De Vallecas al cielo de Europa
El Athletic golea al conjunto de Paco J¨¦mez y asegura el cuarto puesto que da acceso a la Liga de Campeones
Teor¨ªas aparte, los objetivos elevan la moral. A fin de cuentas, la vida se construye a base de objetivos y el f¨²tbol no circula en sentido contrario. Al Athletic, con velocidad de crucero, le quedaba un objetivo, y no de los peque?os, y el Rayo, con un sprint largu¨ªsimo, hab¨ªa llegado a su destino, no menos peque?o. La Champions para uno y la permanencia para otro eran estanques dorados de una carrera de fondo. El Athletic ten¨ªa tres etapas para alcanzar la meta, pero nadie avanza con el freno de mano echado, as¨ª que pis¨® el acelerador en Vallecas, donde reina la camarader¨ªa entre ambas aficiones (unos tres mil rojiblancos poblaron sus gradas) y se escap¨® como un routier en una cl¨¢sica ciclista belga: a pedaladas profundas para regresar 16 a?os despu¨¦s a la previa de la Liga de Campeones.
RAYO VALLECANO, 0; ATHLETIC, 3
Rayo Vallecano: Rub¨¦n; Arbilla, Z¨¦ Castro, G¨¢lvez (Seba Fern¨¢ndez, m. 68), Nacho; Trashorras, Sa¨²l; Rochina (Embarba, m. 38), Bueno (Longo, m. 77), Falque; y Larrivey. No utilizados: Cobe?o; Baena, Adri¨¢n y Mojica.
Athletic: Iraizoz; Iraola, San Jos¨¦, Laporte, Balenziaga; Iturraspe, Mikel Rico; De Marcos, Ander Herrera (Erik Mor¨¢n, m. 83), Susaeta (Guillermo, m. 88); y Aduriz (Toquero, m. 84). No utilizados: Herrer¨ªn; Etxeita, Albizua y Be?at.
Goles: 1-0. M. 20. San Jos¨¦. 2-0. M. 30. De Marcos. 3-0. M. 74. Ander Herrera
?rbitro: Fern¨¢ndez Borbal¨¢n. Amonest¨® a Larrivey, Arbilla, Sa¨²l, Z¨¦ Castro y Aduriz.
Unos 15.000 espectadores en Vallecas.
Por si el Rayo no le procuraba otras alegr¨ªas, los Bukaneros inundaron de papeles, al modo argentino, el ¨¢rea que iba a defender Iraizoz hasta convertirla en una playa de papel. As¨ª que el asunto se demor¨® un cuarto de hora, el tiempo que se tard¨® en que reapareciera el verde bajo aquella enorme servilleta. Cuando eso ocurri¨®, Rayo y Athletic se dedicaron a reducir el campo a una franja central, dejando por detr¨¢s praderas inh¨®spitas que convert¨ªan a los porteros en llaneros solitarios. En esos casos o se posee una calidad t¨¦cnica superlativa o el juego se hace largo. Y se hizo largu¨ªsimo, con los dos equipos queriendo clavar el cuchillo en la espalda de la defensa, algo m¨¢s propicio para la muchachada de Valverde que para la de J¨¦mez.
El f¨²tbol en esas condiciones se hace impreciso. El del Rayo porque el Athletic no le dejaba salir de la cueva andando, sino volando, y eso anulaba tanto a sus dos medios centros como a sus dos extremos. El del Athletic, porque no le cog¨ªa la medida al campo: los pases eran largu¨ªsimos y cuando se acortaban se perd¨ªan. El Rayo se desesper¨® al perder su nombre y su apellido y el Athletic se creci¨®.
Sabido es que los c¨®rners en el Athletic hist¨®ricamente se celebran como un gol, siguiendo el viejo estilo ingl¨¦s. A los veinte minutos, Susaeta lo sac¨® tocado, con la espiral habitual, y Rub¨¦n se fue a dar un paseo por el ¨¢rea, entre una nube de futbolistas. El error del portero del Rayo no desmereci¨® el golazo de San Jos¨¦, rematando de espuela y poniendo el cuerpo en la posici¨®n perfecta para embocar el gol. Todas las carencias en el juego a¨¦reo del Rayo se cosieron en esa jugada. Tampoco se anudaron diez minutos despu¨¦s en otro saque de esquina, tambi¨¦n obra de Susaeta, que los franjirrojos defendieron inicialmente bien pero dejaron el posible rechazo m¨¢s abierto que el mar. Y por all¨ª naveg¨® pl¨¢cidamente De Marcos para colar el bal¨®n entre el cuerpo de Rub¨¦n y la hierba.
Los goles igualaron la placidez de objetivos de ambos equipos, pero para entonces el Athletic ya le hab¨ªa puesto el escudo y la firma al partido, y los grilletes al Rayo, donde Bueno, Trashorras o Rochina (sustituido a la media hora, made in J¨¦mez) eran trashumantes sin destino. La estrategia del Athletic fue perfecta, llena de solidaridad y repartiendo los m¨¦ritos en todo el colectivo: sin tenores protagonistas (pudo ser San Jos¨¦ por su gol, Susaeta por su toque, Iturraspe por su colocaci¨®n), el coro tuvo todos los colores posibles de voz. Si acaso, elev¨® la voz Herrera para hacer el tercero en un libre directo que se fue de poste a poste acariciando la red. Vallecas, m¨¢s rojiblanco que nunca, en todos los sentidos, se convirti¨® en la puerta de entrada al jard¨ªn europeo. En la banda del Athletic, alguien reaviv¨® recuerdos y nostalgias. Era Andoni Imaz, delegado del equipo, cuyo gol en Tbilisi en 1998 permiti¨® el acceso a la fase de grupos. El tiempo pasa.
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