Copacabana parec¨ªa Buenos Aires
Alrededor de 80.000 seguidores argentinos ti?en las calles de R¨ªo con camisetas albicelestes
El Samb¨®dromo ha mudado en tang¨®dromo. La ilusi¨®n argentina se ha adue?ado del Mundial y Copacabana, por unos instantes, parece Buenos Aires. Da igual hacia d¨®nde se mire: es imposible no ver una camiseta albiceleste. Los hinchas han acabado con el tabaco, con el pan, con la Coca-Cola. ¡°Ya queda menos¡±, dice Vanessa, farmac¨¦utica carioca, aparentemente cansada de tanto movimiento. S¨®lo la polic¨ªa y la torrencial lluvia ca¨ªda en R¨ªo de Janeiro en los dos ¨²ltimos d¨ªas ha moderado la fiesta argentina, cuyos c¨¢nticos y gritos impregnan de cualquier forma el sur de la cidade maravilhosa en unos d¨ªas seguramente inolvidables para la poblaci¨®n carioca. Su comportamiento, al menos hasta el cierre de esta edici¨®n, es ejemplar. No se han registrado incidentes graves.
Los brasile?os recelan de un triunfo de los de Messi: ¡°Ser¨ªa peor que la derrota por 7-1 contra Alemania¡±
Hay multitud de hinchas en Copacabana, en Ipanema, frente al hotel de la selecci¨®n en Barra de Tijuca, en el Samb¨®dromo, en Botafogo, en Lapa, en Santa Teresa, en Maracan¨¢... Como si la maldici¨®n del portero Barbosa se hubiese vuelto contra el pueblo que le humill¨® durante 40 a?os, R¨ªo de Janeiro asiste estupefacta a la ocupaci¨®n pocos d¨ªas despu¨¦s de la hecatombe del Mineirazo. La sola posibilidad de una victoria rioplatense liderada por Leo Messi en su catedral futbol¨ªstica eriza el vello del aficionado medio. ¡°Ser¨ªa peor que perder 7-1 contra Alemania¡±, cuchichea Marcelo mientras sirve cervezas a cuatro mozalbetes porte?os en un quiosco de la playa.
La necesidad de apoyar a la Mannschaft, que les humill¨® p¨²blicamente hace s¨®lo cinco d¨ªas, est¨¢ absolutamente interiorizada por los brasile?os, con la excepci¨®n de aquellos ciudadanos opuestos desde un principio al campeonato y que afirman haber ya deseado la victoria alemana en semifinales y preferir un triunfo latinoamericano hoy. Isabel, periodista, de 43 a?os, es una de ellas: ¡°A m¨ª me caen simp¨¢ticos los argentinos¡±.
Nos ha costado mucho estar aqu¨ª, pero el sue?o se va a hacer realidad¡±, augura Gonzalo, un alba?il rosarino
Caigan simp¨¢ticos o no, su devoci¨®n es conmovedora: en el Teirrerao do Samba y el S¨¢mbodromo, espacios habilitados para que acampen los aficionados llegados del sur, tiendas de campa?a puestas en cualquier sitio, al abrigo de cualquier tenderete, reflejan el diluvio de la noche anterior: los argentinos aprovecharon la bendici¨®n del sol matinal para tratar de secar la ropa y encender, por fin, el fuego para el asado. Sentados en corros, entre el mate y el fernet, sacan la parrilla y parecen estar cogiendo fuerzas para la explosi¨®n de esta noche. ¡°Hemos sufrido mucho, ?sab¨¦s?¡±, dice el alba?il rosarino Gonzalo. ¡°Nos ha costado mucho estar aqu¨ª, pero el sue?o se va a hacer realidad¡±, augura.
26.000 agentes y soldados ocupan ya las calles de la ciudad para evitar posibles tumultos antes y despu¨¦s de la gran final en el estadio Maracan¨¢, ya ayer tomado por centenares de argentinos fascinados. Han venido alrededor de 80.000. Jam¨¢s una fiesta deportiva mereci¨® tanta vigilancia. Brasil contempla con resignaci¨®n la euf¨®rica irrupci¨®n de sus ¡°hermanos del sur¡± y reza para que el Cristo Redentor no luzca albiceleste esta noche.
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