Bouhanni, el rey del sol

En el duelo al sol de San Fernando, cuando el alem¨¢n Degenkolb levant¨® el trasero del sill¨ªn, el franc¨¦s Bouhanni ya estaba a la sombra, golpe¨¢ndose el pecho tras ganar el primer reto. No fue un espr¨ªn puro, porque en los esprines de verdad quienes luchan nunca ven el dorsal del que gana. Y Degenkolb vio el 91 de Bouhanni demasiado tiempo. Y as¨ª, mirando y mirando, as¨ª empez¨® su ceguera, que dice la copla. En la otra Vuelta, la de los llegadores, los velocistas, los ultras¨®nicos, el franc¨¦s y el alem¨¢n est¨¢n llamados a diputar sus duelos con una frecuencia habitual. El franc¨¦s viene de ganar tres etapas en el Giro y el alem¨¢n, hace dos a?os, se comi¨® la Vuelta a mordiscos con cinco victorias en los seis esprines que se disputaron.

Bouhanni, con 24 a?os, es algo m¨¢s que una alternativa a los grandes velocistas. Su equipo, La Fran?aise des Jeux, trabaj¨® con piernas y cabeza para dejarle en el disparadero y con la mecha encendida tras el ¨²ltimo Giro. Ah¨ª se durmi¨® un poco el Giant y se descolg¨® Degenkolb lo justo para no verle la cara hasta pasar la l¨ªnea de meta. 1-0 del franc¨¦s al alem¨¢n, aunque el partido continuar¨¢ unos d¨ªas antes de que la monta?a les relegue a la sala de estar de la carrera, donde esperan los enemigos de las cuestas, los sufridores de la monta?a, los que miran plano y de frente y no arquean las cejas para ver all¨¢ a lo lejos la l¨ªnea de meta.

La carrera ten¨ªa ese objetivo, valorar la agudeza y la fuerza de los espr¨ªnters. Antes se dilucidaban aspectos menores, pero no secundarios. Por ejemplo, los fuguistas, encabezados por el constante Aramend¨ªa, al que se ver¨¢ en la tele d¨ªa tras d¨ªa, mientras el cuerpo aguante. Le acompa?aron otros tres: el sudafricano Van Rensburg, el italiano Conti y el franc¨¦s Hardy. Era algo as¨ª como la sal de la ensalada en una tierra que hace acopio de sal atl¨¢ntica entre la brisa marinera.

Nathan Haas tambi¨¦n surc¨® su breve camino. Se apunt¨® a la fuga, pero su objetivo era inmediato: coronar en primer lugar el primer puerto de la carrera (de tercera categor¨ªa) y garantizarse el maillot de la monta?a. Cumplida la misi¨®n se reintegr¨® al regimiento con la medalla puesta, al grito de ¡°que me quiten lo bailao¡±. O ¡°ahora les toca a ustedes¡±.

Otros se encontraron con recompensas inesperadas. Por ejemplo, Alejandro Valverde, que de pronto se vio con el jersey rojo de l¨ªder por mor de su mejor puesto frente a su compa?ero Castroviejo. Muchas cosas en una etapa en la que el viento, que empez¨® de costado, acab¨® a favor e impuls¨® a los ciclistas a llegar antes de lo previsto. No es que tuvieran prisa, pero si el viento se empe?a no es cuesti¨®n de llevarle la contraria, porque cuando se enfada saca su pulguero a pasear. Y porque Bouhanni quer¨ªa ganar y porque Degenkolb supo c¨®mo hacerlo. Los dem¨¢s prefirieron sudar r¨¢pido y refrescarse pronto, que los soles verticales hacen heridas. Y duelen.