Mourinho y ese maldito juego
Llegado el momento clave, el t¨¦cnico portugu¨¦s no fue suficiente
El f¨²tbol no siempre se puede comprar. Las Copas de Europa no se recalifican y el juego es mucho menos controlable incluso que el mercado inmobiliario. La chequera ayuda, claro, pero no es la v¨ªa definitiva hacia el ¨¦xito. El Borussia es la pen¨²ltima constataci¨®n. Su plantilla cost¨®, m¨¢s o menos, el doble que Coentr?o, un buen futbolista, no un primera clase. Un s¨ªntoma del desenfrenado mercantilismo del Real Madrid, que no ha sabido invertir en otros c¨®digos de este deporte tan tribal en muchos aspectos, por m¨¢s que el vedetismo pretenda desnaturalizarlo.
El f¨²tbol es de los futbolistas y la gente, sus gentes, ni siquiera de sus financieros, presidentes electos, jeques o avalistas. Tampoco le pertenece al que se tenga por el m¨¢s especial de todos los especiales entrenadores del planeta y menos si, como en el caso de Jos¨¦ Mourinho, gestionan su cargo siempre en primera persona, olvidando que es la instituci¨®n, el vestuario y la hinchada lo que dan sentido a su trabajo. Desde su atalaya, Mourinho ha provocado divisiones en los dos ¨²ltimos estamentos citados, no en la instituci¨®n, porque en ella el presidente tiene el monocultivo absoluto. No han sido pocas las veces que ha despreciado a sus jugadores, con cr¨ªticas p¨²blicas y parciales, faltos de halagos y v¨ªctimas de intrigas palaciegas. A la afici¨®n no solo la ha recriminado con aplausos a la del Betis o chinitas por su deserci¨®n en Vallecas. Lo que es peor, ha metido una cu?a infernal entre pseudomadridistas y madridistas. En realidad, ¨¦l se refer¨ªa a mourinhistas o antimourinhistas, como se vio en su extravagante y narcisista plebiscito antes del derbi con el Atl¨¦tico en Chamart¨ªn.
El f¨²tbol es de los futbolistas y la gente, no del que se tenga por el m¨¢s especial de todos los especiales entrenadores del planeta
¡°Mou, tu dedo nos se?ala el camino¡±, se lleg¨® a leer en una lacerante pancarta consentida por el club tras su agresi¨®n a Tito Vilanova. Un mensaje subliminal de un sector de la grada: todo vale por la victoria. Incluso aunque para ello el propio Mou arrastre por el lodo a Valdano, Casillas, Del Bosque, Toril, los m¨¦dicos, los cocineros¡ Todo vale por la cruzada, no importa el precio. Hasta que la victoria, tozuda como es, se resiste, la muy pu?etera. ?No ser¨¢ una conspiraci¨®n universal? Ya saben, los ¨¢rbitros, la UEFA, esa maldita Liga que pone los horarios, esos entrenadores que no alinean el equipo que quiere Mou, esos jugadores que dan m¨¢s patadas a unos que a otros, esa influyente Unicef, esos jardineros que riegan los campos sin ton ni son, esa dichosa selecci¨®n campeona del mundo tan pacifista. ?Ay, perversa victoria, que escapista es!
Mourinho es de los que piensan que solo una conchabanza planetaria le aleja del ¨¦xito. Quiz¨¢, porque por mucho que sepa de f¨²tbol, no sabe que el juego es un juego, algo placentero. A¨²n m¨¢s en un pa¨ªs al que la Quinta, el Dream Team, el ¨²ltimo Bar?a y la Espa?a de Luis y Del Bosque le dieron un manto hedonista que hoy es capital para sus tronos. Esos equipos tuvieron sus enredos de familia, como en todo gremio, pero en esos grupos nunca existi¨® tanto vinagre, tanta pirotecnia interna. El gozo por el f¨²tbol, la camiseta como nexo con los militantes, el orgullo de pertenencia.
Por mucho que sepa de f¨²tbol, no sabe que el juego es un juego, algo placentero
A esa comitiva de equipos con sonrisa hay que sumar de inmediato al Borussia, que lleva por mascota el gozo de su t¨¦cnico, J¨¹rgen Klopp, el mismo que tras cada palabra apela a los incondicionales de Dortmund y expresa el eterno agradecimiento a sus chicos, a los que en la noche del martes mand¨® a tomar cervezas por Madrid. Nada de cicuta, Klopp como un mosquetero m¨¢s al servicio de la causa com¨²n. La alegr¨ªa perpetua del m¨ªster alem¨¢n trasciende el ganar. Mourinho prefiere bucear en el fango. Es ¨¦l quien impone la vara de medir a vencidos como Ferguson o vencedores como Guardiola, Heynckes y Klopp, para los que siempre hay tachas.
Resulta que llegado el momento cumbre Mourinho no fue suficiente para resolver el partido de ida. En consecuencia, para la vuelta, desde la misma instituci¨®n que le ha entregado las llaves del castillo, se apel¨® a esp¨ªritus del pasado, a la grada, al escudo, al cierre de filas sin distinci¨®n entre pseudos y no pseudos. Y es ese el atrezzo eterno del Madrid, el que solo se puede comprar si se tiene al f¨²tbol como un dep¨®sito de sentimientos. Mourinho fue testigo directo del conmovedor esfuerzo de Sergio Ramos, del saber estar de Iker Casillas como uno para todos desde la banqueta o del sentido del deber de un l¨ªder como Cristiano, al frente aun con molestias f¨ªsicas. Es con ellos y con gente como Diego L¨®pez y otros cuantos sobre los que el Madrid tendr¨¢ que reconstruir su presente. Por suerte para el club, de la entidad depende que estos futbolistas no est¨¦n de tr¨¢nsito hacia s¨ª mismos. Generosos como son, cabe pensar que agradezcan a su t¨¦cnico haberles llevado a ser ¡°cabezas de serie¡± en la Champions, como dijo el luso tras el fiasco.
Se enfrent¨® con todo por cumplir una misi¨®n. No la ha cumplido
Un lapsus de Mourinho, que pas¨® por alto que algunos de sus muchachos ya han sido campeones de Europa, han ganado un Mundial y alguna que otra Eurocopa. T¨ªtulos que desde?a porque no le corresponden. ?l busca su propia beatificaci¨®n y desliza, en ingl¨¦s mejor, no sentirse querido del todo. Hubiera sido conveniente que divulgara la lista de qui¨¦nes le tienen que querer: ?Los pseudomadridistas, los jugadores a los que ningunea? Se enfrent¨® con todo por cumplir una misi¨®n. No la ha cumplido, y quiz¨¢ no sepa que quienes sostiene que le odian, ni le odian ni le culpan del todo. El problema es el juego, el maldito f¨²tbol. Lo ¨²nico que Mou no puede gobernar a su antojo porque el muy endemoniado es de muchos, el muy r¨¦probo unas veces sonr¨ªe y otras no. Tambi¨¦n les pasa a otros grandes t¨¦cnicos que no se sienten especiales. No es el juego el que condena a Mourinho, sino ¨¦l a s¨ª mismo.
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