En el momento de la verdad, el mejor Roger Federer y el peor Gilles Simon: el suizo gan¨® 7-6 y 7-6 en la final del Masters 1.000 de Shangh¨¢i pese a que el franc¨¦s disfrut¨® de saque para sellar la primera manga y de dos bolas de set para celebrar la segunda. En los momentos decisivos, cuando Simon necesitaba ox¨ªgeno, atenazado por los nervios e incapaz de resolver con sus propios tiros, Federer le quit¨® el aire jugando con precisi¨®n quir¨²rgica. El suizo impuso sus galones. Fue el triunfo de la experiencia, y la reafirmaci¨®n de un genio: Federer no fue el Federer brillante de la semifinal que gan¨® contra Novak Djokovic, pero s¨ª un Federer competitivo, valiente y s¨®lido, capaz de agarrarse al encuentro pese a ceder el primer break del partido, y de imponerse pese a ir casi siempre a remolque.
El n¨²mero dos mundial tuvo problemas para acelerar el juego porque Simon se lo impidi¨® con sus pelotas intermedias, ni lentas ni r¨¢pidas, ni de ataque ni puramente defensivas. Dif¨ªciles de interpretar. El franc¨¦s ha hecho carrera con ese juego extra?o, en el que nunca parece pasar nada hasta que de repente pasa de todo, porque tiene un instinto hiperdesarrollado para saber cu¨¢ndo pisar el acelerador y sorprender al contrario. Su capacidad innata para el contraataque y el contrapi¨¦ le llev¨® hasta el top-10 de la misma manera que sus dificultades para gestionar la presi¨®n y ese drive poco fiable le sacaron de los puestos de privilegio.
Puesto frente a eso, Federer no se cruz¨® con esas pelotas duras del contrario que tanto le gustan como punto de apoyo para sus ataques: absorbe la fuerza del rival y la redirige usando las cuerdas de la raqueta como un muelle. En consecuencia, el suizo tuvo que buscar sus opciones desde la paciencia, sin nada del v¨¦rtigo que distingui¨® a su esp¨ªdica propuesta de la v¨ªspera, frente a Djokovic. El suizo, en cualquier caso, ha llegado hasta el Olimpo porque no hay recurso que falte en su repertorio. Poco a poco fue encerrando a Simon y escaneando sus debilidades. Para cuando el franc¨¦s quiso darse cuenta, ya tocaba m¨¢s pelotas con el drive que con el rev¨¦s, su tiro preferido. El primer saque, adem¨¢s, empez¨® a abandonarle, y a la llegada de los problemas t¨¦cnicos le acompa?aron los f¨ªsicos, resbal¨®n incluido. ¡°Putain¡±, gritaba en franc¨¦s, herido.
Y as¨ª se lleg¨® al tie-break decisivo, donde Federer sorprendi¨® a Simon con dos restos profund¨ªsimos sobre su rev¨¦s, pura improvisaci¨®n, pura sorpresa, porque ah¨ª siempre tuvo Simon el arma con la que lanzarse por el partido. Cuando ya 2014 est¨¢ echando el tel¨®n, cuando ya los mejores bajan el pist¨®n agotados, Federer, de 33 a?os, sigue celebrando triunfos. Fue su segundo Masters 1.000 del curso. La lanzadera perfecta para atacar la Copa de Maestros y la final de la Copa Davis, que enfrentar¨¢ a Suiza con Francia. El mito todav¨ªa se conjuga en presente. La leyenda sigue teniendo filo. Y que dure.
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