Patrick Edlinger, el ¨¢ngel rubio de la escalada
El franc¨¦s mezcl¨® fuerza y est¨¦tica en su forma de trepar
Como una epidemia de origen desconocido, la muerte se est¨¢ llevando la vida de la escalada, o al menos los or¨ªgenes de lo que hoy conocemos como escalada deportiva. Primero se march¨® Wolfgang Gullich (en 1992), mucho despu¨¦s Patrick Berhault (2004), enseguida Kurt Albert (2010) y ahora (el pasado 16 de noviembre) Patrick Edlinger, El ?ngel Rubio, como se le conoc¨ªa en Francia, su pa¨ªs de origen.
Edlinger ten¨ªa 52 a?os. Llevaba 30 siendo una leyenda, una referencia ic¨®nica. No se sabe de qu¨¦ ha fallecido. O no se dice. O no se puede nombrar lo que algunos juzgan innombrable. Quiz¨¢ falleci¨® de muerte natural. Asegura el escritor Asselin, con el que estaba trabajando en su biograf¨ªa, que Edlinger ¡°sufr¨ªa de soledad¡±. Y esto lo dice casi todo: es un mal muy propio de los tiempos que corren.
A principios de los a?os ochenta, y recogiendo una filosof¨ªa reci¨¦n estrenada en Estados Unidos, Francia conoci¨® el epicentro de una revoluci¨®n. Con Edlinger, Destivelle, Berhault y Le Menestrel, entre otros, fuerza y est¨¦tica comulgaron para convertir el hecho simiesco de trepar por una pared en una suerte de arte. Ya no se trataba de alcanzar una cima, de subir por el hecho de hacerlo, de ganar altura a cualquier precio, de conquistar esto o aquello, sino de algo mucho m¨¢s limpio que se dio en llamarse forma de vida.
Edlinger, tan dotado para la escalada como h¨¢bil en la comunicaci¨®n, supo expresar mejor que nadie los fundamentos de su nueva religi¨®n: entrenamiento de la fuerza y la elasticidad al servicio del gesto, de la dificultad en la escalada, de la est¨¦tica de los movimientos que le permit¨ªan progresar en la vertical como si lo hiciese sobre una pista de baile. Justo entonces protagoniz¨® ¡ªhace ya 30 a?os¡ª el filme La vida en la punta de los dedos, as¨ª como ?pera vertical (tambi¨¦n un libro), ambas de Jean Paul Janssen: im¨¢genes y voz en off de Edlinger supusieron entonces una aut¨¦ntica descarga de autenticidad que inspir¨® a toda una generaci¨®n de escaladores. De hecho, Edlinger supuso un shock: ah¨ª ten¨ªamos a un tipo que sab¨ªa explicar sin titubeos por qu¨¦ escalaba, qu¨¦ persegu¨ªa al hacerlo en solo integral, sin cuerda, dejando el control de su existencia en la fuerza ejercida por la punta de sus dedos y en su capacidad de concentraci¨®n. Edlinger quer¨ªa conocerse para crecer y eligi¨® la escalada como veh¨ªculo, defendiendo de paso la simplicidad, el amor por la naturaleza y el placer del gesto como algo sublime.
Si Edlinger encaj¨® con mucha dificultad la p¨¦rdida de Janssen, la muerte de su amigo Berhault, al que conoci¨® con 17 a?os, supuso en su caso un tsunami emocional. A veces, invitado a dar una charla en alg¨²n festival de monta?a, trataba de eludir el compromiso aduciendo que ya nadie le conoc¨ªa. ?C¨®mo olvidarle? Hoy en d¨ªa, en t¨¦rminos filos¨®ficos, la escalada deportiva parece a¨²n anclada en los ochenta, por mucho que ahora proliferen actores capaces de elevar el list¨®n de la dificultad hasta l¨ªmites insospechados. Entonces, Edlinger puso el alma a una disciplina, la escalada, m¨¢s bien hueca. Desde ese momento, solo se le ha a?adido m¨²sculo.
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