?Tranquilo, se?or Fuentes? ¡°Yo s¨ª, ?y usted?¡±
La primera jornada del largo juicio dio lugar a 'respuestas eufemi¨¢nicas'
Si en su momento, entonces, cuando cientos de documentos de sus archivos empezaron a ver la luz p¨²blica, se acu?¨® el t¨¦rmino s¨¢nscrito eufemi¨¢nico para referirse al lenguaje de las anotaciones de Eufemiano Fuentes en los planes de dopaje de los diferentes deportistas, casi siete a?os y un d¨ªa m¨¢s tarde, la primera jornada del largo juicio de la Operaci¨®n Puerto, dio lugar a lo que se podr¨ªa denominar?respuestas eufemi¨¢nicas. Estas, las ofrecidas a la prensa arremolinada como un torbellino alrededor de su abrigo azul de pa?o y su bufanda a cuadros escocesa, pues ante los m¨²ltiples abogados a¨²n no ha tenido ocasi¨®n de hacerlo, consisten principalmente en repreguntas que descolocan al que pregunta.
Un par de di¨¢logos de muestra:
Antes de su llegada al juzgado de Juli¨¢n Camarillo (la calle madrile?a en que se ubican las salas de lo penal), antes de las 10 de la ma?ana:
¡ª?Tranquilo, se?or Fuentes?
¡ªYo, s¨ª. ?Y usted lo est¨¢?
A sus espaldas, abri¨¦ndose paso como puede en el c¨ªrculo que se cierra y le da la espalda, su hermana ignorada, Yolanda, tambi¨¦n m¨¦dica, tambi¨¦n acusada, pero m¨¢s impaciente y tensa, vocea: ¡°?Vaya gentuza!¡±. Los periodistas, claro.
Era el Fuentes plet¨®rico de sus grandes d¨ªas, el autoproclamado encantador de serpientes, pelo te?ido al negro, la mirada de siempre, esa que convence a cualquiera
Y, cuatro horas despu¨¦s, a la salida:
¡ª?Le puedo preguntar algo, se?or Fuentes?
¡ª?Se lo puedo preguntar yo? ?D¨®nde puedo coger un taxi?
Era el gran Fuentes, el Fuentes plet¨®rico de sus grandes d¨ªas, el autoproclamado encantador de serpientes, pelo te?ido al negro, la mirada de siempre, esa que convence a cualquiera ¡ªy Manolo Saiz, que no sale muy bien parado de sus escuchas, y que acab¨® a malas con ¨¦l, pese a todo, lo reconoce: ¡°No hay ninguno como ¨¦l, ninguno que coma el coco a la gente as¨ª, que enamore a los deportistas igual, es el mejor¡±¡ª, el dominio de la situaci¨®n: cualquier escena, independientemente de su voluntad, gira a su alrededor. Y hasta llega a acusarse que est¨¢ ah¨ª no porque sea el salvador del mundo, sino porque est¨¢ acusado de un delito contra la salud castigado con dos a?os de prisi¨®n y otros dos de inhabilitaci¨®n para ejercer como m¨¦dico.
Entre ambos momentos m¨ªnimos, m¨¢s de cuatro horas de nada en el vest¨ªbulo del edificio para las decenas de periodistas de medio mundo que esperaron, como personajes de Pla, pasajeros de un viaje frustrado, el show de la declaraci¨®n anunciada y finalmente retrasada, del hombre que lo sabe todo y que disfruta no diciendo nada. Y a su alrededor, mesmerizados por su aura, pendientes de cada uno de sus gestos, representantes de grandes medios, de Le Monde, de The Times, La Gazzetta, L¡¯?quipe...
Es el peque?o juego de su presunta importancia, siempre vigilado de cerca, y nadie lo puede olvidar dada su tremenda presencia, su mirada, sobre todo, por su madre, Josefina Rodr¨ªguez, que declara: ¡°Yo, por mi hijo, hasta el infierno¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.