México del Norte contra México del Sur
En las categorías inferiores de fútbol de EE UU hay una gran presencia de jugadores hispanos, un símbolo de que la inmigración ha llegado a este deporte
Anoche, en el estadio Azteca de Ciudad de México, lo de menos era el resultado (0-0) que alcanzaron las selecciones de México y Estados Unidos en el partido clasificatorio para el Mundial de Fútbol de Brasil. Los enfrentamientos entre ambos equipos exudan algo más que una chovinista rivalidad entre vecinos de frontera. En los últimos a?os, más allá de la excusa que supone para México ratificar que, en el terreno del balompié, la potencia, por una vez, son ellos y, para EE UU, la satisfacción de amenazar esa certeza de superioridad, sus encuentros suponen una reafirmación de las distintas identidades nacionales y culturales que separa el río Grande.
Nunca antes el concepto de frontera ha estado a la vez tan difuminado ni tan nítido como en los últimos enfrentamientos de las selecciones absolutas e inferiores de ambos combinados. El martes, tres de los jugadores más destacados de la selección estadounidense, Omar González, Joe Corona y Hércules Gómez, podrían haber competido en el bando contrario. Los tres nacieron en EE UU pero son hijos de mexicanos. Todos crecieron viendo a sus padres animar a la elástica mexicana, pero ellos se decantaron por la bandera de las barras y estrellas.
El seleccionador de EE UU puso sobre el césped a siete jugadores nacidos en EE UU pero de procedencia hispana
En la selección absoluta sólo son tres los casos, pero en las inferiores, el fenómeno migratorio está en alza. Hace apenas tres semanas, en la ciudad mexicana de Puebla, se escenificó un choque similar al de este martes entre las selecciones sub-20 de México y EE UU, en la final de la Concacaf, clasificatoria para el Mundial de esa categoría. (Ganó México 3-1). El seleccionador de EE UU y antiguo jugador del Betis, Tabaré Ramos, puso sobre el césped a siete jugadores nacidos en EE UU pero de procedencia hispana. Del lado de México, dos de sus futbolistas, Uvaldo Luna y Abel Fuentes, también podrían haber jugado con la casaca estadounidense, de no haber decidido renunciar a esa nacionalidad para optar por la mexicana.
Ese enfrentamiento fue bautizado como México del Norte contra México del Sur. El choque suscitó un sinnúmero de desgraciados comentarios en Twitter, del tipo: “Y luego los estadounidenses se quejan de que los mexicanos les quitan su trabajo”; “Ese mexicano es más blanco que el estadounidense”, “Hay más mexicanos en el equipo de EE UU que en el de México”… En los días posteriores, los medios estadounidenses reaccionaron con una andanada de artículos defendiendo el patriotismo de los jugadores de origen hispano de la selecciones de EE UU y recalcando que la traición la perpetraron dos mexicanos, en referencia a Luna y Fuentes, que ayudaron a derrotar al que debería haber sido su equipo.
Y luego los estadounidenses se quejan de que los mexicanos les quitan su trabajo" Mensaje de Twitter
En pleno debate sobre la reforma migratoria en EE UU, las selecciones de fútbol de este país, integradas por deportistas de distintas procedencias, se erigen como un barómetro de excepción para calibrar el grado de integración o de exclusión de las minorías en la sociedad estadounidense. Los comentarios en Twitter, sin poder ser elevados a categoría sociológica, permiten atisbar la aceptación de la presencia dominante de las minorías, en este caso la hispana, en los equipos nacionales… O no. “En todos los sitios hay personas ignorantes”, comenta Ramos, en conversación telefónica, en alusión a los mensajes de la red social.
El seleccionador estadounidense, nacido en Uruguay, resta importancia al peso de los jugadores hispanos en su equipo. “Yo convoco a los mejores, no pienso en su origen”, asegura, pero reconoce que “no es casualidad” que haya tantos hispanos en las categorías inferiores del fútbol estadounidense. “Los latinos estamos acostumbrados a darle patadas al balón desde chicos, a los demás no les sale”, se?ala.
Las selecciones de fútbol de este país, integradas por deportistas de distintas procedencias, se erigen como un barómetro de excepción para calibrar el grado de integración o de exclusión de las minorías en la sociedad estadounidense
Pablo Ocegueda y Uvaldo Luna compartieron esa pasión infantil en la Academia Los Tigres de Houston. Luna nació el 21 de diciembre de 1993 en Houston, Tejas, de padres mexicanos. Los padres de Ocegueda, también mexicanos, vieron nacer a su hijo en Riverside, California, el 13 de julio de ese mismo a?o. Luna, que actualmente juega como delantero en el equipo mexicano de Los Tigres, aseguró a EL PA?S que, pese a haber sido convocado por la selección sub-17 de EE UU, decidió, finalmente, jugar con la sub-20 mexicana “por la calidad de su fútbol, para poder crecer como jugador”. Ocegueda, que pudo hacer lo mismo, no se ha cansado de repetir que su país es EE UU, que le abrió las puertas a su familia y que, cuanto más le pitan en las gradas mexicanas, más orgulloso se siente de ser estadounidense.
Ocegueda y Luna, como el resto de los siete jugadores que saltaron al terreno de juego del estado Cuauhtemoc de Puebla a principios de marzo, se han criado e incluso han jugado juntos o en equipos rivales durante su formación universitaria. “Puede haber jugadores de origen hispano, pero todos han aprendido a jugar a fútbol en EE UU”, puntualiza Ramos. “Otras selecciones tienen futbolistas nacionalizados, la mía no”.
La apreciación de Ramos es importante por lo que implica para el futuro del deporte del fútbol en EE UU. En el próximo mundial sub-20, que arranca en Turquía este mes de julio y en el que el combinado estadounidense se enfrentará al de Espa?a, no estarán presentes dos potencias del balompié americano, como Brasil y Argentina. “Quizás es porque no tienen jugadores buenos en esas edades o porque ninguno esté ahora en su mejor momento”, concede el seleccionador.
Puede haber jugadores de origen hispano, pero todos han aprendido a jugar a fútbol en EE UU” Tabaré Ramos
El delantero mexicano y el lateral izquierdo estadounidense son un claro ejemplo una de las muchas realidades que se viven en el seno de la inmigración en este país y que ahora se ha trasladado al ámbito futbolístico: la dualidad entre la educación familiar y la cultura en la que se crece. “Nadie me ha recriminado haber escogido jugar con la selección de México. Toda mi familia y mis amigos hablan espa?ol y mi ambiente es mexicano” , asegura Uvaldo.
La frase tan manida de que el fútbol es un idioma universal no puede ser más cierta y menos acertada que en el caso de los jugadores hispanos que juegan en EE UU. Todos se han criado viendo a sus padres animar a selecciones americanas que no son la estadounidense, ninguno de sus ídolos es de este país, muchos juegan en la liga mexicana, pero ellos reivindican su juego, la bandera y la cultura –extrafutbolística- en la que han crecido.
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