Santa Mar¨ªa de la derrota

Santa Mar¨ªa de la Victoria se llama el pueblo que lo rodea y el santuario edificados en la cima de la colina modest¨ªsima (321 metros) llamada Montello, una chincheta en la llanura padana camino de Treviso. El pueblo y el santuario los bautizaron as¨ª despu¨¦s de la primera Guerra Mundial, pero tambi¨¦n podr¨ªan haberlo hecho m¨¢s tarde, 70 a?os m¨¢s tarde, el primer domingo de septiembre de 1985, para conmemorar que ese mismo d¨ªa un grande del ciclismo, el viej¨ªsimo Joop Zoetemelk, conquistaba a los 39 a?os el arco¨ªris del Mundial en su ascensi¨®n.

Y tambi¨¦n, en honor del ca¨ªdo, de sir Bradley Wiggins, podr¨ªan desde hoy desbautizarla y bautizarla de nuevo Santa Mar¨ªa de la derrota, pues all¨ª, bajo un diluvio que azotaba con gotas como balas los rostros de los ciclistas, en su descenso, el caballero ingl¨¦s perdi¨® definitivamente la batalla que hab¨ªa tenido la osad¨ªa y el valor supremo de emprender este mayo traicionero, la que deb¨ªa llevarle a la conquista del Giro. Cortado en el descenso y en el llano, en Treviso Wiggo entr¨® a 3m 17s de su amigo/enemigo Cavendish, el ganador, y tambi¨¦n del l¨ªder rosa Nibali, de quien est¨¢ ahora a 5m 12s en la general, 13?, muy por detr¨¢s de sus compa?eros colombianos (Ur¨¢n, a 2m 4s del l¨ªder; Henao, a 5m 6s). Fue la cent¨¦sima (seg¨²n unos: otras cuentas salen 103, otras 102) victoria del sprinter del siglo Cavendish, la tercera de tres en el Giro 13, el hombre del momento que disfrut¨® de un d¨ªa con el tiempo que ha mamado en su isla de Man toda la vida.

Con m¨ªnima compasi¨®n por su sufrimiento (esto es ciclismo, deporte de superhombres), el comentarista de la RAI describ¨ªa as¨ª los esfuerzos de Wiggo para no caerse en un descenso sin curvas ni insidias, con agua sin, muchos charcos, sin m¨¢s: ¡°Il baronetto (pues as¨ª le dicen, iron¨ªa o admiraci¨®n, como se quiera ver) baja como si estuviera escayolado¡±. Faltaban 40 kil¨®metros para la meta de la etapa m¨¢s corta, todos llanos y sencillos, y Wiggo, una vez m¨¢s, se quedaba el ¨²ltimo, retrasado un centenar de metros, terreno de seguridad, su espacio vital. Como en anteriores descensos diluviales del d¨ªa el favorito ingl¨¦s hab¨ªa podido volver sin problemas a un pelot¨®n no especialmente apresurado (la fuga de cinco estuvo toda la jornada bajo control, nunca m¨¢s de 3m), nadie dudaba de que de nuevo lo conseguir¨ªa. Nadie contaba, claro, con que entrara viento de costado, con que los fugados persistieran a 50 por hora y obligaran al pelot¨®n conducido por los chicos del Cav a no pensar en los retrasados, con que en un m¨ªnimo amago de abanico, Wiggo (moqueante, lacrimoso: ay, qu¨¦ mala la lluvia para esa infecci¨®n respiratoria que lo enferma y debilita) perdiera la esperanza y la fe. Era un Wiggo orgulloso el que dec¨ªa que le dejaran solo sus gregarios-ni?era. Estaban todos con ¨¦l salvo los dos colombianos, los que pueden pelear por la victoria, estaban el bielorruso y el alem¨¢n, los italianos, el espa?ol y el yanqui. Y todos esperaron. No pod¨ªan dejar que se humillara m¨¢s, que sufriera solo su l¨ªder. Y escolt¨¢ndolo con sus uniformes negros de presagio, entraron todos tarde y empapados en Treviso, una peque?a Venecia, la ciudad de Nane Pinarello, el fabricante de las bicicletas de Indurain y de tambi¨¦n Wiggo.

¡°Estamos en una buena posici¨®n en la general y el equipo trabajar¨¢ a tope para Rigoberto¡±, dijo sir Dave Brailsford, el director del Sky. El ascenso al poder de los colombianos en el equipo orgullo de la modernidad brit¨¢nica y en el Giro podr¨ªa interpretarse en clave geopol¨ªtica. Qui¨¦n podr¨ªa pensarlo: los colombianos, hasta hace nada, los apestados del pelot¨®n en los momentos de tensi¨®n, aquellos de los que hu¨ªan hasta hace nada los h¨¢biles europeos, que tem¨ªan su mal manejo legendario de la bici tanto como su imprevisibilidad en las monta?as, y les acusaban de ser los causantes de todas las ca¨ªdas en el llano. Qui¨¦n podr¨ªa creerlo: Wiggo, el rey de los rodadores se queda cortado en el llano, donde los colombianos de ahora vuelan; se muere de miedo bajo la lluvia, como si una ca¨ªda de peque?o le hubiera provocado un trauma insalvable, all¨ª donde los colombianos navegan como en su casa. Y en clave de globalidad, el arcano del ciclismo del siglo XXI, podr¨ªa interpretarse tambi¨¦n que a toda velocidad, como el rayo, en sprint permanente, el Cav, un ingl¨¦s, no un belga ni un italiano ni un franc¨¦s, los maestros de la victoria, haya alcanzado las 100 victorias (o m¨¢s: 23 etapas Tour entre ellas, 14 del Giro, cuatro de la Vuelta) antes incluso de cumplir los 28 a?os.

Primera etapa: 181 elevado a la 25=Wiggo en rosa

Segunda etapa: Wiggo viste de rosa a un amigo siciliano

Tercera etapa: Lo viejo, lo nuevo, lo rosa

Cuarta etapa: Robinson en los Apeninos

Quinta etapa: Wiggo y la soledad del sir

Sexta etapa: La sal del Giro

S¨¦ptima etapa: El fin del mundo en San Silvestre

Octava etapa: Nibali en rosa, comienza la carrera

Novena etapa: Insidias en la dulce Toscana

D¨¦cima etapa: Ur¨¢n gana y Nibali confirma que el peligro es Colombia

Und¨¦cima etapa: Intxausti y los peque?os detalles