Qu¨¦ aprender del ¡®caso Sterling¡¯
Hoy me despierta la indignaci¨®n. Donald Sterling, el propietario de los Clippers, ha tenido un comportamiento racista. Pongo la grabaci¨®n y oigo a un hombre de 80 a?os decirle a su amante mestiza que puede tener todo el sexo que quiera con negros mientras no lo difunda por el mundo. ¡°La cultura¡±, dice, no est¨¢ preparada para ello.
Desde luego, el hombre de la grabaci¨®n no es alguien con quien me gustar¨ªa tomarme una cerveza. Es rico y arrogante, y, en general, parece un mal tipo. Tambi¨¦n est¨¢ claro que la mujer con la que est¨¢ es insulsa, boba y probablemente una cazafortunas, como dice la expresi¨®n. Apreciar¨ªa m¨¢s el mundo si no supiese que existen.
Volviendo a la indignaci¨®n. Veo c¨®mo la gente califica los actos de este hombre de abominables, depravados, aborrecibles. La cosa contin¨²a durante tres d¨ªas. Entonces, el comisario de la NBA, Adam Silver, sube a la tribuna, y, con voz vibrante por su reci¨¦n adquirida autoridad, expulsa a Sterling de la NBA. Acto seguido estalla el j¨²bilo. Nos hemos salvado de un malvado. Se ha hecho justicia, y, adem¨¢s, r¨¢pidamente. Estamos curados.
No creo que Donald Sterling sea una buena persona. Pero s¨ª creo que es importante ser capaces de imaginarnos a nosotros mismos en el lugar del otro.
Solo hay un problema: con el af¨¢n por castigar a Donald Sterling se olvid¨® que el prop¨®sito de este asunto no deber¨ªa haber sido castigar a Donald Sterling. El prop¨®sito deber¨ªa haber sido avanzar como personas, hacernos m¨¢s tolerantes a las diferencias raciales y entender mejor nuestras propias ideas sobre la raza.
No se equivoquen: no creo que Donald Sterling sea una buena persona. Pero s¨ª creo que es importante ser capaces de imaginarnos a nosotros mismos en el lugar del otro. Al fin y al cabo, ese tendr¨ªa que ser el objetivo expl¨ªcito de la mayor¨ªa de la gente ¡°tolerante¡±. Entonces, ?qu¨¦ estoy diciendo? ?Que me gustar¨ªa que hubi¨¦semos podido reformar a Donald Sterling? No. Donald Sterling no se reformar¨ªa. Pero en alg¨²n lugar del mundo hay un hombre o una mujer cuyas ideas sobre la raza podr¨ªan haber cambiado si, en vez de gritar a Sterling, le hubi¨¦semos hecho algunas preguntas.
Personalmente, me gustar¨ªa ser capaz de ver el mundo a trav¨¦s de un prisma perfectamente tolerante; poder dejar de lado las ideas preconcebidas y los prejuicios para pensar que todo el mundo es exactamente igual independientemente de la raza, la religi¨®n, el g¨¦nero o la estatura. Tambi¨¦n s¨¦ que no soy tan perfecto.
Y s¨¦ que la mayor parte de la gente es como yo. Cuando se trata de nuestras concepciones acerca de los que son diferentes de nosotros, a la mayor¨ªa nos vendr¨ªa bien una mano amiga, alguien que nos guiase hacia un debate razonado de nuestros puntos de vista sobre esas diferencias y por qu¨¦ son tan absurdos.
Pero en esta ocasi¨®n no lo hemos hecho. En cambio, hemos sacado las antorchas, hemos marchado hacia la casa, hemos gritado hasta que el hombre ha salido, y le hemos abierto la cabeza.
Claro que s¨ª, luego nos sentimos mejor con nosotros mismos. Hemos dado una buena impresi¨®n a nuestros iguales. Pero no hemos ayudado a aquellos que m¨¢s lo necesitaban: los que podr¨ªan haber aprendido algo bueno de alguien tan malvado.
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