El s¨ªndrome de la tercera semana
Ulissi aprovecha la prudencia de los favoritos para ganar en las monta?as de Pantani su segunda etapa
En territorio Pantani, y en donde tambi¨¦n triunf¨® a?os ha Julio Jim¨¦nez y Fuente hizo doblar la rodilla a Merckx, en un paisaje de colinas abruptas como el diente de un tibur¨®n, que dice, po¨¦tico, Claudio Gregori, desde las que a lo lejos se ven monta?as, cocorotas de granito desnudo con un mech¨®n blanco de nieve, habr¨ªa sido hermoso que ganara Juli¨¢n Arredondo, un colombiano bajito como El Pirata, menos estilizado, seguro, y m¨¢s bruto a la hora de machacar los pedales, tambi¨¦n, pero con la misma determinaci¨®n, la misma voluntad y convencimiento de que en las monta?as hay que viajar solo.
O si no, ya que lo de Arredondo fue imposible ¨Ctodo el d¨ªa en fuga, el colombiano del Trek fue alcanzado a dos kil¨®metros de la cima del Montecopiolo (que no es el nombre de la cima, sino de la comarca: la cima es la ermita de la Madonna del Faggio) primero por el contraatacante Rolland, el hombre del Alpe d¡¯Huez, y luego por el pelot¨®n--, tampoco habr¨ªa estado mal que ganara Mikel Landa, un alav¨¦s que se hizo ciclista viendo por la tele y admirando a Iban Mayo y que cuando ataca lo hace como El Pirata. Pero tampoco. A por Landa, que atac¨® a poco m¨¢s de un kil¨®metro para la llegada, fue directamente Cadel Evans, que no est¨¢ para regalos, aunque para entonces, dado el hundimiento previsto de Mathews, ya hab¨ªa heredado de su compatriota de Canberra la maglia rosa de l¨ªder (12 a?os despu¨¦s de vestirla por primera vez y perderla tras tremenda p¨¢jara en el Passo Coe), y no necesitaba m¨¢s. ¡°Evans lo quiere todo¡±, dijo Landa, que es del Astana, otro equipo destrozado en la ca¨ªda de Montecassino (y Scarponi, su l¨ªder herido en un costado, perdi¨® ayer casi 10 minutos: les queda el sardo Aru, fino como una sardina, y joven). ¡°Lo veo demasiado ambicioso¡±.
Y ya puestos, tampoco habr¨ªa sido feo que ganara Dani Moreno, el amigo de Purito y Vicioso, que seguramente se habr¨ªa conmovido emotivo, pero su ataque a 400 metros fue fruto de una sobrevaloraci¨®n de sus fuerzas y se convirti¨®, sin m¨¢s, en el trampol¨ªn que aprovech¨® el sorprendente ganador final, Diego Ulissi, que aunque italiano (toscano de la roja Livorno) no ser¨¢ nunca ni un escalador ni mucho menos un Pantani, todo lo m¨¢s un Saronni.
Ulissi, un ciclista con coraz¨®n de clasic¨®mano, entrenado, como Betancur, por Michele Bartoli, y que ya gan¨® el mi¨¦rcoles en Viggiano, adem¨¢s, tiene un pelo magn¨ªfico, suave, sedoso, y se le ve por los hoteles mir¨¢ndose en todos los espejos y retoc¨¢ndoselo, vi¨¦ndose guapo. Su victoria, al sprint sobre un grupo de 20 con todos los favoritos salvo el doliente Scarponi, refleja aparte de su belleza especular lo que ya se conoce en el Giro como el s¨ªndrome de la tercera semana, que es tan dura que nadie ve sentido en atacar estos primeros d¨ªas de monta?a no sea que despu¨¦s se sufra la carencia de fuerzas. ¡°Aunque yo no lo temo¡±, dijo Evans, firme en el liderato, con 57 segundos sobre Ur¨¢n y 1m 45s sobre Quintana, octavo, cerrando una horquilla en la que tambi¨¦n entran los j¨®venes Kelderman, Majka (los ¡°m¨¢s peligrosos¡±, seg¨²n Evans) y Aru. ¡°Creo que a¨²n no he alcanzado mi mejor forma, sigo mejorando con los d¨ªas. Y si al final perd¨ª 2s con Quintana no fue porque este fuera m¨¢s fuerte, sino por un error t¨¢ctico m¨ªo¡¡±.
Cuando Ventoso, que es en el Movistar el escudo de Quintana, el viernes destroz¨® el asfalto de Foligno con una ca¨ªda dura a tres kil¨®metros de la meta, se qued¨® tendido en el suelo, encogido, como el torero al que ha cogido el toro, temiendo quiz¨¢s que le atropellaran otros ciclistas. O no. ¡°No, tem¨ªa sencillamente que con mi ca¨ªda se hubiera ido al suelo tambi¨¦n Nairo. No me lo habr¨ªa perdonado nunca¡¡±, dice Ventoso, que quiere tanto a su l¨ªder, como todos sus compa?eros, que a veces sobreact¨²an tambi¨¦n, como hoy, en la subida a la Carpegna que los Movistar enfilaron como un sprint hasta que Arrieta, el director, les dijo que frenaran, que solo se trataba de entrar bien en el estrecho puerto.
Para entonces ya estaban secos, lo que dej¨® solo, sin compa?eros, a Quintana en las dos ¨²ltimas subidas. Pero el colombiano, el hombre que piensa mirando el horizonte, no mir¨¢ndose a los pies, se supo manejar como un maestro, y hasta ense?¨® su rueda trasera al ¡°abuelo Evans¡±, as¨ª le llama, cari?osamente, en el sprint final.
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