Improvisando un rescate a 8.000 metros
Si bien en Europa los salvamentos en monta?a est¨¢n perfectamente estructurados y protocolizados, en el Himalaya sigue siendo preciso el trabajo conjunto de profesionales y voluntarios que se juegan la vida por pura humanidad ¡ñ Vea c¨®mo llegaron al campamento base los compa?eros de Juanjo Garra tras el accidente.
No hubo un helic¨®ptero para salvar a I?aki Ochoa de Olza en el Annapurna (Nepal), como tampoco lo hubo para rescatar a Oscar P¨¦rez en el Latok II (Pakist¨¢n), pero ambos episodios dram¨¢ticos fueron aut¨¦nticamente cat¨¢rticos: al menos en lo referido a Nepal, se aceler¨® la g¨¦nesis de un servicio de rescate que aspira a ser tan eficaz como el que conocemos en los Alpes, o en el Pirineo. Por supuesto, en Nepal el rescate en helic¨®ptero es un negocio, s¨ª, pero en el que sus principales valedores se juegan el f¨ªsico de una manera que unos consideran suicida y otros bendicen, cortos de vocabulario para agradecer su trabajo.
A diferencia de lo que ocurre en Europa, donde a una llamada de socorro s¨®lo acuden profesionales, en el Himalaya la organizaci¨®n de un rescate est¨¢ mucho menos sistematizada y protocolizada y crece a impulsos ben¨¦volos: hace falta un helic¨®ptero, s¨ª, pero tambi¨¦n una gran cantidad de extras que lleguen all¨ª donde no puede volar el aparato. Y no siempre existen extras dispuestos a jugarse la vida gratuitamente. Cada temporada de expediciones en el Himalaya, en primavera y oto?o, se registran un gran n¨²mero de accidentes mortales y rescates: la novedad no son los accidentes, sino que existan rescates, extremo que apenas se daba antes de la irrupci¨®n de los helic¨®pteros. Hace apenas cuatro a?os, un accidente a 7.000 metros era el pr¨®logo de una muerte segura. En cambio, d¨ªas atr¨¢s, Maurizio Folini, piloto italiano, rompi¨® un r¨¦cord: sac¨® mediante un cable a un alpinista canadiense de origen nepal¨ª varado a 7.800 metros en el Everest. La actividad de las compa?¨ªas de rescate a¨¦reo que operan en Nepal se centra mayoritariamente en el Everest, donde m¨¢s expediciones se concentran y m¨¢s accidentes ocurren. Hay d¨ªas en los que no dan abasto. Lejos del Everest, contar con ayuda a¨¦rea sigue siendo complejo.
Manuel Gonz¨¢lez, ¡®Lolo¡¯, hizo saltar todas las alarmas en el campo base del Dhaulagiri el d¨ªa 23 de mayo, a las tres de la tarde, comunicando desde una altitud de 8.000 metros el grave accidente de su compa?ero Juanjo Garra. El aviso fue un terremoto en el campo base, a 4.900 metros, especialmente para Enrique Osiel, el ¨²nico integrante de la expedici¨®n que hab¨ªa renunciado al ataque a cima y que deber¨ªa encargarse desde ese momento de gestionar un rescate tan complicado como improbable. Conocido el desenlace, los actores del intento de rescate reconocen que siempre supieron que la tarea resultar¨ªa tit¨¢nica. Lo curioso (y extraordinario) es que ninguno quiso creer que no fuese posible.
Hasta la irrupci¨®n de los helic¨®pteros de rescate en el Himalaya, lo normal en estos casos hubiese sido formar un equipo capaz de escalar hasta los 8.000 metros y socorrer al herido. Algo al alcance de unos pocos elegidos, sherpas principalmente. Un equipo extremadamente fuerte como el que logr¨® rescatar a un alpinista inmovilizado a 8.700 metros en el Everest tras una noche a la intemperie. Claro que en el Everest trabaja la ¨¦lite de los sherpas y la monta?a est¨¢ cosida de cuerdas fijas.
Pero ahora, como en Europa, todas las miradas se giran hacia el helic¨®ptero en casos de urgencia. El d¨ªa 23 hab¨ªa que localizar uno como fuese, tarea en la que se emple¨®, desde el campo base del Dhaulagiri un equipo polaco que acudi¨® en ayuda de Enrique Osiel, prest¨¢ndole sus tel¨¦fonos v¨ªa sat¨¦lite: O el equipo alem¨¢n, que ayud¨® al espa?ol a preparar material y medicinas. ¡°Cuando empec¨¦ a venir de expedici¨®n al Himalaya, hace 25 a?os, la ¨²nica manera de comunicarnos con nuestras casa era a trav¨¦s del ¡®mail runner¡¯: le d¨¢bamos una carta a un nepal¨¦s y ¨¦ste corr¨ªa para llevarla a Katmand¨² y enviarla por correo postal. Ahora puedo mandar fotos y videos y hablar con mi casa como si estuviese muy cerca¡±, observa ¡®Lolo¡¯.
As¨ª, gracias a los avances en la comunicaci¨®n, en apenas unas horas, Sebasti¨¢n ?lvaro (ex director del programa ¡®Al filo de lo imposible¡¯) supo, de vacaciones en Estambul, del accidente de Garra y alert¨® a Ferr¨¢n Latorre y Alex Txik¨®n, dos que acababan de hollar la cima del Lhotse y cuyo campo base es com¨²n al del Everest. Enseguida, los dos espa?oles explicaron el suceso al alpinista y piloto de helic¨®ptero y socio de una de las compa?¨ªas de rescate a¨¦reo instaladas en Nepal, Simone Moro. ?ste y el piloto Maurizio Folini aceptaron desplazarse hasta el campo base del Dhaulagiri, a unos 300 kil¨®metros de distancia. M¨¢s tarde regresar¨ªan, forzados por el mal tiempo, a buscar a Latorre, Txik¨®n, as¨ª como al m¨¦dico asturiano Jorge Egocheaga y al argentino Dami¨¢n Benegas, que tambi¨¦n quisieron sumarse al rescate.
Pero la noche del 23, mientras empezaba a perfilarse el rescate, Enrique Osiel crey¨® que nunca m¨¢s volver¨ªa a ver a ¡®Lolo¡¯. A trav¨¦s de la radio, ¨¦ste le confes¨® haberse perdido a unos 7.500 metros, desorientado por la noche y la nevada que hab¨ªa borrado las huellas de ascenso. ¡°Le dije que parase y se sentase. Que se abrigase y pasase la noche ah¨ª mismo para tratar de encontrar el campo 3 por la ma?ana¡±. Por la ma?ana del d¨ªa 24, Osiel desconoc¨ªa cu¨¢les de sus tres compa?eros atrapados en la monta?a segu¨ªa con vida.
La radio escupi¨® de pronto la voz de ¡®Lolo¡¯, vivo y en el campo 3 (7.300 m). Las buenas noticias llegaron en cascada. La mujer de Juanjo Garra confirm¨® que ¨¦ste segu¨ªa con vida: a trav¨¦s de su tel¨¦fono v¨ªa sat¨¦lite le hab¨ªa asegurado ¡°encontrarse bien dadas las circunstancias¡±. Las buenas noticias coincidieron con la llegada del helic¨®ptero. ¡°Fue una monta?a rusa de emociones¡±, reconoce ¡®Lolo¡¯. Pero toda la fe depositada en el aparato se desmoron¨® cuando ¨¦ste no pudo superar los 7.000 metros, debido al mal tiempo. A cambio, situ¨® a 6.300 m a un equipo de tres sherpas que intentar¨ªan llegar escalando hasta Juanjo para suministrarle ox¨ªgeno y medicaci¨®n.
Todav¨ªa se consideraba que los plazos para el rescate de Juanjo eran adecuados, sabiendo que el reloj siempre correr¨ªa en su contra.
El 25 de mayo fue, posiblemente, la jornada m¨¢s intensa de las cuatro vividas durante el rescate. Tras efectuar el primer vuelo de reconocimiento, el piloto regres¨® sorprendentemente con un alpinista indio, al que hab¨ªa localizado por casualidad perdido a 7.400 metros. Maurizio Folini consider¨® entonces que ¡°al 90%¡± estaba seguro de que garra y Khesab hab¨ªan fallecido al caer hacia la vertiente noroeste de la monta?a. Sus impresiones tuvieron un efecto devastador en el campo base: todos entend¨ªan que cada vuelo de reconocimiento supon¨ªa un riesgo enorme para el piloto, pero se negaban a creer que el rescate se diese por terminado. Entonces, ocurri¨® un peque?o milagro: agotadas las bater¨ªas del tel¨¦fono v¨ªa sat¨¦lite de Juanjo, nadie pens¨® en el tel¨¦fono convencional de Khesab¡ que, sin embargo, funcionaba. Fue un empleado de la agencia de rescate quien prob¨® suerte y habl¨® con Khesab. Despu¨¦s, Osiel pidi¨® hablar con Garra. Pese a las dificultades con la comunicaci¨®n, Osiel consigui¨® que Juanjo describiese su posici¨®n: ¡°Estamos entre 400 y 500 metros de desnivel por debajo de la cima, en diagonal hacia el campo 3¡±, explic¨® Garra, informaci¨®n indispensable para el piloto, que ahora sab¨ªa d¨®nde buscar. Khesab confirmar¨ªa d¨ªas despu¨¦s, en el hospital de Katmand¨², que ellos s¨ª vieron al helic¨®ptero, que le hicieron se?as hasta que desapareci¨®.
Desgraciadamente, ahora el tiempo imped¨ªa volar alto, con lo que el aparato s¨®lo pudo depositar al alem¨¢n Dominique Mueller a 6.200 m, voluntario para subir con dos botellas de ox¨ªgeno hasta el campo 3 (7.300 m) y unirse a los tres sherpas. Esa noche, los tres sherpas alcanzar¨¢n el ¨²ltimo campo de altura, novedad que desatar¨ªa el optimismo en el campo base. Mientras, Benegas, Egocheaga, Latorre y Txik¨®n aguardaban en el campo base del Everest una ventana de buen tiempo para volar hasta el Dhaulagiri. La familia de Juanjo sabe en todo momento la naturaleza de los avances en el rescate.
Durante esas horas se produce la ¨²ltima conversaci¨®n entre Juanjo Garra y el campo base, en la que Enrique Osiel suplica al catal¨¢n, cuya voz denota el tremendo esfuerzo al que se ha visto sometido, que sigan bajando ¡°para que el helic¨®ptero pueda sacaros con el cable¡±. Juanjo asegura que lo van a ¡°intentar¡±. .
El d¨ªa 26, los acontecimientos se suceden mucho m¨¢s lentamente de lo deseado. Los sherpas se acercan cada vez m¨¢s a Garra y Khesap, aterrizan en el campo base Benegas, Egocheaga, Latorre y Txik¨®n y el helic¨®ptero sale al encuentro de los accidentados sin alcanzarlos. Entonces, se apuesta por colocar en la monta?a al mayor n¨²mero de alpinistas: as¨ª, el aparato deposita a Jorge Egocheaga y a Mingma Sherpa en el Campo 3, pero un cambio del tiempo le impide hacer lo propio con Alex Txikon y Ferr¨¢n Latorre, que aterrizan en el campo 1 y escalan monta?a arriba enchufados a ox¨ªgeno artificial para avanzar al m¨¢ximo y paliar el cansancio que acumulan tras hollar el Lhotse. Incapaz de superar la cota del campo 3, el helic¨®ptero rescata a cambio a siete personas que se encontraban en el C3: cinco de una expedici¨®n India, y dos sherpas de una alpinista japonesa que ha desaparecido en la parte alta de la monta?a.
Todos entienden ya que el rescate vive sus horas m¨¢s desesperadas: al menos las noches en altura no han sido demasiado fr¨ªas (20 grados bajo cero) y se conf¨ªa en la fortaleza de ambos alpinistas para soportar casi cuatro d¨ªas con sus noches en unas condiciones terribles. Poco antes del anochecer, el equipo de sherpas confirma que han encontrado a Juanjo y Khesap, pero aseguran que el catal¨¢n no quiere moverse, no colabora para descender. Osiel pide que le coloquen la radio junto al o¨ªdo, e implora a Juanjo para que lleve a cabo el ¨²ltimo esfuerzo: ¡°Juanjo, tienes que seguir movi¨¦ndote, tienes que bajar con los sherpas. Juanjo, tienes que aguantar un poco m¨¢s porque Jorge Egocheaga, el m¨¦dico, est¨¢ llegando, est¨¢ llegando con medicamentos¡±. Como una letan¨ªa, repite el mensaje varias veces. Juanjo pod¨ªa o¨ªrle pero no lleg¨® a contestarle.
Ye de noche, a las nueve, Egocheaga y Mingma alcanzan al grupo. Jorge explicar¨ªa m¨¢s tarde que cuando ¨¦l lleg¨® ya no hab¨ªa nada que hacer, Juanjo estaba ido y no le reconoci¨® en ning¨²n momento. Se muri¨® en sus brazos y las maniobras de reanimaci¨®n fueron en vano. Khesab no recuerda nada de la ¨²ltima jornada vivida en altura. Alcanz¨® a duras penas el campo 3 y una inyecci¨®n en vena de Dexametasona suministrada por Egocheaga le salv¨® la vida.
El helic¨®ptero har¨ªa a¨²n varios vuelos para desalojar de la monta?a a todo el operativo de rescate.
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