Rebelde, ¡®doncella¡¯ y pionera
Con solo 23 a?os, la inglesa Tracy Edwards se convirti¨® a bordo del 'Maiden' en la primera mujer que patrone¨® una tripulaci¨®n ¨ªntegramente femenina en la Whitbread Round the World Race
Sabe lo que es besar el cielo y tocar fondo. Sabe lo que es pasar de ser un icono, la abanderada de una causa que por entonces parec¨ªa perdida, a caer en la bancarrota y el olvido. En estos d¨ªas en los que el deporte femenino insiste en asomar la cabeza a base de resultados y sentido com¨²n, conviene bucear en la figura de Tracy Edwards (Berkshire, 1962). Ella fue la primera mujer que lider¨® una tripulaci¨®n ¨ªntegramente femenina en la Whitbread Round the World Race -ahora Volvo Ocean Race-. Lo hizo en la edici¨®n de 1989-1990. Tan testaruda era Tracy, tan convencida estaba de su objetivo, que vendi¨® su propia casa para poder adquirir una embarcaci¨®n destartalada, recomponerla y poder enviar as¨ª un mensaje al mundo.
Pese a que Clare Francis ya hab¨ªa sido patroneado el ADC Accutrac en la regata de 1977-1978, y a que muchas otras mujeres ya hab¨ªan experimentado la regata en tripulaciones mixtas, en el mundo de la vela exist¨ªa la opini¨®n generalizada de que las f¨¦minas no dispon¨ªan de la fuerza ni la destreza necesarias para competir en la ¨¦lite. Hasta que lleg¨® Tracy. Una chica guerrillera que a los 15 a?os fue expulsada del colegio por fumar y beber alcohol, que perdi¨® a su padre muy temprano y cuya madre, una bailarina de ballet, se ganaba la vida recorriendo el planeta con sus pasos. Ella, cocinera en barcos ch¨¢rter, decidi¨® tras un viaje a Grecia en el que qued¨® prendada por el mar seguir la estela de su progenitora, pero a trav¨¦s de una superficie mucho m¨¢s voluble que los escenarios.
Edwards vendi¨® su casa para comprar una nave destartalada, el 'Disque d'Or III', y poder competir con sus chicas
Tras un primer escarceo en 1985, a bordo de un Maxi compartido con hombres, sinti¨® una necesidad. ¡°Me di cuenta de que, de las 150 personas que particip¨¢bamos en la Whitbread, solo cinco ¨¦ramos chicas¡±, relat¨® en su d¨ªa; ¡°todos pensaban que era imposible que un grupo de mujeres naveg¨¢semos tanto tiempo juntas sin matarnos entre nosotras. No sab¨ªamos la respuesta, tal vez fuera as¨ª. Pero no, nos llevamos bien. Qu¨¦ digo bien: nos compenetramos realmente bien. Ten¨ªamos argumentos, no ¨¦ramos ovejas. Ten¨ªamos muy buenas ideas sobre c¨®mo navegar. Las barreras y el peligro estaban ah¨ª fuera. No ¨¦ramos nosotras, sino el oc¨¦ano y el resto de equipos¡±.
A contracorriente, Edwards compr¨® el Disque d'Or III. Un barco de 58 pies de eslora, empleado por Pierre Fehlmann en la edici¨®n de 1981-1982. Termin¨® en cuarta posici¨®n. Obcecada, Tracy vaci¨® su caja fuerte, lo enderez¨® y finalmente, sobre la bocina, logr¨® el patrocinio que tanto se le resist¨ªa -m¨¢s de 300 empresas le negaron su apoyo- gracias a la Royal Jordania Airlines. Tambi¨¦n se gan¨® el madrinazgo de Sarah Ferguson, la duquesa de York, que denomin¨® a la nave Maiden (Doncella) en una ceremonia celebrada en el r¨ªo Hamble, en la costa sur de Inglaterra. Y aquella nave vol¨®. Con solo 23 a?os, Edwards y las suyas bordearon el Cabo de Hornos, el lugar que algunos se?alan como fin del mundo; vencieron en la etapa m¨¢s dura de la regata, desde Punta del Este, a trav¨¦s del Pac¨ªfico Sur, hasta Fremantle; y se adjudicaron tambi¨¦n la tercera. Contra todo pron¨®stico, esa embarcaci¨®n finaliz¨® en el segundo caj¨®n del podio. El mejor resultado de un equipo brit¨¢nico desde 1977.
Los ¨²ltimos d¨ªas fueron horribles, lloramos mucho. Ninguna quer¨ªa bajar del barco"
¡°Al final de la carrera, ninguna de nosotras quer¨ªamos que terminase¡±, recordaba despu¨¦s la intr¨¦pida Tracy, la mujer que nunca se dio por vencida, que super¨® los mareos cr¨®nicos para poder cumplir un sue?o y reivindicar el estatus de la mujer en el deporte, en la vela, en el mar; ¡°por eso los ¨²ltimos d¨ªas fueron horribles. Lloramos mucho. Nos pasamos un mont¨®n de tiempo hablando de las experiencias que hab¨ªamos tenido y de lo que hab¨ªamos aprendido. Fue algo muy especial. Al llegar, ninguna quer¨ªa bajar del barco¡±.
El Maiden y Tracy coparon las portadas de peri¨®dicos de todo el mundo. La inglesa fue designada mujer deportista del a?o y recibi¨® la Orden del Imperio Brit¨¢nico. En 1999, cuando tuvo a su hija Mackenna, abandon¨® la competici¨®n y se dedic¨® a impulsar proyectos en Oriente Medio. Uno de ellos, en Qatar, le hizo perder todo su dinero en 2005. Tracy, que estuvo a punto de perder la vida al nacer del rev¨¦s, con el cord¨®n umbilical asfixi¨¢ndole el cuello, y que pudo quedarse inv¨¢lida a los 30 a?os, cuando recibi¨® la tremebunda coz de un caballo, volvi¨® a levantarse. Hoy d¨ªa, afincada en Londres, es una gran oradora. Ha dado forma a dos libros (Maiden, c¨®mo no, y Vivir cada segundo) y sigue adelante gracias al coaching y las ponencias sobre gesti¨®n de grupos y liderazgo. ¡°Solo temo hacerme mayor y no poder hacer las cosas por m¨ª misma¡±, admite. La doncella que volatiliz¨® el t¨®pico nunca se rinde.
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