La desaz¨®n de Messi
Sabella, seleccionador argentino, emplea a Mascherano, Ag¨¹ero y Gago para comunicarse con el silencioso astro, que a¨²n digiere sus problemas legales y con el Barcelona
El seleccionador argentino, Alejandro Sabella, confiesa a sus allegados que el secreto de la conducci¨®n de Messi consiste en ¡°no romperle las pelotas¡±. En lo posible, hay que evitar interferir en sus silencios. Es mejor reprimir las ¨®rdenes t¨¢cticas o las charlas y dejarle discurrir en su soledad, en su ensimismamiento, porque de otro modo se puede alterar su delicado equilibrio an¨ªmico, ese misterio insondable que solo unos pocos amigos ¨ªntimos son capaces de explorar superficialmente. El primero en teorizar sobre el problema fue Pep Guardiola, que hace a?os instruy¨® a Sabella en el modo de empleo del que probablemente sea el mejor futbolista que ha existido jam¨¢s.
Las ¨²ltimas revelaciones de la investigaci¨®n judicial conducida en Espa?a por presuntos delitos de blanqueo de dinero y fraude fiscal relacionados con los partidos ben¨¦ficos de Messi no han roto el cascar¨®n. Messi no se pronuncia p¨²blicamente. Lleva meses sin hacer declaraciones frecuentes a los medios. Encerrado en s¨ª mismo, reservado hasta para sus parientes.
El conflicto con Hacienda le desconcert¨® profundamente porque le hizo descubrir que la directiva del club le daba la espalda cuando m¨¢s lo necesitaba
Los m¨¦dicos de Argentina y Barcelona concuerdan en que los v¨®mitos que padece cada vez con m¨¢s frecuencia son su modo de somatizar la tensi¨®n psicol¨®gica. Su v¨¢lvula de escape ante un apremio ins¨®lito. La exigencia de una naci¨®n que le reclama la Copa del Mundo como si fuera un derecho adquirido es solo una fracci¨®n del peso que soporta. A los 26 a?os, Messi atraviesa la peor ¨¦poca de su vida. Cree que Jorge, su padre, le ha metido en un embrollo judicial. Un enredo de cuya gestaci¨®n no ten¨ªa noticias y que ha resquebrajado su imagen hasta entonces intachable. Seg¨²n sus amigos en el Barcelona el conflicto anterior con Hacienda le desconcert¨® profundamente porque le hizo descubrir que la directiva del club le daba la espalda cuando m¨¢s lo necesitaba.
Messi nunca le prest¨® atenci¨®n al dinero. De eso se ocupaban sus familiares. Fue en 2013, con motivo del adelanto de cinco millones a Hacienda para atenuar una sanci¨®n, cuando tom¨® conciencia de la necesidad de controlar sus cuentas y descubri¨® que el sueldo que le pagaba el Barcelona estaba muy por debajo de su cach¨¦: cobraba 13 millones de euros netos al a?o, un 30% menos de lo que ingresaban Ibrahimovic o Rooney y muy lejos de Cristiano. Por primera vez se dirigi¨® al club personalmente para pedir un aumento. Entonces, seg¨²n fuentes del vestuario del Bar?a, concluy¨® que la directiva sospechaba de su honestidad y compromiso. En lugar de hacerle una oferta, le dieron largas y se pasaron meses filtrando a la prensa catalana que le convertir¨ªan en el mejor pagado del mundo. Messi interpret¨® estos movimientos como un intento de desprestigiarle exponi¨¦ndole ante la opini¨®n p¨²blica como un codicioso que no rend¨ªa porque se hab¨ªa convertido en un materialista sin otras ambiciones. Cuentan sus amigos que Messi estaba convencido de que retrasaban su renovaci¨®n porque hab¨ªa dirigentes en la junta de Bartomeu que le comparaban con Ronaldinho. Seg¨²n crey¨® el jugador, estos directivos recomendaban venderle tras el Mundial pues dec¨ªan que, igual que El Gaucho en 2006, hab¨ªa perdido la motivaci¨®n. Messi lo percibi¨® como una deslealtad y una falta de reconocimiento a ¨¦l, que permiti¨® la ¨¦poca m¨¢s exitosa en la historia cul¨¦. La formalizaci¨®n de la renovaci¨®n a finales de mayo no cerr¨® la herida. Messi confiesa a sus colegas que no es el dinero lo que le aflige sino la repentina sensaci¨®n de haberse quedado solo cuando m¨¢s apoyo necesit¨®.
Entre 2008 y 2013 Messi complet¨® el periodo m¨¢s prol¨ªfico que se conoce en la historia del rendimiento individual de un jugador. Desde Di St¨¦fano y Pel¨¦, nadie acumul¨® m¨¢s goles ni m¨¢s t¨ªtulos colectivos e individuales a lo largo de un periodo m¨¢s prolongado al servicio de un club. Los cuatro Balones de Oro dan fe de una obra monumental. Sus amigos sostienen que su depresi¨®n futbol¨ªstica tuvo que ver con ese hast¨ªo y que solo se reivindic¨® en el Bernab¨¦u en Liga (2-3) para demostrar que, si confiaban en ¨¦l, pod¨ªa ser el mejor cada vez que quisiera. Bes¨¢ndose el escudo frente a los seguidores del Bar?a pretendi¨® escenificar que ¨¦l no jugaba por dinero.
Messi aterriz¨® el lunes por la noche en el aeropuerto de Confins al frente de la selecci¨®n Argentina. Iba serio, ce?ido en un traje oscuro con camisa blanca y corbata negra. El uniforme oficial le habr¨ªa servido lo mismo para un traslado que para un funeral. Se meti¨® en el autob¨²s que esperaba a la delegaci¨®n a pie de pista y desapareci¨® tras los cristales oscuros. En la Cidade do Galo, el centro de concentraci¨®n, pr¨®ximo a Belo Horizonte, le esperaron un centenar de hinchas ruidosos blandiendo im¨¢genes del Papa Francisco, como invocando protecci¨®n celestial, al verle pasar.
Los compa?eros en el juvenil de la Mas¨ªa le llamaban El Mudo y las maestras que educaron a Messi en la escuela empleaban ni?os intermediarios para comunicarse con ¨¦l. En eso ha cambiado poco. Sabella se dirige a ¨¦l trav¨¦s de las personas interpuestas de Mascherano, Gago y el Kun Ag¨¹ero, que son sus escogidos confidentes. Los ¨²nicos que de verdad pueden atisbar lo que pasa por la mente atormentada del ¨ªdolo.
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