Di Mar¨ªa tira de Messi
Argentina alcanza los cuartos tras derrotar en la pr¨®rroga a Suiza gracias a una conexi¨®n entre Leo, que no est¨¢ en plenitud, y El Fideo, incombustible
A unos segundos de comenzar el segundo acto de la pr¨®rroga, en un corrillo de Sabella con sus muchachos, a Messi se le vio encorvado, moqueando sin parar y con el susurro paternal de Mascherano. Como si quisiera metabolizar que, de alguna forma, estaba solo ante el peligro y, encima, fundido. No se le ve en plenitud y no hay nadie que corra m¨¢s riesgos que ¨¦l, que soporta una presi¨®n descomunal. Ya con la pelota en juego, Messi surgi¨® de la nada y encontr¨® auxilio en Di Mar¨ªa, el mejor del partido, su ¨¢ngel de la guarda, el que lleg¨® enfilado por el astro donde el astro ya no pod¨ªa. El hombre con un dep¨®sito sin fin que suele acabar los partidos como un cohete cuando a su paso solo hay restos de futbolistas. Ante Suiza lo hizo una vez m¨¢s y cuando a toda Argentina se le ven¨ªa encima el canguelo de los penaltis, all¨¢ por el minuto 118, El Fideo descorch¨® los cuartos para la albiceleste tras la aceleraci¨®n que le quedaba a Leo. La ¨²nica sociedad s¨®lida de esta selecci¨®n argentina de costurones en la que el ¨ªdolo no encuentra el sosiego definitivo. Carga en la mochila con el mito de Maradona, la Argentina del vestuario y la de un pueblo entregado a su supuesta capacidad mesi¨¢nica. Un patinazo en octavos ante Suiza hubiera desatado una tormenta argentina con Messi en el ojo del hurac¨¢n como nunca.
No hay treguas en este Mundial en el que nadie est¨¢ a salvo de nadie. No importan los pedigr¨ªs, ni la historia. Empalidece Brasil, tirita Alemania, suda Francia¡ Argentina, m¨¢s deshilachada que otros favoritos, no pod¨ªa ser menos y pas¨® por un trance ag¨®nico. Nunca tuvo juego, solo algunos apuntes de Messi y al incontenible maratoniano que es Di Mar¨ªa. Ya fuera por Shaqiri, Benaglio o sus muchas carencias, sus desvelos fueron continuos. Primero recibi¨® varios avisos de Shaqiri. Sin firmeza, la zaga argentina se descompone a la m¨ªnima, como cuando la estrella suiza les sac¨® de rueda por un costado del ¨¢rea y asisti¨® a Xhaka, que estrell¨® el remate franco en los pies de Romero. De nuevo Shaqiri pill¨® a la zaga a la intemperie y cit¨® para el gol a Drmic, que fue una carmelita en su mano a mano con el meta albiceleste.
Cuando Suiza se puso a resguardo, Argentina, con m¨¢s arrebatos que en el primer tiempo, logr¨® enjaular a su adversario, pero se vio frustrada por Benaglio. Otro que se apunt¨® a este Mundial de porteros con may¨²sculas. Conducida a la pr¨®rroga, lo que siempre es un precipicio, contuvo el aliento hasta que aparecieron Messi y Di Mar¨ªa. Ni as¨ª tuvo paz. Dzemaili cabece¨® al poste en el descuento del tercer tiempo y Shaqiri a¨²n tuvo una falta al borde del ¨¢rea. La pelota se estrell¨® en la barrera y solo ah¨ª se espantaron los fantasmas argentinos.
Argentina y la bab¨¦lica Suiza despacharon un partido de sacamuelas con Shaqiri y Messi como dos marcianos entre los bostezos del personal, que solo encontraba alivio en los arreones de Di Mar¨ªa. Hasta con ellos en escena costaba contener los p¨¢rpados. Suiza tiene lo que tiene, un poco de algo, como un buen portero y a Shaqiri, un jugador habilidoso que aprovecha muy bien un cuerpo que parece haber tragado una bomba. El resto siembra el campo de minas y propone un partido lleno de nudos. Y si el ¨¢rbitro es sueco y se hace el sueco hasta encadenan 28 faltas en tres tiempos (19 su adversario).
Argentina tiene a Messi. ?l es el plan, el prop¨®sito, la idea. ?C¨®mo ejecutarlo? Eso tambi¨¦n es cosa de Leo, que tiene interiorizado que con la albiceleste le toca ser centrocampista, porque el equipo no tiene luces en el medio. Ocurre que, salvo Di Mar¨ªa, la delantera no encuentra el picante, pese a la reputaci¨®n de Higua¨ªn, Ag¨¹ero ¡ªahora lesionado¡ª, Lavezzi y Palacio. Si ya es pesada la losa de Maradona, obligado a ser Maradona para crear y Maradona para concretar es misi¨®n casi imposible hasta para un genio como ¨¦l.
Messi ha tomado como punto de partida el eje del campo, donde Mascherano hace tiempo que no se ejercita, y en el que Gago es una sombra, ni quita ni pone, solo se dispersa. Como no hay quien prenda si quiera una vela, La Pulga acude al socorro y busca abrirse paso entre el embudo rival. Lo normal es que acabara preso de las emboscadas suizas, que no eran pocas. Cuando logr¨® armar por fin un disparo, all¨ª estuvo el formidable Benaglio.
O Messi o Di Mar¨ªa. Argentina no daba para m¨¢s, ante la par¨¢lisis de Sabella. Por suerte para ¨¦l y todos los argentinos, el Messi que sali¨® a disputar el ¨²ltimo cuarto de hora con la garganta en ebullici¨®n encontr¨® una rendija, meti¨® el turbo, ech¨® un vistazo y vio la mejor noticia posible: el que llegaba donde a ¨¦l ya no le alcanzaba era Di Mar¨ªa. A ¨¦l se colg¨® Messi y toda Argentina.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.