Un Bernab¨¦u de locura
El estadio, lleno hasta la bandera de aficionados que siguieron la final en las pantallas, emula las grandes noches europeas para empujar al equipo
La tarde de la D¨¦cima empieza en una pecera. Un espacio a rebosar, donde se respira con dificultad pero con ¨¢nimo, donde nadie est¨¢ triste y los chavales se miran como si fueran a subirse a una monta?a rusa, unos con sus padres, otros de la mano de sus hermanos. Hormiguean y bullen sus peque?as cabezas madridistas y cada dos por tres se canta, al ritmo de la percusi¨®n que algunos ponen golpeando las paredes del habit¨¢culo. Otros sonr¨ªen y se aprietan, hablan al o¨ªdo o a gritos, aqu¨ª no hay t¨¦rmino medio. Las bufandas abanican y dispersan el vapor casi blanco que empa?a los cristales. "C¨®mo no te voy a querer, c¨®mo no te voy a querer", cantan los cl¨¢sicos, que reciben r¨¢pida r¨¦plica de los innovadores: "Oti oti oti, Carlo Ancelotti". Hace un calor infernal en el vag¨®n de la l¨ªnea diez del Metro, y los madridistas embarcan a decenas, lanz¨¢ndose al interior del tren como si fuera el ¨²ltimo de sus vidas. Van directos al Bernab¨¦u, a vivir en su templo el partido m¨¢s deseado.
Ya en el estadio, desierto de jugadores, el speaker, el humorista Miki Nadal, empieza a calentar el ambiente: "No queda nada, no queda nada", grita por su altavoz a escasos minutos del comienzo. En el centro del terreno de juego se alza un cubo de pantallas gigantes en las que se televisar¨¢ el partido. Se proyectan ahora im¨¢genes b¨ªblicas del madridismo: la volea de Zidane en Glasgow, el gol de Ra¨²l ante el Valencia, Mijatovic corriendo fuera de s¨ª para celebrar su tanto ante Peruzzi.
Se proyectan im¨¢genes b¨ªblicas del madridismo: la volea de Zidane en Glasgow, el gol de Ra¨²l ante el Valencia, Mijatovic fuera de s¨ª celebrando su tanto ante Peruzzi
El sol baja y entra ya el directo de Lisboa. Nadie se extra?a al ver un estadio contenido en otro, Da Luz dentro del Bernab¨¦u, iluminado para m¨¢s de 70.000 personas en las cuatro pantallas instaladas en el c¨¦sped de Chamart¨ªn. La pitada es infinita cuando aparecen los rojiblancos en el t¨²nel de vestuarios, la hinchada trata de emular las recurrentes noches europeas: "Ya estamos todos aqu¨ª, animando al Real Madrid", rezuma energ¨ªa el estadio. Mientras, Filipe Luis reza en la pantalla. Todas las miradas posadas en el cubo, los jugadores parecen traspasar la retransmisi¨®n y duplicarse, aumentada su dimensi¨®n entre Lisboa y Madrid, y el bal¨®n empieza a correr.
El primer "uy" llega tras un tac¨®n de Benzema al que Bale no llega, acci¨®n que suelta a¨²n m¨¢s las gargantas: "C¨®mo no te voy a querer, c¨®mo no te voy a querer", clama la multitud. El ruido crece cuando el plano se cierra sobre Ramos, y se multiplica cuando se va del campo Diego Costa, que no aguanta el ritmo a pesar de su tratamiento con placenta, asunto que provoca ciertas mofas. "Por ponerte tonter¨ªas", dice un chaval acodado en la barra del grader¨ªo, pipas en mano. Si aparece la hinchada antagonista en pantalla el bramido es ensordecedor, como si los rojiblancos estuvieran presentes en alg¨²n anfiteatro rec¨®ndito del Bernab¨¦u. Se desata otra tormenta ("Fuera, fuera") contra Ra¨²l Garc¨ªa tras una segada a Di Mar¨ªa, que enfilaba puerta como un cohete. Koke aparece ahora, plano corto, niega otra falta, y se lleva una nueva descarga de decibelios.
Un pico de tensi¨®n entonces: Bale est¨¢ solo y la tiene franca en la zurda. Recorre el Bernab¨¦u una electricidad ante la inminencia del gol, pero el gal¨¦s marra la ocasi¨®n. La oportunidad perdida flota sobre el campo, pero cuando Gareth aparece otra vez en pantalla se lleva un aplauso curativo, nadie hace escarnio del error. El testarazo de God¨ªn, en cambio, s¨ª cambia el clima, y con ¨¦l irrumpe el fr¨ªo polar. El gol siembra la confusi¨®n antes de ser asimilado. ?Falta, quiz¨¢ fuera de juego? Da igual, en el cubo luminoso ya est¨¢n los jugadores del Atl¨¦tico retozando y celebrando sobre el c¨¦sped de Da Luz, y s¨ª, es el 0-1. Quedan diez minutos para que acabe la primera parte que pasan desangelados, con el viento arreciendo en las gradas altas del estadio. "Si se puede, si se puede", trata de reanimar la grada.
Bale tiene otra y la gente se mira incr¨¦dula, algunos cargan contra ¨¦l: "Ha tenido tres ya, tres"
Corre el segundo acto, y Marcelo e Isco se abrazan, salen al campo conjurados, los minutos pasan volando. Cristiano provoca dos sufridos "casis", uno de falta y otro de cabeza. Bale tiene otra y la gente se mira incr¨¦dula, algunos cargan contra ¨¦l: "Ha tenido tres ya, tres". Vuelve el "s¨ª se puede" entre gestos de angustia, los hinchas se abrazan unos a otros, rezan, botan para combatir el mal momento. La ira cae contra el ¨¢rbitro en una posible falta sobre Marcelo. El Bernab¨¦u empuja m¨¢s que nunca y en las pantallas solo cabe una ofensiva total, un morir o matar. "?Penalti!", exclaman, cuando Morata cae en el ¨¢rea en el minuto 87. Se cumple el tiempo y se a?aden cinco.
Sucede a solo dos minutos de que la Copa se escape. Ramos aparece cortando el aire y la clava de cabeza. El estadio explota, unos se tiran encima de otros, el estruendo deja t¨ªmpanos temblorosos. "Hasta el final, vamos Real", corea la grada en ¨¦xtasis. La prorroga se celebra como si la D¨¦cima estuviera ya ganada. Miki Nadal azuza a la multitud y suena We will rock you. Se berrea entonces a garganta partida, algunos tocan la guitarra con el palo de una bandera, los selfies caen por doquier. Durante un momento la pantalla parece una prolongaci¨®n del Bernab¨¦u, las mismas bufandas elev¨¢ndose aqu¨ª y en el cielo de Lisboa. Termina la primera parte de la pr¨®rroga y ahora es el Heroes de Bowie. En la reanudaci¨®n, un argentino rompe por banda y tira con el alma, y el rechace de Courtois lo caza Bale de cabeza. El estadio se derrumba y retumba el grito de "GOOOOL", un sonido que se prolonga durante casi un minuto, subiendo y bajando de tono, estremeciendo a la concurrencia. Y luego, poco despu¨¦s, la gente llora y r¨ªe a la vez con la puntilla de Marcelo, y grita y baila juguetona con el penalti de Cristiano.
El d¨ªa de la D¨¦cima una felicidad planetaria uni¨® a los madridistas del Bernab¨¦u con los de Da Luz, que fueron observados desde Madrid mientras sufr¨ªan, gritaban y vibraban, iguales todos a trav¨¦s de las pantallas, a trav¨¦s de un gigantesco cubo de luz.
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