Al toque
Lo que distingue a los jugadores buenos de los muy buenos es entender el sentido que tiene cada pase
No hay necesidad de ser un entendido para distinguir entre un partido malo y uno brillante, igual que no es preciso un sill¨®n en la Real Academia para disfrutar de un gran libro. Escribir para que se entienda, en cambio, es m¨¢s dif¨ªcil. Valgan mis dos a?os de intentos frustrados como referencia. Los que juegan bien al f¨²tbol parten de ideas claras y las plasman en la cancha de manera que quien lee las entienda sin esfuerzo. Lo hacen ver tan natural que parece que estuviera al alcance de cualquiera.
No hay nada m¨¢s dif¨ªcil que jugar f¨¢cil. Por ejemplo jugar como Zidane, que en vez de parar la pelota con el pecho la dejaba pasar y la recib¨ªa con el empeine, a un metro y medio del c¨¦sped, para dejar a contrapierna a los rivales y orientarse hacia donde provocaba m¨¢s peligro. Zidane, que convert¨ªa la cancha en un tapete de gimnasia art¨ªstica, mov¨ªa su cuerpo en relaci¨®n con la pelota y el espacio de forma tal que sus controles parec¨ªan la ¨²nica soluci¨®n posible, haci¨¦ndonos sentir cercanos a una genialidad que era exclusivamente suya. Nos dejaba pensando: ¡°?C¨®mo no se me ocurri¨® eso a m¨ª?¡±. Y no, chaval, es m¨¢s f¨¢cil que se te ocurra hacer algo as¨ª si tienes la t¨¦cnica para resolverlo, de la misma forma que es m¨¢s sencillo elaborar conceptos nuevos a partir de conceptos anteriores.
Lo que distingue a los jugadores buenos de los muy buenos es entender el sentido de cada pase
El control y el pase son la base del lenguaje futbolero, lo que permite concebir nuevas ideas, encontrar soluciones a los problemas que presenta el juego. A diferencia de escribir bien, donde el ¨²nico l¨ªmite se encuentra en la propia mediocridad, tocar bien no siempre depende de uno mismo: los rivales tambi¨¦n juegan. Pero nos enga?ar¨ªamos si asumimos que el toque es intr¨ªnsecamente bueno. Muchas veces se toca sin sentido. M¨¢s aun que la t¨¦cnica, lo que distingue a los jugadores buenos de los muy buenos es precisamente entender el sentido que tiene cada pase. Un problema distinto, una vez dominado el juego de posesi¨®n, es caer en el toque sin sustancia. Algo as¨ª como hablar por hablar. Eso sucede porque no hay nada en el f¨²tbol que requiera m¨¢s esfuerzo y m¨¢s recursos que ser claro y profundo al mismo tiempo. La autocomplacencia, una de las trampas m¨¢s recurrentes del talento, afecta tambi¨¦n en sentido contrario, cuando se confunde verticalidad con descontrol.
Tanto M¨¢laga como Barcelona y Madrid fueron claros y profundos estas dos semanas cuando m¨¢s lo necesitaron. Los de Pellegrini remontaron el 1-0 de la ida en Oporto desde el equilibrio, mezclando solvencia defensiva con paciencia en ataque. La creatividad a cargo de Isco y la profundidad en las carreras y encaradas de Joaqu¨ªn. Con excelentes futbolistas y un gran entrenador pero con mucho menos recursos que Madrid y Barcelona, el estilo del M¨¢laga es, de los tres, el menos autoindulgente, el que menos tiende a desequilibrarse al tratar de imponer sus condiciones.
Los dos gigantes son, a veces, limitados por sus propias virtudes. El Bar?a, que rara vez se permite un laconismo, cuando juega bien es Scott Fitzgerald. En El Camp Nou tuvo la pelota solo un poco m¨¢s de tiempo que en San Siro, pero arm¨® de cara al gol un discurso que en Mil¨¢n hab¨ªa derivado en verborrea. El Madrid, m¨¢s adepto a la concisi¨®n, a veces pretende resumir tanto que los pensamientos se le amontonan en tres cuartos de cancha. Sin embargo, cuando juega bien es tan elocuente que es capaz de abarcar la esencia del f¨²tbol en tres l¨ªneas. As¨ª nos tuvo toda la temporada, alternando frases entrecortadas con los m¨¢s hermosos haikus. La diferencia con el resto est¨¢ en la historia: el Madrid es capaz de ganar la Champions tartamudeando.
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