Volver
Que la historia se repite una vez como tragedia y otra vez como farsa fue la forma que Marx encontr¨® de agregar un matiz, en el comienzo de El brumario 18 de Luis Bonaparte, a la idea de Hegel de que la historia se repite por ciclos. Ajeno a estas discusiones filos¨®ficas, Riquelme arranca hoy a entrenarse para dar comienzo a su cuarta etapa en Boca. Despu¨¦s de aquella final de julio del 2012 en la Copa Libertadores contra el Corinthians, cuando proclam¨® estar vac¨ªo y dej¨® el club, Riquelme mostr¨® que, cerca del tel¨¦fono de la cocina de su casa, resultaba m¨¢s influyente para Boca que Falcioni dentro del vestuario. No hac¨ªa falta ser Auguste Dupin para percibir c¨®mo aquella famosa b¨²squeda de los equilibrios t¨¢cticos que buscaba Falcioni en su primer a?o se transform¨® r¨¢pidamente en equilibrismo pol¨ªtico al tratar de conducir a una figura tan representativa para el universo Boca.
Este nuevo regreso, con Falcioni ya un recuerdo y Bianchi en el banco, no se trata de un golpe de Estado como el del 18 brumario, pero s¨ª aprovecha la debilidad pol¨ªtica de una dirigencia temerosa del apoyo popular que genera el ¨ªdolo, sobre todo despu¨¦s de la incertidumbre que despert¨® el equipo en el verano y la derrota en el cl¨¢sico. Esas tensiones pol¨ªticas a las que est¨¢ sometido Boca quedaron aun m¨¢s claras el s¨¢bado cuando, despu¨¦s de firmar el regreso, la c¨¢mara enfoc¨® el palco oficial que Riquelme compart¨ªa con Angelici durante el partido. Costaba distinguir cu¨¢l de los dos era el presidente.
Riquelme, ese talento que tanto admira como exaspera, se organiza a partir de la contradicci¨®n
Con esta larga novela que, entre idas y vueltas, dur¨® m¨¢s de siete meses, Riquelme complet¨® desde afuera de la cancha el salto definitivo desde lo futbol¨ªstico a lo literario. Poco importa si el gui¨®n que escribi¨® lo convierte en h¨¦roe o en villano, ya que tenemos serios problemas para distinguir entre ambos. A lo Maradona, ese salto, ese cambio de plano, parece un requisito indispensable para lograr estatus de mito.
Ahora que Riquelme volvi¨® y est¨¢ feliz, el juego de Boca puede empezar a bailar al ritmo de su ciclotimia. Ese talento que tanto admira a unos como exaspera a otros se organiza a partir de la contradicci¨®n: igual cambia de idea sobre la marcha y deja a 11 tipos mirando para otro lado como jura que nunca m¨¢s jugar¨¢ en Boca mientras se pone la camiseta en Casa Amarilla. Hay que entender esa indecisi¨®n riquelmiana, que ya nos dio material suficiente para ingresarla como subg¨¦nero en Wikipedia, no como producto de un ego caprichoso sino como parte integral de su genio futbolero. No podemos pretender que Riquelme conserve su capacidad para desarmar defensas con un pase imprevisto y exigirle al mismo tiempo predictibilidad.
Si este cuarto ciclo de Riquelme pretende ser ¨²til para su club y no un simple ejercicio de nostalgia, Boca deber¨ªa sacudirse esa veneraci¨®n po¨¦tica por el pasado del ¨ªdolo y aceptar lo que Riquelme pueda ofrecerle hoy. Algo que, en condiciones f¨ªsicas normales, es bastante m¨¢s de lo que tuvo el equipo en buena parte de la sufrida victoria contra Quilmes.
Si el pueblo xeneize, sus dirigentes, entrenadores o el mismo Riquelme fallan en la apreciaci¨®n de las circunstancias, pueden caer en el rid¨ªculo de esperar repetir, con f¨®rmulas viejas, los mismos resultados del pasado en lo que solo es una apariencia de similitud en el presente.
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