Fanny Blankers-Koen: madre, dos hijos y cuatro medallas
La holandesa voladora, primera reina de los segundos Juegos londinenses, abiertos en 1948 en medio de la austeridad tras la II Guerra Mundial
Juan-Jos¨¦ Fern¨¢ndez ha escrito en directo para EL PA?S sobre 13 Juegos Ol¨ªmpicos, seis de verano, desde Los ?ngeles 84 hasta Atenas 2004, y siete de invierno, desde Sarajevo 84 a Tur¨ªn 2006.
Los terceros Juegos en Londres, que cerrar¨¢n la XXX Olimpiada de la Era Moderna, se abren en un nuevo y deslumbrante estadio ol¨ªmpico. Hay incluso otro Wembley construido sobre las cenizas de aquel austero escenario de la postguerra mundial al que accedi¨® el 29 de julio de 1948 John Mark, un joven atleta brit¨¢nico con m¨¢s popularidad que marcas en su prueba de 400 metros. Fue el afortunado elegido para hacer el ¨²ltimo relevo con una pesada antorcha ol¨ªmpica de magnesio en la cita del reencuentro. Toda una met¨¢fora discreta, bien diferente a la pol¨¦mica actual, de lo que iban a ser aquellos Juegos de la XIV Olimpiada. Apenas un recurso para salvar el largo, convulso y tr¨¢gico par¨¦ntesis desde Berl¨ªn, en 1936. Un tr¨¢mite para dar paso a la magn¨ªfica cita de Helsinki, en 1952. Pero en medio de todo, cuando las mujeres a¨²n luchaban por buscarse su justo sitio, una madre holandesa de 30 a?os, con dos hijos, surgi¨® como la gran hero¨ªna. La atleta Francina ¡°Fanny¡± Blankers-Koen, la hija de un granjero. La ¡°holandesa voladora¡±, alta y algo desgarbada, gan¨® cuatro de las nueve pruebas de atletismo que se disputaron hace ya 64 a?os.
Cuarenta a?os m¨¢s tarde de los Juegos de 1908 y dos grandes guerras despu¨¦s, Londres volvi¨® al rescate. Con todo el m¨¦rito de hacerlo a¨²n herida y con racionamientos tras la terrible segunda gran confrontaci¨®n. Pero el orgullo brit¨¢nico sigui¨® imparable. Su capital era una doble sustituta esta vez. Tokio hab¨ªa sido elegida para los Juegos de 1940, pero renunci¨® en 1937 por la guerra chino-japonesa. Fue reemplazada por Helsinki y dos meses despu¨¦s muri¨® Coubertin. El bar¨®n ya no vivi¨® los dur¨ªsimos a?os siguientes. El olimpismo volvi¨® a peligrar justamente despu¨¦s de los grandiosos Juegos de Berl¨ªn. Del todo a la nada por el nazismo. En 1939, apenas tres meses antes de estallar la II Guerra Mundial, el COI eligi¨® a Londres para la siguiente edici¨®n de 1944. Pero ninguna de las dos pudieron celebrarse.
S¨®lo en 1945, tras finalizar el gran conflicto b¨¦lico, Londres fue confirmada para los Juegos de la XIV Olimpiada. Pero las desaparecidas XII y XIII se llevaron para siempre grandes nombres que hubieran podido brillar en las pistas. Desde muertos, como el invencible atleta alem¨¢n de 800 metros Rudolf Harbig, ca¨ªdo en el frente ruso, a inelegibles, como el estadounidense pionero de la p¨¦rtiga de bamb¨², Cornelius Warmerdam, que tuvo que ganarse la vida como entrenador. El hombre que lleg¨® saltar 4,77 metros con unas garrochas tan dif¨ªciles de doblar, y salt¨® m¨¢s de 40 veces por encima de 4,57, rompi¨® las reglas del r¨ªgido amateurismo. Entre las armas y la hipocres¨ªa aristocr¨¢tica lo finiquitaron.
La ¡°holandesa voladora¡±, alta y algo desgarbada, gan¨® cuatro de las nueve pruebas de atletismo que se disputaron hace ya 64 a?os
Karoly Takacs, en cambio, sargento del ej¨¦rcito h¨²ngaro, s¨ª pudo ganar el oro en tiro, pistola de velocidad a 25 metros, que repetir¨ªa incluso en 1952. Su guerra empez¨® antes. En 1938 le estall¨® una granada durante unas maniobras y le destroz¨® la mano derecha. Se empez¨® a entrenar con la mano izquierda y se convirti¨® en uno de los casos m¨¢s admirables de readaptaci¨®n en la ¨¦lite. En 1939, inmediatamente antes de la guerra, ya fue campe¨®n nacional y del mundo. S¨®lo tuvo que sobrevivir.
S¨®lo dos deportistas pudieron repetir el oro de Berl¨ªn. En florete, y ya con 41 a?os, la h¨²ngara Ilona Elek, la primera gran estrella de la esgrima; y en pirag¨¹ismo el checo de C-2 (canoa canadiense) sobre 1.000 metros Jan Brzak. Fue un milagro, porque todas las marcas se resintieron y hasta hubo errores de organizaci¨®n. Alemania y Jap¨®n, castigados como perdedores, no participaron. Italia s¨ª fue perdonada, pero la URSS, pese a ser ganadora, esperar¨ªa con su misterio particular hasta 1952. Aun as¨ª, las cifras de participaci¨®n fueron de r¨¦cord. Hab¨ªa fiebre de paz. Hubo m¨¢s de 4.000 participantes, 355 de ellos ya mujeres, y 59 pa¨ªses. Los barracones de un campamento militar en Richmond fueron la Villa Ol¨ªmpica. No hab¨ªa m¨¢s. A diferencia de 1908, en que el Reino Unido casi triplic¨® en medallas a Estados Unidos, los norteamericanos ganaron sin rivales esta vez a una Europa hundida.
Individualmente, sin embargo, Fanny Blankers-Koen, que tambi¨¦n hab¨ªa participado en Berl¨ªn a los 18 a?os, pero sin ganar medallas, fue la gran estrella a los 30, ya con dos hijos. La primera gran reina de unos Juegos. Logr¨® los cuatro oros en 100, 200, 4 x 100 metros y 80 metros vallas. Y podr¨ªa haber ganado m¨¢s, pero era el m¨¢ximo de pruebas en que le permit¨ªan participar las reglas de entonces. Se disputaron nueve y gan¨® casi la mitad. Ten¨ªa los r¨¦cords del mundo en seis. Adem¨¢s de los tres individuales en las que gan¨®, tambi¨¦n en salto de altura, longitud y pentatl¨®n. Bati¨® 20 en toda su carrera que fue partida por la guerra. Muri¨® en 2004, a los 85 a?os. En 1999 fue elegida por la Federaci¨®n Internacional de Atletismo, junto a Carl Lewis, la mejor atleta del siglo XX. Era la hija de un granjero, cambi¨® la nataci¨®n por el atletismo y nunca perdi¨® la modestia.
En 1999 fue elegida por la Federaci¨®n Internacional de Atletismo, junto a Carl Lewis, la mejor atleta del siglo XX
En hombres, el checo Emil Zatopek, el legendario fondista de los gestos torturados (la ¨²ltima gran brit¨¢nica Paula Radcliffe lo ha hecho recordar), anunci¨® ya su escabechina finlandesa de 1952. Oro en los 10.000 metros, pero s¨®lo plata en los 5.000. ¡°La locomotora humana¡± comparti¨® gloria en los Juegos con el espigado jamaicano Arthur Wint, oro en 400 y plata en 800, un precursor del cubano Alberto Juantorena, doble ganador en Montreal 1976.
Pero tal vez lo m¨¢s asombroso fue que un jovencito estadounidense de 17 a?os, Bob Mathias, logr¨® la haza?a de ganar el decatl¨®n a los cuatro meses de haber empezado a practicar las 10 pruebas del atleta completo. De su versatilidad da fe que era un destacado jugador de baloncesto y de f¨²tbol americano. Muy seguro y regular en todas las pruebas, eso le salv¨® hasta de su inexperiencia. Tanta, que le llegaron a anular una vez un lanzamiento de peso al salir del c¨ªrculo por delante. Nadie le hab¨ªa dicho que no se pod¨ªa. Pero el joven, que caus¨® furor entre las damas londinenses, promet¨ªa. En Helsinki se convertir¨ªa en el primer decatloniano de la historia con dos t¨ªtulos ol¨ªmpicos consecutivos.
Bob Mathias, de 17 a?os, logr¨® ganar el decatl¨®n a los cuatro meses de haber empezado a practicar las 10 pruebas del atleta completo
Mathias era blanco, como Melvin Patton, el ¨²nico de ese color en el relevo de 4 x 100 metros, que tambi¨¦n vivi¨® otro esc¨¢ndalo anglo-estadounidense, como en 1908. Fue descalificado el equipo de Estados Unidos tras ganar con una enorme facilidad, 40,6s por 41,3s, al Reino Unido. Seg¨²n un juez, el primer relevo se hab¨ªa hecho fuera de la zona. Tres d¨ªas despu¨¦s, nada menos, los estadounidenses ganaron su apelaci¨®n al ver la pel¨ªcula de la carrera y los brit¨¢nicos tuvieron que devolver las medallas de oro que se hab¨ªan colgado en el podio.
Los triunfos atl¨¦ticos en la velocidad ya empezaban a ser de mayor¨ªa negra, pero a¨²n eran otros tiempos. Patton, pese a estar mermado por una lesi¨®n, gan¨® los 200 metros. En los 100, donde s¨®lo fue quinto, se impuso, como en el relevo, Harrison Dillard, el hombre con 82 victorias consecutivas en los 110 metros vallas, pero eliminado en los ¡®trials¡¯ de su pa¨ªs al tropezar en la ¨²ltima valla. En Helsinki, cuatro a?os despu¨¦s, ya gan¨® el oro en su mejor prueba.
En Londres, donde el equipo espa?ol de h¨ªpica cerr¨® un ciclo glorioso con la medalla de plata en el concurso por equipos, tambi¨¦n hubo una curiosa repetici¨®n de lo ocurrido en 1908 al final del marat¨®n masculino. Volvi¨® el dramatismo, aunque con consolaci¨®n relativa final. Esta vez fue un antiguo paracaidista belga, Etienne Gailly, el que entr¨® destacado en la pista, pero tan perdido y agotado como Dorando Pietri 40 a?os antes. Nadie le ayud¨® esta vez y fue superado por el peque?o argentino Delfo Cabrera, oro hist¨®rico para su pa¨ªs, y por el brit¨¢nico Thomas Richards. Angustiosamente, Gailly casi aterriz¨® sin paraca¨ªdas en la meta. Justo para ganar el bronce.
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