La iglesia de la pelota redonda
No son inmutables, como los del Vaticano; los santos futboleros suben y bajan
![Seguidores del Liverpool en Anfield.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/5RLWTQKARXF5ADFIB5ERO2VXVE.jpg?auth=dc3a34a25e21ae899c2dfb243e2ac19a588706dc831517790d764621dba3013c&width=414)
¡°La religi¨®n, el sistema de doctrinas y promesas que, con envidiable exhaustividad, explica los enigmas de este mundo¡± Sigmund Freud.
Los resultados de un par de encuestas publicadas esta semana confirman hasta qu¨¦ punto el f¨²tbol ha suplantado a la religi¨®n en la vida espiritual de los pa¨ªses donde se disputan las grandes Ligas del mundo. Un sondeo de 1.201 aficionados en Inglaterra descubri¨® que tres cuartos de ellos cambiar¨ªan de religi¨®n antes de cambiar de equipo, mientras que solo la d¨¦cima parte se plantear¨ªa hacer lo contrario. Otro sondeo, a nivel mundial, demostr¨® que la regi¨®n donde la religi¨®n juega el papel menos importante en la vida de los ciudadanos es, con diferencia, Europa Occidental.
Seg¨²n la segunda encuesta, hecha por la prestigiosa empresa WIN/Gallup International, de los nueve pa¨ªses en los que la religi¨®n incide menos en la poblaci¨®n, seis son europeos, uno de ellos Espa?a. Gran Breta?a tambi¨¦n est¨¢ entre los puestos m¨¢s bajos de la tabla. Podemos estar bastante seguros que si la primera encuesta se hiciera en Espa?a los resultados ser¨ªan parecidos a los de Inglaterra, que solo una minor¨ªa contemplar¨ªa la posibilidad de cambiar de equipo antes que de religi¨®n. Para bien o para mal, as¨ª las cosas. Vivimos en Europa en tiempos pos-religiosos e incluso pos-ideol¨®gicos. El comunismo hizo lo que pudo para vendernos la idea de que ¨¦ramos todos esencialmente bondadosos y solo con vencer al Satan¨¢s de la propiedad privada lograr¨ªamos conquistar el cielo en la tierra. Los hechos han demostrado que, pase lo que pase, la envidia, la codicia, la agresividad y el odio seguir¨¢n siendo componentes imperecederos de la condici¨®n humana.
Especialmente conmovedor, y por eso atrae a tantos disc¨ªpulos en todo el mundo, es el coro celestial de Anfield
Pero tampoco se extingue el deseo de la especie de pertenecer a un colectivo unido en una causa por la sensaci¨®n que nos da de trascendencia y de protecci¨®n contra la soledad y el desamparo. Esto lo ofrecen hoy en d¨ªa el nacionalismo y el f¨²tbol. Viendo lo que est¨¢ ocurriendo actualmente en, por ejemplo, Rusia y Ucrania, el f¨²tbol parece ser la opci¨®n menos insalubre.
Igual que las religiones, el f¨²tbol tiene sus liturgias, sus jerarqu¨ªas, sus santorales. Un caso extremo de liturgia futbolera lo ofrece la Iglesia Maradoniana en Rosario, Argentina. Celebran misas que imitan paso a paso la eucarist¨ªa cat¨®lica, solo cambiando los nombres de Dios Padre y Dios Hijo por el del Dios argentino. Pero, de manera menos visiblemente hereje, todos los clubes tienen sus rituales, expresados en sus particulares c¨¢nticos, su vestimenta y sus frases sagradas, como ¡°m¨¦s que un club¡± o ¡°esp¨ªritu de Juanito¡±. Especialmente conmovedor, y por eso atrae a tantos disc¨ªpulos en todo el mundo, es el coro celestial de Anfield, el estadio del Liverpool. O¨ªr a las multitudes ¡°rojas¡± cantar You'll never walk alone antes de un partido pone la piel de gallina a todos los que lo presencian en directo o en televisi¨®n porque ofrece una visi¨®n fugaz de un mundo mejor, fraternal y solidario.
En cuanto a las jerarqu¨ªas, ah¨ª est¨¢n en sus trajes oscuros, en los lugares privilegiados que ocupan en los altares los directivos de los clubes, los arzobispos y los cardenales del f¨²tbol. Algunos van y vienen, otros se quedan m¨¢s tiempo que un pont¨ªfice en el Vaticano. Pero nadie ocupa puestos m¨¢s elevados en los sentimientos de los fieles que los santos, aquellos jugadores especiales, muertos o vivos, que lucen o han lucido los colores de las diferentes iglesias futboleras. No son inmutables, como los que nombra el Vaticano; los santos futboleros suben y bajan de sus pedestales. Se beatifican pero, a no ser que se retiren en la gloria, siempre son vulnerables a la excomuni¨®n. Tienen la obligaci¨®n de mantener su compromiso espiritual partido tras partido. Si no, se empieza a dudar de ellos, se los puede tachar de pecadores, como ocurre ¨²ltimamente con San Leo Messi, cuya devoci¨®n a la causa se cuestiona de repente entre los Tom¨¢ses dubitativos del templo cul¨¦. Esto es sano. Agrega un componente democr¨¢tico al ejercicio del culto que quiz¨¢ envidie el Papa Francisco, hincha del San Lorenzo de Almagro, en su ardua labor de renovar la Iglesia cat¨®lica. Ahora, lo que no deber¨ªa hacer ni el Papa ni ning¨²n otro l¨ªder eclesi¨¢stico es hacer una encuesta que pretenda comparar la exaltaci¨®n de los fieles cuando juegan sus equipos con su compromiso espiritual cuando oyen misa. Las posibilidades son demasiado altas de que salga ganando la iglesia de la pelota redonda. Por goleada.
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