¡°Cruzamos una mirada terror¨ªfica¡±
Manuel Gonz¨¢lez, compa?ero de expedici¨®n de Juanjo Garra, detalla, con su testimonio y el del sherpa Keshab, el accidente que caus¨® la muerte al alpinista catal¨¢n en el Dhaulagiri
¡°Bajamos pero volveremos a buscarte¡±, fueron las ¨²ltimas palabras que el alpinista andaluz Manuel Gonz¨¢lez, Lolo, dirigi¨® a su amigo Juanjo Garra. Empezaba a anochecer y ca¨ªan los primeros copos de una nevada, todo esto a 8.000 metros de altitud, justo bajo la cumbre del Dhaulagiri (8.167 m). Apenas unas horas antes, a las dos de la tarde, Lolo asisti¨® horrorizado a la ca¨ªda de sus compa?eros de expedici¨®n, el catal¨¢n Garra y el nepal¨¦s Keshab. Encordados a tres metros de distancia, un resbal¨®n de Garra precipit¨® la ca¨ªda de la cordada, que aterriz¨® varios metros por debajo de la huella en una zona de nieve relativamente profunda, circunstancia que evit¨® su muerte instant¨¢nea. Cuando Lolo alcanz¨® a sus compa?eros, entendi¨® enseguida la magnitud del accidente: Garra se hab¨ªa fracturado un tobillo y el peron¨¦. Contrariamente a las informaciones difundidas a trav¨¦s del blog de Garra, el pasado d¨ªa 23 nadie hizo cima en el Dhaulagiri.
El accidente sufrido por el catal¨¢n espant¨® a los grupos japon¨¦s e indio que ese d¨ªa trataban de alcanzar el punto culminante del Dhaulagiri. Todos regresaron sobre sus pasos, salvo un sherpa del equipo indio que se acerc¨® para ayudar a Lolo. ¡°Cuando comprobamos las fracturas y sabiendo que Juanjo no pod¨ªa caminar, cruzamos una mirada terror¨ªfica. Ambos sab¨ªamos en ese momento que pod¨ªa pasar lo peor¡±, recuerda el andaluz v¨ªa telef¨®nica desde Katmand¨² (Nepal). Los dos espa?oles descubrieron las alturas del Himalaya hace 25 a?os, suficiente como para no hacerse ilusiones: a 8.000 metros no debe esperarse un rescate. Con todo, la ilusi¨®n dur¨® casi cuatro d¨ªas ¡°y pudo acabar bien¡±, seg¨²n reconoce Ferr¨¢n Latorre, uno de los alpinistas que se desplaz¨® desde el Everest para participar en el rescate.
Garra no solo se hallaba fuera de la huella, sino que la ruta carec¨ªa de cuerdas fijas, la l¨ªnea de vida que garantiza un descenso seguro. Los tres equipos en el Dhaulagiri hab¨ªan fijado hasta el final de la traves¨ªa que conduce al campo 3 y hab¨ªan escalado sin fijar hasta el momento del accidente por falta de cuerdas.
¡°Todo esto ha sido una monta?a de sentimientos¡±, afirma Lolo. Asegura que empieza a ¡°asimilar realmente lo sucedido tras unos d¨ªas terribles, fren¨¦ticos y angustiosos¡±. La escasa perspectiva que ha podido alcanzar en estas horas posteriores al desmantelamiento del operativo de rescate de Garra le permite a Lolo considerar necesario que se explique al detalle en qu¨¦ circunstancias se produjo el accidente y cu¨¢les fueron los pasos seguidos para intentar salvar la vida del alpinista catal¨¢n. Lolo se trata de unas leves congelaciones en su pie derecho, mientras el Keshab, el sherpa que arriesg¨® su vida para no abandonar a Juanjo Garra se recupera en el hospital, aquejado tambi¨¦n de leves congelaciones y un principio de edema cerebral. Ayer mismo ped¨ªa a los doctores que le diesen el alta, ¡°aburrido¡± como estaba.
Las informaciones que llegaron a Espa?a se?alaban que, tras 15 horas de marcha, un tropez¨®n de Keshab, durante el descenso y tras pisar la cima, propici¨® la fractura de tobillo del catal¨¢n. Pero no fue as¨ª: ¡°En el ¨²ltimo sector bajo la pared de roca, antes de girar a la derecha para remontar en direcci¨®n a la arista de cima, Keshab comenz¨® a superar una plancha de hielo, con Juanjo sigui¨¦ndole hasta que sufri¨® un resbal¨®n que arrastr¨® a Keshab¡±, apunta Lolo, quien inform¨® del accidente a las 15 horas.
Juanjo y Keshab se abrazaban para darse calor, simulaban que beb¨ªan la nieve¡±
Aislados a 8.000 metros, Lolo tom¨® una de las decisiones m¨¢s comprometidas de su vida y decidi¨® que la mejor manera de ayudar a su compa?ero era dejarlo en el lugar del accidente, descender hasta el campo 3 (7.300 m) y regresar al d¨ªa siguiente con una tienda, hornillo y combustible para fundir nieve e hidratarle y coordinar la ayuda externa para su rescate.
Con todo, a medio camino del campo 3, Keshab dio media vuelta y regres¨® junto a Garra. Lo hizo sin avisar siquiera a Lolo: ¡°Cre¨ªa posible cargarlo sobre su espalda y bajarlo, quiz¨¢ porque Juanjo era menudo y pesaba muy poco¡±, explica el andaluz. Keshab y Lolo no volvieron a hablar ni a verse hasta que todo hubo terminado, y solo entonces pudo el andaluz saber por qu¨¦ el nepal¨¦s hab¨ªa cambiado de opini¨®n tras haber acordado bajar juntos en busca de ayuda. ¡°He de ser honesto: s¨®lo alguien tan fuerte como Keshab pod¨ªa regresar junto a Juanjo. Yo estaba al l¨ªmite f¨ªsicamente y no hubiese podido bajar al campo 3 y regresar con el auxilio. Hab¨ªamos acordado que fuese Keshab quien regresase, pero crey¨® posible evacuar sin ayuda a Juanjo¡¡±, dice, admirado, el andaluz.
Parad¨®jicamente, en 2011, tras hollar la cima del Lhotse, Garra y Lolo se distanciaron durante el descenso: el catal¨¢n dio por muerto al andaluz y supo en el campo base que hab¨ªa sido rescatado. ¡°Estos dos a?os lo hemos hablado y siempre le dije a Juanjo que no le culpaba por haber seguido bajando. Yo no puedo pedir a nadie que me ayude a 8.000 metros porque hay que ser extremadamente fuerte para poder hacerlo¡ y a¨²n as¨ª¡¡±, reconoce Lolo.
Sin visibilidad, y con la huella tapada por la nieve reciente, Lolo decidi¨® vivaquear a 7.500 metros. Por la ma?ana, encontr¨® el camino de regreso al campo 3 e inici¨® las labores de auxilio que implicar¨ªan a muchas personas: cuatro sherpas, los espa?oles Ferr¨¢n Latorre, Alex Txik¨®n y Jorge Egocheaga, el alem¨¢n Dominic Moller, los pilotos de helic¨®ptero italianos Maurizio Folini y Simone Moro. ¡°Estas personas merecen un monumento¡±, subraya Lolo.
Juanjo Garra llevaba consigo un tel¨¦fono v¨ªa sat¨¦lite con el que pudo hablar, al menos en tres ocasiones, con su mujer. ¡°Lo encend¨ªa un rato, y lo apagaba para ahorrar bater¨ªa¡±, explica Lolo. Tambi¨¦n se comunicaba con el campo base. ¡°Se le o¨ªa tan sereno, tan vivo, que era imposible negarse a ir en su ayuda. Era terrible imaginarlo all¨ª arriba como encadenado a un lugar horrible¡±, explica Ferr¨¢n Latorre.
Sin nada que comer, sin hornillo con el que fundir nieve e hidratarse, Keshab y Juanjo dise?aron una rutina de supervivencia. El nepal¨¦s explic¨® a Lolo que trataron de descender, casi 100 metros de desnivel el primer d¨ªa, bastante menos en las dos jornadas posteriores: ¡°Se abrazaban para darse calor, se met¨ªan nieve en la boca para simular que beb¨ªan y para perder altura, Keshab aseguraba con la cuerda a Juanjo, quien en posici¨®n fetal trataba de deslizarse ladera abajo¡±, todo esto en un terreno en el que el m¨ªnimo descuido puede precipitar a uno al vac¨ªo. Esperando el rescate, ambos vieron volar en varias ocasiones el helic¨®ptero y le hicieron se?as. En uno de esos viajes figuraba Latorre, tratando de hacer fotos para analizarlas a posteriori y determinar la posici¨®n exacta de la pareja. Pero desde el aparato no llegaron a verles. Hubo largas horas de quietud y soledad.
Por la noche, la temperatura descend¨ªa hasta los 20 grados negativos. ¡°Han vivido condiciones de supervivencia extrema¡±, observa Lolo. Finalmente, cuatro d¨ªas despu¨¦s del accidente, Garra vio la ayuda prometida. Hasta ese momento se hab¨ªa mostrado l¨²cido y muy entero. Primero llegaron dos sherpas, y despu¨¦s el tambi¨¦n sherpa Mingma y el alpinista y m¨¦dico Jorge Egocheaga, quien le practic¨® maniobras de reanimaci¨®n sin ¨¦xito. De vuelta al campo 3, ¡°Jorge inyect¨® dexametasona en vena a Keshab. Eso le salv¨® la vida¡±, dice Lolo. La familia de Juanjo pidi¨® que el cuerpo quedase en la monta?a.
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