¡®Seve Olaz¨¢bal¡¯, en la gloria
El capit¨¢n del equipo europeo recibe el reconocimiento un¨¢nime tras ganar a Estados Unidos
Cuentan quienes estuvieron all¨ª en la tarde m¨¢gica del domingo que los rugidos se aplacaban s¨²bitamente al llegar al hoyo 16, como si se hubiera producido un apag¨®n en las gargantas de los 40.000 hooligans que, de rojo, animaban a los estadounidenses e insultaban a los azules europeos. Pero, precisan los testigos, la causa del silencio tan profundo que aquello parec¨ªa La Maestranza en tarde de faena no era un apag¨®n, sino Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal o Seve Olaz¨¢bal, como se le podr¨ªa llamar desde entonces hasta siempre. Desde la victoria contra toda esperanza de Europa sobre Estados Unidos en la 39? Copa Ryder, en campo contrario, en el muy ruidoso salvo al final de Medinah, junto a Chicago, hasta la eternidad: el esp¨ªritu indomable y combativo de Seve Ballesteros, encarnado en el cuerpo y el alma de su gran disc¨ªpulo.
Olaz¨¢bal estaba all¨¢, sentado en su buggy, aparcado en el green del 15, con su inseparable Sergio G¨®mez, un buda aut¨¦ntico como mascar¨®n de proa, un consejero espiritual y estrat¨¦gico. Y, cuando pasaban por all¨ª, por su banquillo, sus jugadores, les miraba a los ojos, les inflamaba, les convenc¨ªa de que iban a machacar al rival. Y as¨ª ocurri¨®. Quienes iban ganando confirmaban su victoria. Quienes iban perdiendo remontaban en los tres ¨²ltimos hoyos. Y los norteamericanos temblaban. Tambi¨¦n Tiger Woods. Y se callaban. De ah¨ª, el silencio.
Dec¨ªa Olaz¨¢bal, recogiendo una frase que pasa de capit¨¢n a capit¨¢n, que cuando un equipo pierde es culpa del capit¨¢n, pero que cuando gana son los jugadores los que consiguen la victoria. Para su pasmo y su modestia, sin embargo, el golfista de Hondarribia (1966) ha descubierto en Chicago que, si la primera parte del aserto es verdadera ¡ªbien que lo not¨® los dos primeros d¨ªas, hasta la tarde del s¨¢bado, cuando su equipo lleg¨® a ir perdiendo por 10-4, sin¨®nimo de una goleada infame que salvaron al final Ian Poulter y Luke Donald para acabar la jornada en 10-6 y un mill¨®n de esperanzas¡ª, la segunda es absolutamente falsa. Gan¨® Europa (14,5-13,5) y gan¨® Olaz¨¢bal. Sus jugadores se lo hicieron saber.
Si alguien merece esta victoria, ese es Olaz¨¢bal¡± Sergio Garc¨ªa
¡°Poulter merece un monumento¡±, dijo Olaz¨¢bal del ingl¨¦s que gan¨® los cuatro puntos que disput¨®, que lider¨® la reconquista en el campo con su mirada febril y su actitud encendida ¡ªsi hasta en el tee del uno el domingo anim¨® a las hordas de hooligans encervezados a que lo insultaran m¨¢s fuerte de lo que lo estaban haciendo¡ª, un ¨¢lter ego de Seve, pero los jugadores le respondieron la noche del domingo que quien merec¨ªa el monumento era ¨¦l en todo caso. En la celebraci¨®n, lo levantaron a hombros, casi todos con la bandera europea como bufanda, dando un uso a la ense?a de las estrellas m¨¢s all¨¢ que el de decorar edificios en Bruselas. Y hablaron. ¡°Si alguien merece esta victoria, ese es Olaz¨¢bal¡±, resumi¨® Sergio Garc¨ªa, que consigui¨® una victoria clave ante Jim Furyk.
Y Olaz¨¢bal, que goza de un respeto incre¨ªble en Estados Unidos, donde Jordan y Bush se acercan a saludarlo, un conocido de toda la vida, donde todos se callan cuando habla y alaban su educaci¨®n, su respeto, su memoria: en el discurso de la victoria no se olvid¨® de felicitar a todo el mundo, voluntarios, auxiliares, rivales... Y hasta cit¨® por su nombre al greenkeeper del campo, quiz¨¢s para no olvidar nunca que su padre, Gaspar, ha sido el greenkeeper del campo de Jaizkibel, donde ¨¦l naci¨®.
Hasta el domingo, Olaz¨¢bal, hombre que del golf admira m¨¢s que nada su liturgia, sus ritos, sus tradiciones, su etiqueta, los mitos que lo hacen diferente de los dem¨¢s deportes, valoraba como su mayor tesoro las dos chaquetas verdes del Masters de Augusta. Desde ayer, las chaquetas son algo m¨¢s. Lo primero es la Ryder que gan¨® como capit¨¢n, el lugar en el que la gloria es la ¨²nica recompensa.
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