Ferrer sucumbe en el caos
Murray tumba 2-6, 6-4 y 7-6 al espa?ol en una final de Miami con 15 breaks y 123 errores no forzados
Es una pel¨ªcula de terror. Se juega la final del masters 1000 de Miami y David Ferrer y Andy Murray han llegado hasta el 3-3 de la manga decisiva reparti¨¦ndose seis breaks. Este es un drama hecho de errores, de tensi¨®n, de dolor y dientes apretados. Los dos rivales compiten con tanta actitud como falta de acierto. Su pulso ata el duelo a un tiovivo. Ninguno encuentra el patr¨®n con el que domar los nervios ni controlar el viento que sopla en la pista. A Murray le duele un tobillo. A Ferrer, que acaba tirado por el suelo, acalambrado, le masajean las piernas. El t¨ªtulo espera a quien consiga parecerse m¨¢s a s¨ª mismo. Ese debe ser Murray. Ese tiene que ser el campe¨®n ol¨ªmpico, el rey del Abierto de EEUU, ya el n¨²mero dos del mundo. Es su hora, su momento. Murray (4-6, 6-4 y 5-4) saca por el t¨ªtulo, lo toca con las yemas de los dedos, ya lo cree suyo. No ante Ferrer. No en un partido ca¨®tico: el espa?ol rompe el saque del brit¨¢nico, se procura una bola de partido al resto y acaba estirando el duelo hasta el desempate, donde se inclina por 6-2, 4-6 y 6-7 tras 2h 45m.
Al borde de los 31 a?os, el n¨²mero cuatro suma su 13? derrota en una final contra uno de los otros cinco mejores tenistas del planeta. Vende car¨ªsima su piel en un pulso que tortura las estad¨ªsticas: los dos contrarios suman 123 errores no forzados (63 de Murray y 60 de Ferrer), se reparten 15 breaks y dejan at¨®nitos a los espectadores con su mezcla de aciertos y fallos sorprendentes: el alicantino pide el Ojo de Halc¨®n en punto de partido a favor (no le da la raz¨®n); falla una derecha en el primer punto del tie-break¡ y llega hasta ah¨ª porque Murray es incapaz de defender con acierto las tres veces que logra break de ventaja en la tercera manga.
El espa?ol ha perdido las 13 finales que ha disputado contra los otros cinco mejores tenistas del planeta
El partido acaba incendiado por peloteos de fuego, pero arranca g¨¦lido y sin alma. Para empezar, Ferrer se enfrenta a dos bolas de break con 0-0. Se juega demasiado r¨¢pido. Tras unos pocos peloteos, descubre algo sorprendente: los fallos y los aciertos son suyos. Murray est¨¢ congelado. El brit¨¢nico se mueve con la parsimonia de quien busca el taz¨®n del desayuno. Ferrer observa eso e inmediatamente reduce sus pulsaciones. Poco a poco se reconduce hacia lo que siempre ha sido su credo: donde buscaba ganadores fulgurantes empieza a trabajar el punto con la derecha;? donde hab¨ªa urgencias aparece la paciencia con la que estructurar el peloteo para rematarlo con un derechazo llameante. Ferrer se parece a Ferrer. Murray no se parece a Murray. La conclusi¨®n es inevitable: el espa?ol defiende esas dos bolas de break en contra, rompe el saque del brit¨¢nico en el siguiente juego y se dispara al 6-2.
Murray pasa por la primera manga como un fantasma. Tiene m¨¢s que ver con los sustos que su leyenda provoca en Ferrer, precipitado la primera vez que saca para cerrar el set (cede el saque), que con la realidad de su tenis. Juega despacio. Est¨¢ lento. Pesado. Su tenis no tiene alma. Durante toda la primera manga, Ferrer espera la carga del s¨¦ptimo de caballer¨ªa, el momento en el que Murray saque los colmillos y reivindique su candidatura al t¨ªtulo. Nunca llega.
Entonces, el espa?ol levanta el pie, se le empiezan a parar las piernas y el duelo se embrolla en una catarata de fallos, breaks y contrabreaks que ensucia la partitura de ambos. En el cambio de escenario, Ferrer se encuentra a contracorriente. Murray, con un punto m¨¢s de talento natural y la fe que le dan los triunfos previos (nunca ha perdido en cemento al aire libre contra el alicantino), aprovecha que el espa?ol est¨¢ atenazado al saque (solo dispara un 56% de primeros) y coge por un cent¨ªmetro la iniciativa. Es la tercera manga. Los dos contrarios est¨¢n agotados, rotos el cuerpo y el cerebro. El espa?ol, duro de pelar, acaba inclin¨¢ndose v¨ªctima de la calidad de su contrario, de los calambres, la raqueta y los precedentes. Murray, con m¨¢s tiros, juega con decisi¨®n los puntos clave. Al espa?ol, al que la derecha no le da los ganadores que necesita, le pesan las piernas. A solo un punto de la victoria, suma una muesca m¨¢s en una dolorosa estad¨ªstica: ha perdido las 13 finales que ha disputado contra los otros cinco mejores.
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