El laberinto de los azules
La inscripci¨®n RSOC que aparece en los papeles de Fuentes regresa al juicio de manos de la defensa de Saiz Belda prosigue el planificado linchamiento del exciclista Jes¨²s Manzano
¡°Tengo derecho a mentir, a no decir la verdad, a callar¡±, dice a la prensa Eufemiano Fuentes, que no ha callado, por boca propia o ajena, desde que comenz¨® el juicio, ventr¨ªlocuo de su grupo.
Su grupo, cuatro de los acusados, cada vez m¨¢s ajenos al quinto, Manolo Saiz, lo forman su hermana Yolanda, Ignacio Labarta y Vicente Belda, y ya se han ganado el sobrenombre de los apestados, pues obedientemente, y a una se?al de su abogado, Juli¨¢n P¨¦rez Templado (aunque, la hermana Yolanda dispone nominalmente de otra letrada), concluyen sus deposiciones lamentando que todo el ruido medi¨¢tico de la Operaci¨®n Puerto les haya arruinado f¨ªsica y moralmente, dejado en el paro, acabado con su dignidad de personas. Con eso acaban todos, con eso y con la denostaci¨®n un¨¢nime de Jes¨²s Manzano, acusador particular y testigo ¨¦l mismo, ante la permisividad de la juez Julia Patricia Santamar¨ªa Matesanz.
Esta coordinaci¨®n natural deber¨ªa servir para probar que entre ellos hay un v¨ªnculo mayor que la amistad profunda o que la sangre, pero la acusaci¨®n necesita algo m¨¢s, necesita probar el v¨ªnculo econ¨®mico entre ellos, y hasta ahora ha patinado.
Ayer habl¨® Vicente Belda, el que fuera director del Kelme en sus ¨²ltimos a?os y despu¨¦s del Comunidad Valenciana. Fue el que, entre la niebla matinal que tanto tentaba a perderse para no recordar, regal¨® la met¨¢fora del ventr¨ªlocuo y sus mariachis. Lo hizo en un momento en que se sent¨ªa gracioso, como quien ri¨¦ndose de otro quiere que todos se r¨ªan con ¨¦l. ¡°Llam¨¢bamos Macario a Labarta¡±, dijo, aguant¨¢ndose la risa, ¡°porque es clavado al mu?eco ese de Jos¨¦ Luis¡±.
Tengo derecho a mentir, a no decir la verdad, a callar¡±, dice Fuentes, que no calla
Ah¨ª se acabaron las risas, las sigui¨® la habitual dosis de desmemoria ¡ªni siquiera recordaba, ¨¦l, que vive del ciclismo, si Bjarne Riis hab¨ªa ganado el Tour¡ª, y negaci¨®n ¡ªpobre Eufemiano, le niegan sus disc¨ªpulos m¨¢s veces que a Cristo los suyos¡ª sobre las relaciones de Fuentes con su equipo, el diario recuerdo de que la hija del ginec¨®logo canario sufri¨® c¨¢ncer y, llegado a su defensa, el tradicional linchamiento de Manzano.
Fue como si al levantarse la niebla en la calle, en la cabeza de Belda se levantara el velo que difuminaba su memoria, pues con una claridad meridiana empez¨® a recordar, como si hubieran ocurrido ayer mismo, maldades precisas del ciclista del Kelme que en 2004 denunci¨® en el diario As la podredumbre del ciclismo de los a?os oscuros. Belda habl¨® de vicios y de malas mujeres y de una pobre madre que, atribulada, le suplicaba para que no despidiera a su hijo y todos los viernes y lunes le llamaba para llorarle que se iba de juerga con El Chava (Jos¨¦ Mar¨ªa Jim¨¦nez, aquel ciclista que, como Marco Pantani, ambos clientes de Fuentes, acab¨® perdido en el mundo de la coca¨ªna y muerto) y desaparec¨ªa de su vista d¨ªas enteros. ¡°Le expulsamos del equipo en la Vuelta 2003¡±, dijo. Ese es el testigo de la acusaci¨®n, eso. Y Belda, y los suyos, tan feliz, y tan desamparado luego, pagando por sus vicios.
La abogada del Estado explot¨® las contradicciones del director del Liberty
Aunque Manolo Saiz, el ¨²ltimo acusado, tambi¨¦n apel¨® en su defensa al c¨¢ncer en los ojos de Gara Fuentes, la hija del principal acusado (confes¨® el c¨¢ntabro, el t¨¦cnico que desde el ONCE crey¨® revolucionar el ciclismo mundial en los a?os 90, que su ¨²ltima cita con Fuentes, la que condujo a su detenci¨®n, ten¨ªa como fin enchufar a Gara, casi ciega, en la ONCE), all¨ª se acabaron las similitudes. El emotivo Saiz, el ¨²nico que declar¨® sentado, aguant¨® como pudo, malamente, los embates de la abogada del Estado, quien como un tibur¨®n que huele sangre se lanz¨® a explotar con fruici¨®n las contradicciones del hombret¨®n de Torrelavega, uno al que su paso por el calabozo de la Guardia Civil cuando su detenci¨®n le despert¨® la locuacidad ¡ªcomo la diuresis inducida por el agua que se bebe sin parar en el juicio contra la boca seca por los nervios, obliga a lanzarse al servicio escaleras arriba apenas se abre la puerta¡ª y el excesivo reconocimiento de los tratos de sus Heras, Serrano, Vicioso y Nozal con Fuentes, sus deudas con el m¨¦dico y lo que eso significaba.
Del embrollo que le habr¨ªa ahogado sin duda le salv¨® su abogado, quien tras fijar con cuatro preguntas concisas (la lectura de los art¨ªculos del C¨®digo Penal que se le acusa de conculcar) los cargos a que se enfrenta, le puso delante de los ojos dos folios del sumario (363 y 364), ambos manuscritos con la minuciosa y hermosa caligraf¨ªa de Fuentes: en uno se habla de azules y verdes, y sus previsiones medicamentosas; en el contiguo de RSOC y KELM y sus compras de medicamentos en Alemania. En ninguno de Liberty, el conjunto, azul, de Saiz. Una niebla de azules y dudas en la sala, un laberinto sin soluci¨®n a¨²n.
¡°?Qu¨¦ significa RSOC?¡±, a la salida le pregunta la prensa a Fuentes. ¡°No s¨¦. Quiz¨¢s se refiera a un buen vino¡±, responde el que miente, el que no dice la verdad, el que no calla.
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