La bailarina eterna
Latynina, cuyo r¨¦cord resisti¨® 48 a?os, invent¨® una forma de hacer gimnasia, m¨¢s preocupada por el arte
Larisa Latynina es una de las personas m¨¢s buscadas estos d¨ªas en Londres. Se sabe que se halla en la capital brit¨¢nica y todos quieren hablar con esta anciana ucrania de su gesta, de esas 18 medallas logradas en tres citas ol¨ªmpicas (Melbourne 1956, Roma 1960 y Tokio 1964) compitiendo con la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica y que se han mantenido como un r¨¦cord imposible durante casi medio siglo. Hasta ayer, cuando el nadador estadounidense Michael Phelps super¨® a esta hero¨ªna que ya tiene 77 a?os y marc¨® una era en la gimnasia.
¡°Creo que lo m¨¢s significativo de Latynina fue su habilidad para permanecer entre las mejores tanto tiempo¡±, dice la uzbeka Elvira Saadi, que represent¨® a la URSS en M¨²nich 1972 y Montreal 1976, cuando Latynina, ya retirada, tom¨® las riendas del equipo, y que ahora entrena en Canad¨¢; ¡°tienes que ser muy fuerte mentalmente para resistir la presi¨®n y cumplir con lo que se espera de ti¡±.
Hab¨ªa mucho m¨¢s que fortaleza en Latynina. Invent¨® una nueva forma de gimnasia, m¨¢s preocupada por el arte que por las acrobacias circenses, que, por otra parte, poco ten¨ªan que ver con las locuras de ahora. Ella quer¨ªa conmover al p¨²blico, emocionarlo, como la primera bailarina de un ballet cl¨¢sico. ¡°Me ense?¨® a amar la belleza de la gimnasia, la elegancia y la importancia de la gracia y el estilo¡±, dice con cari?o Saadi.
Todo eso era antes de la rumana Nadia Comaneci, ahora estadounidense; de las ni?as que todav¨ªa dominan la gimnasia. Latynina ven¨ªa del ballet y la m¨²sica y solo se decidi¨® por ese deporte a los 13 a?os. Naci¨® en Jers¨®n, un puerto del mar Negro, en los ¨²ltimos meses de 1934. La ciudad, entonces de unos 100.000 habitantes, acababa de superar la gran hambruna estalinista, que cont¨® por millones los muertos en la regi¨®n.
¡°Me ense?¨® a amar la belleza, la importancia de la gracia y del estilo¡±, dice la exgimnasta Saadi
El padre de Latynina muri¨® en la batalla de Stalingrado y su madre tambi¨¦n falleci¨® antes de que acabara la Segunda Guerra Mundial. El Estado sovi¨¦tico la rescat¨® y entreg¨® al deporte. Este se hab¨ªa convertido en un arma de propaganda para el r¨¦gimen comunista desde Helsinki 1952, la primera participaci¨®n ol¨ªmpica de la URSS. Y entre todos los deportistas destacaban esos gimnastas que hab¨ªan logrado 21 de las 22 medallas de oro del equipo en Finlandia.
Latynina cogi¨® el testigo de esos triunfos cuatro a?os despu¨¦s. En Melbourne 1956 logr¨® medalla en todas las pruebas gimn¨¢sticas y, m¨¢s m¨¦rito a¨²n, repiti¨® en los dos Juegos siguientes. En Australia, la gimnasta de pelo corto ondulado y sonrisa perenne logr¨® cuatro oros (por equipos, en el concurso general, en salto y en suelo), una plata y un bronce. El medallero se alargar¨ªa en Roma (tres oros, entre ellos otra vez el que la reconoc¨ªa como la reina de la gimnasia; dos platas y un bronce) y Tokio, donde repiti¨® el oro por equipos, pero cedi¨® el t¨ªtulo individual a la checa Vera Caslavska.
Mientras atesoraba ese incre¨ªble palmar¨¦s, Latynina segu¨ªa con su vida. Fue madre dos veces sin dejar de competir. Es conocida la an¨¦cdota de que estaba embarazada de cinco meses cuando disput¨® los Mundiales de 1958, que, por supuesto, gan¨®.
Todos esos triunfos tuvieron tambi¨¦n consecuencias pol¨ªticas. ¡°Larisa fue una hero¨ªna en la URSS¡±, recuerda Saadi; ¡°todos la respetaban y reconoc¨ªan sus logros¡±. Recibi¨® algunas prebendas por ello y se convirti¨® en una entusiasta del r¨¦gimen hasta su retirada, en 1966. Ten¨ªa 31 a?os y decidi¨® dar el salto al banquillo como seleccionadora sovi¨¦tica. Saadi, que la conoci¨® en esa ¨¦poca y mantiene el contacto con ella, la recuerda como una mujer ¡°de fuerte personalidad, humilde pero con mucha confianza en s¨ª misma y muy abierta¡±. Y cuenta una an¨¦cdota: ¡°Siempre que pienso en ella me acuerdo de una vez que cant¨® delante de todos en una cena. Aunque no hab¨ªa m¨²sica, lo hizo muy segura de s¨ª y de forma muy bella. Me hizo darme cuenta del respeto que se ten¨ªa por mostrarse como era sin temer que la juzgaran¡±.
Latynina disfrut¨® tambi¨¦n del ¨¦xito como entrenadora. ¡°Nunca olvidar¨¦ los Juegos de M¨²nich. Todas las gimnastas ¨¦ramos muy diferentes y choc¨¢bamos mucho. Me impresion¨® c¨®mo era capaz de comunicarse con cada una y sacar lo mejor¡±, a?ade. La URSS fue campeona por equipos y Liudmila Tur¨ªscheva se coron¨® como la mejor, aunque el p¨²blico se qued¨® con las l¨¢grimas desconsoladas de la peque?a Olga K¨®rbut.
Cuatro a?os despu¨¦s, la gimnasia sovi¨¦tica y Latynina con ella fueron humilladas por una ni?a rumana de solo 14 a?os. Los de Montreal 1976 fueron los Juegos de Comaneci y, aunque la URSS volvi¨® a ganar por equipos, llovieron las cr¨ªticas para Latynina y los suyos. Fue destituida. ¡°Me llamaron anticuada¡±, recordaba la gran Latynina de ese momento gris en un documental de televisi¨®n hace unos a?os; ¡°dimit¨ª. Entonces comprend¨ª lo equivocada que estaba. Cre¨ª en el sistema y lo defend¨ª. ¡®Crean en el sistema¡¯, les dec¨ªa a los j¨®venes. Al final, mi trabajo y mis creencias me dejaron sin nada¡±.
Latynina vive ahora en el campo, a las afueras de Mosc¨². Pero ha venido a Londres (su hija vive en Inglaterra desde hace a?os) a recibir pleites¨ªa y qui¨¦n sabe si a entregar a Phelps la medalla que cierra su p¨¢gina ol¨ªmpica, la de una de las mejores deportistas de la historia.
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