Independiente, el rey de Copas, a Segunda
El m¨¢ximo ganador de la Copa Libertadores pierde la categor¨ªa por primera vez en sus 108 a?os de historia
¡°Yo nac¨ª en Avellaneda, a 150 metros de la sede social de Independiente. As¨ª que conoc¨ªa el club casi como si fuera mi casa. Las instalaciones, los empleados, la gente que entraba y sal¨ªa... Por eso, en 2001, cuando vi que cada vez con m¨¢s frecuencia hab¨ªa integrantes de la barra brava (los hinchas radicales) movi¨¦ndose por all¨ª como si fuesen los due?os, escrib¨ª que aquello no pod¨ªa terminar bien¡±. Ignacio Mosteir¨ªn public¨® su art¨ªculo en Pasi¨®n Deportiva, una revista argentina que desaparecer¨ªa poco tiempo despu¨¦s, y su pron¨®stico tardar¨ªa 12 a?os en cumplirse. Pero acert¨®, porque aquello, efectivamente, no acab¨® bien.
Este s¨¢bado, el Independiente, tercer club m¨¢s popular y laureado de Argentina, y a¨²n hoy, m¨¢ximo ganador de la Copa Libertadores de Am¨¦rica con 7 t¨ªtulos, qued¨® condenado al descenso de categor¨ªa por primera vez en sus 108 a?os de historia, y la pr¨®xima temporada jugar¨¢ en la B, es decir, en Segunda. La derrota por 0-1 contra San Lorenzo le ha condenado al infierno.
Mosteir¨ªn es uno m¨¢s de los millones de hinchas de los Diablos Rojos de Avellaneda ¨Calgunos, tan c¨¦lebres como Sergio Ag¨¹ero, Gabriel Milito, Gustavo L¨®pez o Diego Forl¨¢n, todos ellos surgidos de su cantera- a quienes les resulta dif¨ªcil digerir la realidad de una instituci¨®n que fue modelo de gesti¨®n durante nueve d¨¦cadas, y que ahora se halla hundida en una debacle de final impredecible.
Porque el derrumbe futbol¨ªstico del Independiente ¨Cel cuarto de los cinco grandes de Argentina en bajar a la B y el segundo en dos a?os, tras la ca¨ªda del River en 2011- no es m¨¢s que la continuidad de un descenso econ¨®mico y moral que lleva alrededor de 15 a?os de larvado desarrollo, y el mejor ejemplo de c¨®mo se puede destruir un club.
Fundado en 1905 por los empleados m¨¢s j¨®venes de una tienda del centro de Buenos Aires a quienes no dejaban jugar en el equipo ¡°oficial¡± por razones de edad (de ah¨ª la reivindicaci¨®n de ¡°independencia¡± en el nombre), el Rojo creci¨® bajo el signo de la austeridad. A trav¨¦s de los a?os, sus dirigentes se ganaron fama de buenos pagadores. As¨ª, desde los 60 y hasta finales de los 80, entre los futbolistas circulaba una informaci¨®n vital: ¡°En Independiente se cobra menos que en otros sitios, pero siempre con puntualidad¡±. Entonces, no dudaban en responder a un llamado del club. Y como adem¨¢s la cantera proporcionaba materia prima de excelente calidad, la sala de trofeos crec¨ªa casi cada a?o.
Entre 1963 y 1995, Independiente conquist¨® 24 t¨ªtulos (9 locales y 15 internacionales), gan¨¢ndose el apodo de Rey de Copas y el respeto general gracias a un estilo de f¨²tbol que casi siempre privilegiaba la t¨¦cnica y la est¨¦tica. Pero a partir de all¨ª se inici¨® la hecatombe.
A finales de los 90, y coincidiendo con el cambio generacional en la c¨²pula dirigente, las costumbres empezaron a cambiar. Hijos de la ostentosa y corrupta era menemista en Argentina, los nuevos directivos del Rojo no hicieron m¨¢s que contagiarse del modelo imperante: comenzaron a dilapidar el patrimonio humano y econ¨®mico de la entidad a trav¨¦s de gestiones opacas y sin control. Se sucedieron las compras y cesiones de jugadores mediocres pagados como cracks, se despreci¨® las categor¨ªas formativas, y la hasta entonces desconocida palabra ¡®deuda¡¯ se asom¨® a las oficinas del club.
El nuevo siglo empeorar¨ªa las cosas. En 2001 asumi¨® el mando un grupo de socios procedentes de una facci¨®n secundaria de la barra brava. Ya no habr¨ªa marcha atr¨¢s. A?o tras a?o, y sobre todo durante la presidencia de Julio Comparada (2005-2011), actualmente denunciado ante la Justicia por m¨²ltiples irregularidades durante su gesti¨®n, los violentos fueron ganando espacio, e Independiente entr¨® en un interminable tobog¨¢n: los malos resultados se suced¨ªan, los buenos jugadores prefer¨ªan firmar por otros clubes menos belicosos y endeudados, y solo algunas campa?as aceptables fueron retrasando el inevitable final.
Las ventas en 2005 de Ag¨¹ero y Ustari, al Atl¨¦tico y el Getafe, fueron la ¨²ltima oportunidad para aliviar un d¨¦ficit que llev¨® al club a presentar convocatoria de acreedores
Las ventas en 2005 del Kun Ag¨¹ero y Oscar Ustari al Atl¨¦tico de Madrid y el Getafe, respectivamente, fueron la ¨²ltima oportunidad para aliviar un d¨¦ficit que llev¨® al club a presentar convocatoria de acreedores. Pero los delirios de grandeza de Comparada le llevaron a utilizar el dinero en la construcci¨®n de un nuevo estadio. La antigua Doble Visera, necesitada de restauraci¨®n, fue demolida casi por completo; y en su lugar se levant¨® el Libertadores de Am¨¦rica ¨Cnombre grandilocuente donde los haya-, en un proceso que oblig¨® a Independiente a vagar durante tres a?os por diferentes campos de Buenos Aires, y cuyo resultado fue nefasto. Hoy, el estadio sigue sin estar terminado y la deuda se multiplic¨® hasta los 60 millones de euros, cifra sideral para el depauperado f¨²tbol argentino.
La nueva comisi¨®n directiva comandada por Javier Cantero, que asumi¨® a finales de 2011, intent¨® ordenar el caos: quiso plantarle cara a la barra brava y poner orden en las cuentas, pero en ambos casos su ¨¦xito ha sido apenas relativo; y por otro lado, se mostr¨® incapaz de detener la sangr¨ªa deportiva.
La grada lateral del estadio que contin¨²a inhabilitada se apoya sobre la calle Ricardo Bochini, as¨ª llamada en homenaje al m¨¢ximo ¨ªdolo del club, 13 veces campe¨®n y emblema de aquella ¨¦poca dorada de los 70 y 80. M¨¢s que una casualidad es un s¨ªmbolo. Independiente, el viejo Rey de Copas, lleva demasiado tiempo d¨¢ndole la espalda a su historia: el descenso a Segunda es solo su esperable, l¨®gica y triste condena.
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