Diplodocus
¡°?Ya no juegas?¡±, me pregunt¨® un chaval que me pidi¨® una foto en la nave central del Natural History Museum, con el Diplodocus de fondo. ¡°No, te llevas dos f¨®siles por el precio de uno¡±.
A dos vuelos de escalera del Diplodocus se apoya contra el muro una inmensa rodaja de Sequoia Gigante, con una escala temporal grabada en el tronco: el nacimiento del Islam a un metro de la manzana de Newton.
Dej¨¦ de jugar en 2010. En t¨¦rminos futbol¨ªsticos dej¨¦ de jugar en la prehistoria. En t¨¦rminos de anillos de Sequoia hace solo un par de mil¨ªmetros, lo cual no quita que siga siendo un f¨®sil.
Al conjunto blanco le cuesta cambiar de registro para enfrentarse a equipos que se cierran, y se desdibuja
Esta semana el Real Madrid se invent¨® una nueva escala temporal, m¨¢s comprimida que la del tronco de un ¨¢rbol. De otra forma cuesta entender c¨®mo, con una diferencia de d¨ªas, mostr¨® las dos caras tan distintas que definen su presente contradictorio. Por un lado la del equipo arrasador, ese que puede talar al Valencia en 10 minutos o puede matar un partido en una sola jugada donde se le conceda espacio. Capaz de sacar al Barcelona del libreto y llevarlo a su terreno en largos trechos en el Bernab¨¦u. Por otro lado la del equipo de circulaci¨®n lenta, anquilosada, de posiciones est¨¢ticas y pobreza de ideas del s¨¢bado en Granada.
La diferencia entre uno y otro no carece de una parte emocional: un encuentro era de eliminatoria, en casa, y contra el m¨¢ximo rival. El otro era por una Liga casi perdida, de visitante y contra el colista. Sin embargo ese abismo en el rendimiento se explica tambi¨¦n por los formatos de partido. Uno fue abierto, contra un rival que intenta armar el juego desde atr¨¢s y avanzar a trav¨¦s del bal¨®n, lo que permite al equipo mostrar sus mejores atributos: presi¨®n, robo en tres cuartos, transiciones r¨¢pidas y posterior aprovechamiento de los espacios que genera ese despliegue. El otro fue cerrado, contra un rival agrupado en defensa, apretado en el centro y desinteresado por la posesi¨®n. Un partido al acecho del bal¨®n y con espacio por delante y el otro con el bal¨®n en los pies y los espacios negados.
Luego, cuando el entrenador esboza soluciones, el equipo no parece convencido, y viceversa
Al Madrid le cuesta cambiar de registro para enfrentarse a equipos que se cierran y se desdibuja cuando intenta matizarlo. Incluso cuando el rival le cede sin pudor la posesi¨®n, como en Granada, no logra imprimir velocidad a la pelota en el juego horizontal, se precipita por el centro, se tienta con el juego directo y se atropella para terminar las jugadas lo antes posible. Luego, cuando el entrenador esboza soluciones, el equipo no parece convencido y viceversa. El s¨¢bado el Madrid lo intent¨® primero con las incrustaciones defensivas de Xabi Alonso en las salidas, con la intenci¨®n de proyectar a Coentr?o y Arbeloa. Ninguno de los dos logr¨® penetrar en ataque. Luego, en la segunda parte, prob¨® con la ubicaci¨®n de Modric en lugar de Khedira, que arrim¨® a Cristiano al centro pero que apenas modific¨® la din¨¢mica general. Finalmente intent¨® con el cambio de banda entre Di Mar¨ªa y Callej¨®n, que les restitu¨ªa el perfil. Un movimiento que parec¨ªa prometedor para desbordar por los costados hasta que, solo unos minutos despu¨¦s, estos volvieron a intercambiar posiciones.
El a?o pasado el Madrid desatascaba este tipo de partidos por empuje y por hambre. Si no los ganaba por juego los quebraba por insistencia, los demol¨ªa por intensidad. Hoy, ya lejos de la pelea por la Liga y sin esa misma fuerza, solo con el juego no le alcanza.
Cuando el equipo insiste en dar el mismo tratamiento a partidos de formatos tan dis¨ªmiles, o cuando para enfrentarlos apenas esboza cambios en los que ni siquiera el mismo parece creer, nos entrega transformaciones como la de la semana pasada, donde fue capaz de pasar de depredador feroz a herb¨ªvoro fosilizado.
Ciento cincuenta mIllones de a?os y cambio de dieta en lo que canta un gallo.
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