Am¨¦rica para los sudamericanos
Sabemos que Inglaterra es la madre del f¨²tbol, pero nosotros seguimos pensando que somos el padre aunque alguien crea que esta imagen pero resultar algo irreverente. Y as¨ª es
Un Mundial en Brasil suena hasta redundante: f¨²tbol y f¨²tbol. Pero suena bien. Un pa¨ªs que incorpor¨® el ritmo y la belleza a su estilo de vida, que le arranc¨® todos los secretos a la pelota y que hizo del f¨²tbol un lugar de encuentro de su diversidad racial, tiene la obligaci¨®n de organizar un Mundial fascinante.
Venimos de una hermosa influencia. Hace cuatro a?os Espa?a gan¨® con un f¨²tbol paciente y t¨¦cnico que se impuso a las obsesiones t¨¢cticas y f¨ªsicas que pretend¨ªan adue?arse del juego. No es ajedrez sino f¨²tbol, no es atletismo sino f¨²tbol, no le pertenece (solo) a los entrenadores sino (y sobre todo) a los jugadores. Y para que el juego sea de verdad maravilloso, su ombligo debe seguir siendo el bal¨®n. Eso le cont¨® Espa?a al f¨²tbol en el Mundial de Sud¨¢frica, provocando un contagio que lleg¨® incluso a afectar a selecciones cl¨¢sicas como la alemana o la italiana, que se sumaron a la tendencia de reclamar un mayor protagonismo t¨¦cnico en cada partido. Eso no los hace m¨¢s favoritos, pero s¨ª menos aburridos.
Fueron los brasile?os, desde el? 58, los que nos ense?aron un atrevimiento casi burl¨®n, indescifrable como un regate de Garrincha
Estar¨ªa bien y hasta ser¨ªa justo que en Brasil sea otra vez el bal¨®n el protagonista. Al fin y al cabo es el que determina qu¨¦ jugador es bueno, qui¨¦n muy bueno y qui¨¦n genio, el que tambi¨¦n determinar¨¢ qu¨¦ selecci¨®n se lleva el trofeo. Porque fueron ellos, desde el lejano Mundial del 58, los que nos ense?aron un tipo de atrevimiento casi burl¨®n, indescifrable como un regate de Garrincha, sociable como una pared, ¨²nico como un pueblo que nac¨ªa mezclando razas para aportarle al f¨²tbol un ritmo nuevo. Y tambi¨¦n fueron ellos, en M¨¦xico 70, los que nos dijeron que cuando la belleza se junta con la eficacia no hay m¨¢s remedio que emocionarse. Aunque uno, como yo, fuera argentino, tuviera apenas 15 a?os y mirara los partidos en la cocina de su casa, solo. Aquel Brasil marc¨® mi gusto futbol¨ªstico para siempre, por eso me siento autorizado a exigirle algo m¨¢s que resultados a su selecci¨®n.
La Selecci¨®n de Brasil empieza con la mejor defensa del mundo: dos centrales confiables y atrasados (Thiago Silva y David Luiz) y otros dos centrales adelantados (Luiz Gustavo y Paulinho) que aportan solidez defensiva y alg¨²n que otro gol, pero no contribuyen mucho a la elaboraci¨®n del juego. Ese s¨®lido cuerpo central, algo pesado para la salida de la pelota, tiene dos brazos que se mueven hacia delante con la insistencia de Alves y el descaro de Marcelo. Luego, el equipo se hace m¨¢s amenazante con la descomunal potencia de Hulk, el juego ligero y din¨¢mico de Oscar, y Neymar; uno de esos brasile?os hasta la m¨¦dula que conecta emocionalmente con la gente y junta velocidad, ingenio y t¨¦cnica para que Brasil se parezca al Brasil que nos imaginamos. Arriba, a Fred se le pide oficio y gol. En la Copa Confederaciones fueron contundentes arriba, pegaron m¨¢s de lo que un ¨¢rbitro debe permitir (por encima de 25 faltas por partido) y el equipo pareci¨® estar por encima de la presi¨®n que ejercen 200 millones de locos por el f¨²tbol. Ganaron con autoridad y eso les instal¨® como favoritos para el Mundial. Pero as¨ª como el f¨²tbol exagera la vida, el Mundial exagera el f¨²tbol y Brasil multiplicar¨¢ todos esos excesos como m¨ªnimo por dos. Vivir rodeados de tanta pasi¨®n durante un mes no es una cuesti¨®n apta para gente normal. En el f¨²tbol ni el m¨¢s ingenuo aspirante a h¨¦roe ignora que al altar se va a adorar o a sacrificar. Dios te salve, Brasil, del amor y de la exigencia de tu pueblo.
Si Am¨¦rica siempre fue para los Sudamericanos (as¨ª lo dice la historia de los Mundiales), todos los pa¨ªses del cono sur tienen su cuota de responsabilidad y merecen su an¨¢lisis. Empecemos por Ecuador, el ¨²ltimo en llegar al nivel mundialista y en claro ascenso. Tiene jugadores con un biotipo hecho a la medida de este juego y ha mostrado una evoluci¨®n ejemplar que le ha llevado a tres de los ¨²ltimos cuatro Mundiales. Curiosamente, su revoluci¨®n la produjeron los entrenadores. Empez¨® a finales de los a?os ochenta cuando el montenegrino Dusan Dr¨¢skovic comenz¨® a trabajar la t¨¦cnica de un modo obsesivo. A mediados de los a?os noventa, Maturana le aport¨® t¨¢ctica a esa exuberancia f¨ªsica ya dotada de fundamentos t¨¦cnicos. M¨¢s adelante, el carisma de Hern¨¢n Bolillo G¨®mez trabaj¨® con ¨¦xito sobre la confianza de estos jugadores hasta lograr clasificar para el primer Mundial de Ecuador: Jap¨®n y Corea 2002. Luis Su¨¢rez primero y Reynaldo Rueda despu¨¦s, terminaron el proceso de transformaci¨®n con un aporte de disciplina y orden que puso a Ecuador a resguardo de caprichos generacionales. La materia prima es excepcional y, en su mayor¨ªa, de raza negra de dos procedencias: una del Pac¨ªfico (primordialmente de una ciudad llamada Esmeralda) y otra de la altura (zona del Chota). Los primeros, abiertos y alegres; los segundos, reservados y t¨ªmidos, en todo caso resultan complementarios para un juego que siempre reclama diversidad. Ecuador a¨²n es mejor local que visitante, pero su transformaci¨®n tiene mucho m¨¢s que ver con una pol¨ªtica ordenada (donde grandes entrenadores trabajaron sin desde?ar lo que hicieron los anteriores) que con los beneficios de la altura de Quito.
Y 16 a?os despu¨¦s, Colombia. De la mano de otro fen¨®meno generacional como el que lider¨® Valderrama en la d¨¦cada de los a?os noventa, aunque esta vez no podr¨¢ ser comandada por su ¨ªdolo, herido: Radamel Falcao. Pese a todo, la selecci¨®n tiene estilo y personalidad. As¨ª como en los noventa nombres como el de Higuita, Asprilla y Valderrama le daban un sabor caribe?o a un f¨²tbol que ten¨ªa un punto de extravagancia, en esta ocasi¨®n los James Rodr¨ªguez, Cuadrado y compa?¨ªa tienen un car¨¢cter m¨¢s formal, sin duda influenciados por sus tempranas aventuras europeas en grandes clubes. Adem¨¢s, P¨¦kerman es un l¨ªder pac¨ªfico que toma decisiones arriesgadas, y supo darle a Colombia un aire cl¨¢sico y un esp¨ªritu ganador, poniendo en valor el talento fresco de esta excelente camada de jugadores. En un equipo de P¨¦kerman nunca faltar¨¢ un 10 de toda la vida, los laterales tendr¨¢n un gran protagonismo y nadie rapi?ar¨¢ el juego para sacar un buen resultado.
A los colombianos les da miedo el optimismo despu¨¦s de las tremendas expectativas defraudadas en el Mundial de EEUU, donde llegaron convencidos de poder pelear el campeonato y terminaron perdi¨¦ndolo todo, incluso la vida de su capit¨¢n, Andr¨¦s Escobar, muerto de muchas balas pocos d¨ªas despu¨¦s de ser eliminados. Met¨¢fora de un pa¨ªs que en esos tiempos ard¨ªa por la violencia de todo signo y que hoy lucha por la paz. Aunque solo sea por esa esperanza, espero que Colombia sea una de las selecciones revelaci¨®n que la convierta en protagonista de una nueva y mejor met¨¢fora.
Si seguimos bajando por el Pac¨ªfico nos queda Chile. Jorge Sampaoli es un entrenador tenaz al que conoc¨ª en mi pueblo hace 20 a?os una tarde que vino a visitarme y me acorral¨® a preguntas. Aquel d¨ªa le coment¨¦ a un amigo que anotara ese nombre porque el f¨²tbol es muy generoso con los locos. Efectivamente, Sampaoli empez¨® siendo un admirador hasta convertirse en un buen pich¨®n de Marcelo Bielsa, y eso a Chile le va bien. Se trata de un equipo s¨®lido, intenso y con un nivel de organizaci¨®n superior al de cualquier selecci¨®n sudamericana. Nada de lo que dije resulta muy excitante y eso no le hace justicia porque Chile, juegue contra quien juegue, siempre reclama protagonismo. Tendr¨¢ adelante a dos selecciones, Espa?a y Holanda, que se sienten due?as de la pelota. Pero Chile se la disputar¨¢. Parece que los dos finalistas del ¨²ltimo Mundial tienen muchas posibilidades de clasificar. Pero Chile los complicar¨¢. Alexis, al que tanto le cost¨® entrar en la estricta horma estil¨ªstica del Bar?a, se desprejuicia con la camiseta de Chile y aumenta su nivel hasta reclamar la condici¨®n de l¨ªder del equipo. Esa transformaci¨®n simboliza un nuevo Chile, con una fuerte autoestima y al que no me gustar¨ªa tener delante en Brasil.
Si giramos la vista hacia el Atl¨¢ntico nos encontramos con el R¨ªo de la Plata, donde residen cuatro Mundiales, dos para Uruguay y otros dos para Argentina. Uruguay fue el primer pa¨ªs que conoci¨® la gloria futbol¨ªstica y ese honor se transforma en orgullo cada vez que pisa una cancha cualquiera de sus tres millones y medio de habitantes. Fueron cuartos en Sud¨¢frica con un juego austero, seco, ¨¦pico como su propia historia. Nada mejor para explicar su fuerte sentimiento colectivo que el ejemplo de Fusile. Corr¨ªa el minuto 119 de la pr¨®rroga de cuartos de final entre Ghana y Uruguay, y segu¨ªan 1 a 1. Ghana disfruta de una ¨²ltima oportunidad gracias a una falta lateral que comete nuestro amigo Fusile. Llega el env¨ªo al ¨¢rea, alguien la peina en el primer palo y la jugada se envenena. Un tiro que rebota, la pelota que se eleva, Muslera (portero uruguayo) que mide mal en su desesperada salida y Prince Tagos que cabecea limpio y desde cerca. Si nadie lo remedia, eso es gol. El mismo Fusile se esfuerza por llegar incluso con las manos, pero es de muy baja estatura y la pelota sigue su rumbo. Solo unos cent¨ªmetros m¨¢s atr¨¢s, Luis Su¨¢rez, la gran figura del equipo, evita el gol con una parada magn¨ªfica que tiene una mala noticia dentro: es penalti y expulsi¨®n. Fusile se levanta como un rayo y con unos reflejos inolvidables va hacia el ¨¢rbitro y le dice, muy serio: ¡°Tiene raz¨®n se?or. ?cheme¡±. El ¨¢rbitro no pic¨® y termin¨® expulsando a Luis Su¨¢rez, pero queda el gesto generoso de un jugador dispuesto a renunciar a su propia gloria con tal de evitar la p¨¦rdida del mejor hombre de su equipo. Ghana fall¨® el penalti, Uruguay sigui¨® hasta semifinales con un inolvidable lanzamiento a lo Panenka de El Loco Abreu y la historia de Fusile me sirve desde entonces para definir lo que debe ser un equipo.
Uruguay llevar¨¢ a Brasil ese esp¨ªritu colectivo, esa astucia barrial y esa familiaridad con lo imposible. Tambi¨¦n llevar¨¢ a Cavani y a Luis Su¨¢rez, una de las mejores parejas de delanteros que existe. Los viejos pr¨®ceres del f¨²tbol uruguayo ya plantaron una heroica bandera en un Maracan¨¢ con 200.000 brasile?os dentro, cuando Obdulio Varela le dijo al equipo, antes de salir al estadio hirviente, que ¡°los de afuera son de palo¡±. Fue en la extraordinaria final del 50 que a¨²n admira el mundo y no olvida Brasil. Los actuales jugadores uruguayos andar¨¢n por ah¨ª con bermudas, chanclas y un mate debajo del brazo porque cuando se defiende la celeste hay que volver a la humildad y el esp¨ªritu amateur de sus heroicos antepasados. Se clasificaron con angustia, pero a estas alturas solo un idiota puede subestimar a Uruguay.
Si Argentina gana el pueblo le pondr¨¢ a Messi la corona de laureles de Diego; de lo contrario, la de espinas
La espera se nos est¨¢ haciendo demasiado larga a los argentinos. Ya pasaron 28 a?os desde que Maradona le gan¨® la revancha de las Malvinas a los ingleses, puso de pie al planeta entero y rememor¨® al Pel¨¦ del 70. Desde entonces, a Diego le escribieron cien canciones, le santificaron y acab¨® instalado en el ideario colectivo entre Evita y el Che. Todo eso es muy divertido, pero desde entonces Argentina no gana. As¨ª en la pol¨ªtica como en la cancha, siempre estamos a la b¨²squeda del hombre providencial, y el del pr¨®ximo Mundial se llamar¨¢ Leo Messi, un Maradona discreto fuera de la cancha y un genio con parecidos superpoderes dentro. Si Argentina gana el Mundial el pueblo le pondr¨¢ la corona de laureles de Diego; de lo contrario, la de espinas. A la emoci¨®n no se le puede pedir ni medida ni sentido de la justicia. Habr¨¢ que apiadarse de Messi desde ahora mismo porque haga lo que haga ser¨¢ v¨ªctima del exceso.
Para levantar la Copa alcanza con uno, pero para ganarla se necesita un equipo. Messi tiene sus alrededores muy bien surtidos con Di Mar¨ªa, Higua¨ªn y Ag¨¹ero. De ah¨ª para atr¨¢s solo Mascherano tiene una trayectoria equiparable a la de los delanteros, pero su batuta de mediocampista marca mejor el ritmo defensivo que el de distribuci¨®n. En todo caso, ser¨¢ una figura clave para asegurar el funcionamiento del equipo a la espera de que Messi y su pandilla le encuentren la vuelta a la pelota para alcanzar el gol.
Todas estas selecciones pelear¨¢n para que la Copa se quede una vez m¨¢s en Sudam¨¦rica, pero que nadie espere una alianza para mantener ese honor, porque en el f¨²tbol la cercan¨ªa es un agravante de la rivalidad. No hay nada peor que perder ante un vecino. Sabemos que Inglaterra es la madre del f¨²tbol, pero en Sudam¨¦rica seguimos creyendo que somos el padre. Hay qui¨¦n creer¨¢ que en esa imagen hay algo irreverente. Por supuesto que s¨ª. ?O ustedes piensan que jugar al f¨²tbol en Sudam¨¦rica tiene algo que ver con el respeto? Tiemblen europeos, se encontrar¨¢n con Sudam¨¦rica en Sudam¨¦rica: el f¨²tbol hecho talento y tormenta.
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