¡®Don Gil de las calzas verdes¡¯: actrices ¡®ambidiestras¡¯ para un gal¨¢n ¡°hermafrodita¡±

Hubo en el Sigo de Oro actrices ambidiestras, tan buenas desempe?ando papeles de dama como de gal¨¢n. Entre ellas figura B¨¢rbara Coronel, ¡°mujer casi hombre y amazona de las farsantas¡±, como se la llam¨®. El disfraz masculino, con el pantal¨®n y la media ajustados, marcando las formas de las actrices, cumplieron durante el Barroco una funci¨®n equivalente a la que tendr¨ªa el destape en los a?os de la Transici¨®n Democr¨¢tica. Tirso teji¨® sendas comedias con protagonista travestido: La mujer por fuerza y Don Gil de las calzas verdes, reci¨¦n reestrenada por la Joven Compa?¨ªa de Teatro Cl¨¢sico, con direcci¨®n de Sarah Kane.

El fraile mercedario compuso tambi¨¦n una obra de travestismo masculino, El Aquiles, donde el h¨¦roe, con ropas de dama, resulta irresistible para varones y hembras. En estas y otras cuantas comedias entretenidas, nuestros cl¨¢sicos aprovecharon lo equ¨ªvoco de las situaciones para poner sobre la mesa asuntos como la identidad sexual, los papeles estereotipados que desempe?an hembras y varones, y la delimitaci¨®n de los g¨¦neros.

Porque forma parte del canon aurisecular, el Don Gil lo pusieron en escena tanto Adolfo Marsillach, fundador de la CNTC, como Eduardo Vasco, su continuador en la segunda ¨¦poca de la compa?¨ªa. Do?a Juana, protagonista de la comedia, ante el desd¨¦n de su veleidoso prometido, se jura a s¨ª misma que restablecer¨¢ la armon¨ªa anterior, aunque para ello deba volverse m¨¢s tramposa y manipuladora que ¨¦l: al desleal hay que vencerle usando sus propios medios, es la moraleja que Tirso desliza. Para lograr su fin, Juana adopta dos identidades nuevas, sin perder la suya: es Don Gil para seducir a Do?a In¨¦s, su rival; pero tambi¨¦n es Elvira, vecina en la que In¨¦s conf¨ªa. Y bajo sus tres identidades, dicta, enreda y se admira de la facilidad de su ¨¦xito.

El Don Gil que dirige Sarah Kane (no confundir con la malograda autora hom¨®nima) empieza con una escena calma: la Do?a Juana de Ania Hern¨¢ndez, poniendo en antecedentes al abnegado Quintana, su c¨®mplice, de Antonio Hern¨¢ndez Fimia. Enseguida llega la primera sorpresa: en su encuentro con la protagonista, al donoso Caramanchel de Xavi Caudevilla no le da la r¨¦plica Hern¨¢ndez, sino Cristina Mar¨ªn-Mir¨® (Don Gil), porque Kane ha dividido las tres identidades de Juana entre otras tantas actrices, para que las cinco que integran la compa?¨ªa tengan buenos papeles todas, pues en la obra original solo aparecen tres mujeres. Se pierden as¨ª las ocasiones de lucimiento camale¨®nico que Tirso le brinda a la protagonista: a cambio, cuando sus tres int¨¦rpretes se alinean, al p¨²blico le queda patente esa recreaci¨®n profana de la Sant¨ªsima Trinidad que es Do?a Juana.

No menos sorprendente resulta la irrupci¨®n de Do?a In¨¦s y Don Juan, convertidos en sendos trasuntos de Colombina y de Pulcinella, personajes de la antigua farsa napolitana, a los que Miriam Queba y Felipe Mu?oz les imprimen diestramente una gestualidad extremada. Salvo en sus primeros compases, Kane lleva la partitura de Tirso a ritmo de farsa: el texto lo admite, pero hay momentos de la comedia que ganar¨ªan de ser interpretados con verosimilitud, para producir un sano contraste entre bromas y veras; tambi¨¦n porque no todos los personajes se prestan a conducirse como mu?ecos. Solo ese tercio de la protagonista que es la Do?a Juana de Ania Hern¨¢ndez est¨¢ interpretada en un tono f¨ªsico y espiritual diferenciado del resto del reparto: su personaje sobrevuela a los dem¨¢s como lo har¨ªa un esp¨ªritu o un fuego de San Telmo. Se agradece tal excepci¨®n. Quiz¨¢ por su desconocimiento de la lengua y del teatro aurisecular la directora no haya podido profundizar m¨¢s, pero la funci¨®n se deja ver y crecer¨¢ conforme los actores la vayan haciendo suya.