la cabeza Wiggins sinti¨® que algo no andaba como deb¨ªa. ¡°Me he dejado llevar por la emoci¨®n y ha sido una sensaci¨®n extra?a, un error¡±, dijo. ¡°No he disfrutado de la sensaci¨®n de ganar el Tour. ?Era esto?¡±.
Ser¨¢ el poder de la emoci¨®n, las l¨¢grimas de Valverde en la meta que lo mojaron todo, pero seguramente no, seguramente el Tour no era el esperpento, casi c¨®mico, rid¨ªculo, que organizaron mano a mano, los dos m¨¢s fuertes, Wiggins y Froome, y no por este orden, cuando comprobaron que Nibali no pod¨ªa resistir las aceleraciones de Pinot y Rolland, imparable. Decidieron entonces que quer¨ªan ganar la etapa con Froome pero que deb¨ªan entrar juntos. Y fue de risa: Froome, el segundo, acelerando y mirando para atr¨¢s y haciendo gestos a Wiggins, de amarillo, para que acelerara. Fue una confusi¨®n, un alarde, que manch¨® la inmaculada reputaci¨®n de Froome, el sacrificado, que oblig¨® otra vez a Wiggins a justificarse con todo el mundo, que benefici¨® a Valverde, quien ajeno a los debates intelectuales, a las normas abstractas, se dej¨® guiar, como toda la vida, como todo el a?o de su regreso, por el deseo, por el instinto del ganador.
Froome, el segundo, miraba atr¨¢s al l¨ªder, haci¨¦ndole gestos para que acelerara
Pr¨®logo: Las variaciones Cancellara
Primera etapa: Los domingos generosos
Segunda etapa: Contra la melancol¨ªa, Cavendish
Tercera etapa: La construcci¨®n del personaje Sagan
Cuarta etapa: ?Ser¨¢ Greipel el bos¨®n de Higgs?
Quinta etapa: Y una monta?a en San Quint¨ªn
Sexta etapa: Una guerra de guerrillas
S¨¦ptima etapa: El 'nuevo ciclismo' toma el poder
Octava etapa: Wiggins y sus 'enemigos'
Novena etapa: Wiggins, un Indurain muy locuaz
D¨¦cima etapa: Los maquis del Grand Colombier
Und¨¦cima etapa: Cuando el segundo es mejor que el primero
Duod¨¦cima etapa: Pedaleando en la luz
Decimotercera etapa: 14 de julio en S¨¨te con Wiggins
Decimocuarta etapa: Luis Le¨®n, la memoria gen¨¦tica y el instinto
Decimoquinta etapa: Una victoria sobre una garrapata
Decimosexta etapa: Wiggins, en su burbuja
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