El d¨ªa que Ferguson atorment¨® a Mourinho
EL PAIS ofrece ¡®Llorar¡¯, el primer cap¨ªtulo del libro ¡®Prep¨¢rense para perder¡¯ (Ediciones B), escrito por el periodista Diego Torres
¡®Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un peque?o infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire.¡¯
Julio Cort¨¢zar. Pre¨¢mbulo a las Instrucciones para dar cuerda a un reloj
-?Ha llorado! ?Ha llorado¡!
El 8 de mayo de 2013 la gente que trabajaba para la empresa Gest?o de Carreiras de Profissionais Desportivos S.A., Gestifute, la compa?¨ªa de representaci¨®n m¨¢s importante del mundo de la industria del f¨²tbol, amaneci¨® en un estado de excitaci¨®n desconocido. Jos¨¦ Mourinho no paraba de llamar a los empleados. Sus interlocutores le hab¨ªan o¨ªdo sollozar ruidosamente y corr¨ªan la voz. El hombre m¨¢s temido de la empresa estaba demolido.
La noticia de que Sir Alex Ferguson hab¨ªa nombrado a David Moyes como su sucesor en el cargo de m¨¢nager del Manchester United provoc¨® un terremoto. El United, el club m¨¢s valorado del planeta por los inversores burs¨¢tiles, era el equivalente a la gran corona imperial del m¨¢rketing futbol¨ªstico, y su puesto de m¨¢nager, ocupado durante 28 a?os por un magn¨ªfico patriarca, ten¨ªa connotaciones m¨ªticas.
Los t¨¦rminos de la abdicaci¨®n de Ferguson eran el ¡®scoop¡¯ m¨¢s ansiado por los traficantes de secretos de la Premier. Hubo quienes se afanaron durante a?os preparando una trama de conexiones privilegiadas que les permitieran adivinar antes que nadie cu¨¢ndo se producir¨ªa la vacante. Jorge Mendes, presidente y propietario de Gestifute, trenz¨® con Old Trafford m¨¢s lazos que ning¨²n agente. Ning¨²n representante hizo negocios m¨¢s voluminosos ni m¨¢s raros con Ferguson. Nadie prepar¨® con m¨¢s cuidado a un delf¨ªn ni supo transmitir a los medios de comunicaci¨®n la idea de que exist¨ªa un sucesor predestinado. Si el efecto propagand¨ªstico profundiz¨® en la conciencia de un hombre, ese fue el propio aspirante. Mourinho, alentado por su abnegado agente, crey¨® que Ferguson era, adem¨¢s de un aliado, su amigo y padrino. Se convenci¨® de que les un¨ªa una relaci¨®n de genuina confianza. Pens¨® que su fabulosa colecci¨®n de t¨ªtulos, sus dos Copas de Europa, sus siete Ligas y sus cuatro Copas en cuatro pa¨ªses distintos, constitu¨ªan un aval inaccesible para todos los dem¨¢s pretendientes. Cuando supo que Ferguson hab¨ªa elegido a Moyes, el m¨¢nager del Everton, lo asalt¨® una espantosa incredulidad. ?Moyes no hab¨ªa ganado absolutamente nada!
Fueron las horas m¨¢s desgraciadas de Mourinho en su etapa como m¨¢nager del Real Madrid. Las sobrellev¨® entre el duermevela y la vigilia, pegado al m¨®vil en busca de aclaraciones, entre la noche del 7 y la ma?ana del 8 de mayo, metido en el hotel Sheraton Mirasierra. Hab¨ªa llegado por la tarde en su Audi plateado, acompa?ado de su hijo de 12 a?os, Jos¨¦ Mario, sin sospechar lo que se avecinaba. En la mu?eca izquierda luc¨ªa el reloj ¡®Mourinho CityEgo¡¯, modelo de la firma De la Cour valorado en unos 20.000 euros. La carcasa escond¨ªa una inscripci¨®n grabada en cristal de zafiro: ¡®I am not afraid of the consequences of my decisions¡¯.
Cuando supo que Ferguson hab¨ªa elegido a Moyes, lo asalt¨® una espantosa incredulidad. ?Moyes no hab¨ªa ganado absolutamente nada!
A Mourinho le fascinaban los relojes de lujo. No solo usaba los de la marca que patrocinaba. Los coleccionaba compulsivamente. Sosten¨ªa que en su mu?eca no pod¨ªa llevar cualquier objeto. Teorizaba sobre la necesidad ¨ªntima de que aquello que rozaba su piel fuese un instrumento ¨²nico. Distintivo.
Esa tarde se preparaba para concentrarse con el equipo antes de disputar la 36? jornada de Liga contra el M¨¢laga en el Bernab¨¦u. Lo embargaba la pesadumbre. Sab¨ªa que su reputaci¨®n de l¨ªder carism¨¢tico estaba da?ada y lo atribu¨ªa a su estancia en Chamart¨ªn. El comportamiento de los espa?oles le parec¨ªa agobiante, la organizaci¨®n del club jam¨¢s colm¨® sus expectativas, y estaba harto de sus futbolistas. Les hab¨ªa acusado de deslealtad ante el presidente, Florentino P¨¦rez, y para demostrarles su desprecio resolvi¨® no acompa?arlos en el autob¨²s del equipo y acudir al hotel por su cuenta. Separado de la plantilla en un gesto simb¨®lico. Le recibieron un grupo de hinchas radicales del grupo ¡®ultras sur¡¯, desplegando una pancarta de 20 metros junto a la entrada del Sheraton. ¡®Mou te queremos¡¯, pon¨ªa. Cuando el autob¨²s aparc¨® con la plantilla y los jugadores comenzaron a bajar, uno de los fan¨¢ticos, escondido tras la pancarta, expres¨® la sensaci¨®n que arraigaba en el sector m¨¢s violento de la afici¨®n.
-?Casillas! ?Deja de filtrar y vete a tomar por el culo!
La sospecha de que Casillas, el capit¨¢n y el futbolista m¨¢s representativo de la masa social madridista, era un filtrador y una mala influencia, hab¨ªa sido extendida por Mourinho en el seno del club y en los alrededores. Los empleados del Madrid y los asesores del presidente Florentino P¨¦rez aseguraban que el t¨¦cnico llevaba meses insistiendo en el car¨¢cter pernicioso del portero. Ciertos medios de comunicaci¨®n multiplicaron estas versiones sin que ninguna autoridad en el Bernab¨¦u se esforzara demasiado por contrarrestarlas. El debate atronaba en los reality-shows nocturnos, en los telediarios y en las tertulias radiof¨®nicas. Todo el mundo ten¨ªa una opini¨®n que emitir en p¨²blico menos Casillas. Su silencio fue suficiente para que una porci¨®n de los seguidores le diera por culpable. Para culminar su obra de descr¨¦dito, el m¨¢nager pronunci¨® una conferencia de prensa ese mismo mediod¨ªa insinuando que el portero intentar¨ªa manipular a los entrenadores para ganarse el puesto de forma ileg¨ªtima.
La sospecha de que Casillas, el capit¨¢n y el futbolista m¨¢s representativo de la masa social madridista, era un filtrador y una mala influencia, hab¨ªa sido extendida por Mourinho en el seno del club y en los alrededores
-Del mismo modo ¨Cdijo- que Casillas puede llegar y decir: ¡®a m¨ª me gusta un entrenador como Del Bosque, un entrenador como Pellegrini, un entrenador m¨¢s manejable como no s¨¦ qui¨¦n¡¡¯. ?Es leg¨ªtimo que lo diga! Yo como entrenador tengo legitimidad para decir: ?me gusta m¨¢s Diego L¨®pez! Y conmigo, mientras yo sea entrenador del Madrid, va a jugar Diego L¨®pez. ?No tiene historia!
El clima en el Sheraton era l¨®brego esa noche cuando desde Inglaterra comenzaron a circular rumores contradictorios sobre la retirada de Ferguson. Las p¨¢ginas del ¡®Mirror¡¯ y el ¡®Sun¡¯ ofrec¨ªan un panorama inquietante en Internet. El portugu¨¦s estaba seguro de que Sir Alex, en caso de tomar una decisi¨®n as¨ª, le llamar¨ªa, al menos para comunic¨¢rselo. Pero nada. Seg¨²n la gente que le prestaba apoyo log¨ªstico desde Gestifute, no recibi¨® ni un mensaje de texto. Durante horas lo embarg¨® una angustia incontenible. Estuvo haciendo llamadas hasta la madrugada para intentar confirmar los datos con periodistas y amigos brit¨¢nicos. Mendes lo supo inmediatamente pero no se atrevi¨® a decirle toda la verdad. No le quiso comunicar que jam¨¢s hab¨ªa tenido la m¨¢s m¨ªnima posibilidad. Fue otro empleado de Gestifute quien le anunci¨® que, definitivamente, Moyes era el sucesor.
Lo atorment¨® el recuerdo de la entrevista que Sir Bobby Charlton hab¨ªa concedido al ¡®Guardian¡¯ en diciembre. Los juicios del legendario ex futbolista y miembro del consejo directivo del United, le causaron gran incertidumbre. ¡°Un m¨¢nager del United no har¨ªa lo que ¨¦l le hizo a Tito Vilanova¡±, zanj¨® Charlton, evocando el dedo en el ojo, cuando le preguntaron si le ve¨ªa como un sucesor para Ferguson. ¡°Mourinho es realmente un buen entrenador, pero yo no ir¨ªa m¨¢s all¨¢¡±. Respecto a la cuesti¨®n de la admiraci¨®n que le profesaba el propio Ferguson, el veterano vino a decir que aquello era una f¨¢bula: ¡°A ¨¦l no le gusta demasiado¡±.
Mourinho prefiri¨® creer en las cosas que Ferguson le contaba a ¨¦l antes que dejarse agobiar por lo que un diario dec¨ªa que Charlton dec¨ªa. Pero aquella noche, la venerable figura de Sir Bobby asalt¨® su imaginaci¨®n con fuerza reveladora. Hab¨ªa cumplido 50 a?os y tal vez se le cruz¨® por la mente su condici¨®n mortal. Ya no habr¨ªa m¨¢s Manchester United para ¨¦l. No m¨¢s sue?os colosales. Solo la realidad. Solo el declive en Espa?a devorando su prestigio a cada minuto. Solo la mano tendida de Abramovich.
Por la ma?ana llam¨® a Mendes para que se pusiera en contacto con el United urgentemente. Hasta el final, quiso que su agente presionara al club ingl¨¦s en un intento de bloquear cualquier operaci¨®n. Fue un acto de desesperaci¨®n. Ambos sab¨ªan que Mendes hab¨ªa puesto a Mourinho en el mercado desde hac¨ªa un a?o. David Gill, el director ejecutivo del United, manten¨ªa conversaciones regulares con Gestifute y estaba al corriente de la disposici¨®n de Mourinho. Pero no le interesaba como m¨¢nager. A Mendes ya les hab¨ªan dicho en el oto?o de 2012 que la primera opci¨®n de Ferguson era Pep Guardiola. Le hab¨ªan explicado las razones. En Gestifute, el mensaje de un ejecutivo del United retumbaba como un tambor:
-El problema es que cuando a ¡®Mou¡¯ no le van bien las cosas, ¨¦l no hace pol¨ªtica de club. Hace pol¨ªtica de Jos¨¦.
Lo que m¨¢s espant¨® a Mourinho fue que la opini¨®n p¨²blica concluyera que hab¨ªa hecho el rid¨ªculo. Se sent¨ªa enga?ado por Ferguson y temi¨® que alguien pudiera dejar de tomarle en serio. Durante a?os, el aparato de propaganda que actuaba a su servicio hab¨ªa divulgado la idea de una amistad que ahora se revelaba como una imagen fantasiosa. Para darle coherencia a los hechos a la luz p¨²blica, los asesores de Gestifute le aconsejaron que dijera que ¨¦l ya lo sab¨ªa todo porque Ferguson le hab¨ªa llamado para informarle. El 9 de mayo, alguien de Gestifute se puso en contacto con el diario ¡®Record¡¯ para contar que Ferguson le ofreci¨® su corona a Mourinho hac¨ªa cuatro meses, pero que la rechaz¨® porque su mujer prefer¨ªa vivir en Londres, y que por eso hab¨ªa acabado por inclinarse por el Chelsea. Al mismo tiempo, Mourinho ofreci¨® una entrevista en Sky en donde declar¨® que Ferguson le mantuvo puntualmente al tanto de sus intenciones, pero que nunca le hizo esa oferta porque ¨¦l sab¨ªa perfectamente que quer¨ªa entrenar al Chelsea. Las contradicciones no estaban previstas.
Lo que m¨¢s espant¨® a Mourinho fue que la opini¨®n p¨²blica concluyera que hab¨ªa hecho el rid¨ªculo. Se sent¨ªa enga?ado por Ferguson y temi¨® que dejaran de tomarle en serio
Algo parecido a la depresi¨®n aplast¨® al m¨¢nager desde el fat¨ªdico 7 de mayo. Durante dos semanas desapareci¨® de la escena p¨²blica y pr¨¢cticamente no dirigi¨® la palabra a los jugadores. Por primera vez en a?os, espa?oles y portugueses coincidieron observ¨¢ndole desde la distancia, como quien vigila a un lun¨¢tico. El 17 de mayo deb¨ªan disputar la final de la Copa del Rey ante el Atl¨¦tico. La preparaci¨®n del partido les hizo prever lo peor. El resentimiento era pegajoso. Si Mourinho se sent¨ªa traicionado, la plantilla le ve¨ªa como a alguien cuya influencia pod¨ªa destrozar la carrera a cualquiera. ?Si hab¨ªa puesto en peligro a Casillas, el capit¨¢n m¨¢s formidable de la historia del f¨²tbol espa?ol, c¨®mo deb¨ªan sentirse los dem¨¢s? Un testigo que asisti¨® a los acontecimientos desde el interior de Valdebebas determin¨® una comuni¨®n diab¨®lica: a los futbolistas no les importaba perder para que perdiera Mourinho, y a Mourinho tampoco pues as¨ª perd¨ªan los futbolistas.
El 16 de mayo, el m¨¢nager se present¨® en el hotel de concentraci¨®n con un ¡®trivote¡¯ bajo el brazo. ¡®Trivote¡¯, en la jerga de los futbolistas, era el t¨¦rmino que defin¨ªa el modelo t¨¢ctico que Mourinho dec¨ªa haber inventado. Sus ejecutantes variaban seg¨²n diversas circunstancias. El plan, presentado en la pantalla mural del hotel, dispuso a los elegidos: Modric, Alonso y Khedira. Esto condicion¨® la ubicaci¨®n de ?zil, el jugador m¨¢s creativo, que fue desplazado a la derecha, a un puesto en donde se sent¨ªa aislado. Adelante situ¨® a Benzema y Cristiano. Atr¨¢s, a Essien, Albiol, Ramos y Coentr?o. En la porter¨ªa, a Diego L¨®pez.
Las charlas t¨¢cticas de Mourinho se hab¨ªan caracterizado por una inflamaci¨®n hipn¨®tica. El hombre vibraba. Cada idea que transmit¨ªa parec¨ªa proceder de lo m¨¢s vivo de su sistema nervioso. Ese d¨ªa no sucedi¨®. Llevaba tiempo aislado en su despacho, con los ojos hundidos, absorto, p¨¢lido, melanc¨®lico. Los jugadores dudaron. Algunos interpretaron pura indolencia; otros le vieron sencillamente perdido, como si dijera cosas que no comprend¨ªa.
-Parec¨ªa un holograma-, record¨® uno de los asistentes.
-Solo le falt¨® bostezar-, apunt¨® otro.
La sala se sumi¨® en un silencio tenso. El entrenador les estaba proponiendo sobre la pizarra hacer algo que no hab¨ªan practicado en toda la semana. Incomprensible, pero frecuente en los ¨²ltimos meses. Les indic¨® que, despu¨¦s de a?os poniendo en pr¨¢ctica este esquema, lo deb¨ªan tener tan asimilado que no necesitaban entrenarlo. Les bastar¨ªa con su explicaci¨®n para entender c¨®mo moverse en ataque. Como de costumbre, a ?zil le cayeron las consignas m¨¢s complejas. El alem¨¢n ten¨ªa que tapar la banda cuando el equipo no tuviera la pelota. Cuando la recuperaba, le mand¨® desplazarse al medio y asociarse con Modric.
Los jugadores entendieron que para ganar amplitud y profundidad lo l¨®gico habr¨ªa sido colocar a un extremo a la derecha, alguien como Di Mar¨ªa, dejar a ?zil en el eje, y retrasar a Modric a la posici¨®n de Khedira. Pero el m¨¢nager consider¨® que, puesto que Modric carec¨ªa del suficiente fondo f¨ªsico, necesitaba sostener el armaz¨®n defensivo con Khedira. La divergencia de criterios nunca fue expresada. Durante a?os la comunicaci¨®n entre el jefe y sus subordinados consisti¨® en una autopista de un solo sentido. En esa ocasi¨®n apenas hubo nada que decir. La charla fue fugaz. A los futbolistas no les qued¨® claro a santo de qu¨¦ hab¨ªa que reforzar defensivamente el centro del campo con Khedira, considerando que el Atl¨¦tico apenas iba a atacarlos. Pero se limitaron a obedecer.
La divergencia de criterios nunca fue expresada. Durante a?os la comunicaci¨®n entre el jefe y sus subordinados consisti¨® en una autopista de un solo sentido
La Copa, para el club con el presupuesto m¨¢s elevado del mundo, result¨® un prop¨®sito menor. Al conocer que disputar¨ªan la final en su campo, los directivos se acongojaron. Despu¨¦s de perder la Liga y la Champions, a la temporada le quedaba poco para ofrecer. Una final contra el Atl¨¦tico en Chamart¨ªn era la ocasi¨®n perfecta para sufrir m¨¢s p¨¦rdidas que beneficios. El chascarrillo circul¨® desde la obtenci¨®n de la clasificaci¨®n, cuando el equipo se impuso al Bar?a en el Camp Nou. Al presidente le oyeron decir que una final en el Bernab¨¦u contra el Atl¨¦tico era tan atractiva como ¡°un saco de arena¡±.
Los precios que establecieron los clubes y la federaci¨®n constituyeron un r¨¦cord. A pesar de la crisis econ¨®mica que aplastaba Espa?a, fue la Copa m¨¢s cara de la historia del f¨²tbol. Las entradas oscilaron entre los 50 y los 275 euros. Asistir a la FA Cup en Wembley cost¨® entre 53 y 136 euros. Las entradas para la Copa alemana se vendieron entre 35 y 125. En la Copa de Italia, el abanico se situ¨® entre 30 y 120. Esa tarde, como era previsible, en el Bernab¨¦u hubo asientos vac¨ªos.
Cristiano cabece¨® un c¨®rner lanzado por Modric y adelant¨® al Madrid (1-0) en el minuto 14. Siguiendo un manual de actuaciones que cumpl¨ªa tres a?os de antig¨¹edad, el equipo se repleg¨® para proteger su ventaja y cedi¨® el campo y la pelota a su rival. El panorama parec¨ªa inmejorable. El Madrid dispon¨ªa de la constelaci¨®n de jugadores m¨¢s costosa que jam¨¢s hab¨ªa reunido. Enfrente no le amenazaba el Atl¨¦tico de Schuster, Vizca¨ªno, Donato, Manolo y Futre, como en la final de 1992. Se trataba de Koke Resurrecci¨®n, Gabi Fern¨¢ndez, Mario Su¨¢rez, Falcao, Arda, y Costa. Durante una hora y media, ambos conjuntos se desafiaron de un modo extravagante. Se trat¨® de ver qui¨¦n era capaz de arregl¨¢rselas durante m¨¢s tiempo sin la pelota. Fue una competencia feroz. Se impuso el Atl¨¦tico, que rebaj¨® su tiempo de posesi¨®n al 40%. El Madrid tuvo el bal¨®n el 60% restante, pero no supo c¨®mo administrarlo porque Marcelo hab¨ªa sido marginado, Alonso estaba fatigado, ?zil sufr¨ªa fuera del radar y Khedira no ten¨ªa criterio para canalizar los ataques. El Atl¨¦tico se parapet¨® atr¨¢s y en dos fogonazos resolvi¨® el partido. Primero marc¨® Diego Costa, tras un error de Albiol en la marca que aprovech¨® Falcao. Despu¨¦s, en la pr¨®rroga, Miranda cabece¨® el 1-2, aprovechando un error en la salida de Diego L¨®pez.
Albiol hab¨ªa reemplazado a Pepe, descartado a la grada por insurgente. Pepe pidi¨® ¡°respeto¡± para Casillas y en respuesta fue depurado. En cuesti¨®n de horas el defensa pas¨® de ser el brazo derecho del m¨¢nager en el campo a convertirse en objeto de su juicio p¨²blico sumario. La aparici¨®n de Varane como estrella emergente fue la excusa. ¡°No es f¨¢cil para un hombre de 31 a?os, con un estatuto y un pasado, ser atropellado por un ni?o de 19 como Varane¡±, dijo Mourinho. ¡°Pero es ley de vida¡±.
Varane no pudo jugar la final por lesi¨®n. Sin embargo, Pepe vio el espect¨¢culo en la tribuna, cediendo el puesto a Albiol, que llevaba meses sin tener continuidad. Una parte del vestuario crey¨® reconocer en esta decisi¨®n la evidencia m¨¢s clara que Mourinho confeccionaba sus alineaciones en virtud de un oscuro c¨®digo de lealtad, aunque perjudicara para ello el funcionamiento del equipo.
Cuando el ¨¢rbitro expuls¨® a Mourinho por protestar, Pepe se descolg¨® hasta la zona de los banquillos y, vulnerando el reglamento, invadi¨® la zona t¨¦cnica. El hecho no tuvo precedentes. Acab¨® la final desplazando a Aitor Karanka, el ayudante del entrenador, y dando instrucciones a sus compa?eros desde la banda, como si fuera ¨¦l mismo el m¨¢nager. Nada que impidiera la victoria del Atl¨¦tico.
Aitor Karanka permaneci¨® confundido toda la velada. Su jefe abandon¨® el escenario y lo dej¨® solo. Rompiendo el protocolo, Mourinho no acudi¨® a recibir la placa con que el Rey Juan Carlos se dispuso a homenajear al entrenador del equipo perdedor. Quien subi¨® las escaleras al frente de los derrotados fue Karanka. Al verle, el monarca aferr¨® la pieza de plata y se volvi¨® hacia el presidente de la federaci¨®n espa?ola, ?ngel Mar¨ªa Villar, en busca de una aclaraci¨®n.
-?Se la doy a ¨¦ste?
Abochornado, Karanka recibi¨® la bandejita y Mourinho se present¨® en la sala de conferencias del estadio para pronunciar sus ¨²ltimas palabras como representante oficial del Madrid. Tres a?os de ret¨®rica de agitaci¨®n, estridentes alocuciones, sesiones de adoctrinamiento, amonestaciones, denuncias y entretenidos mon¨®logos, se interrumpieron con una confesi¨®n. No hab¨ªa c¨®mo ocultar que ese a?o no hab¨ªa ganado nada.
Nunca en la historia del Real Madrid hubo un entrenador m¨¢s poderoso ni m¨¢s desdichado; ni m¨¢s deseoso de rescindir su contrato con el club; ni m¨¢s feliz de poder poner fin a una aventura que se hab¨ªa convertido en un tormento.
-?sta es la peor temporada de mi carrera, dijo.
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