-122 m: mucho m¨¢s que un r¨¦cord
Alfredo Santalla es fisi¨®logo de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla y supervisa a Miguel Lozano ¡ñ Descender a 122 metros supone un verdadero reto para la fisiolog¨ªa del ser humano en su lucha por preservar la vida, dice Santalla
Como Miguel Lozano me dice muchas veces: ¡°12 personas han pisado la Luna, pero s¨®lo seis han descendido a 120 metros con una sola respiraci¨®n¡±. Descender a 122 metros de profundidad con una sola respiraci¨®n supone mucho m¨¢s que batir el r¨¦cord del mundo de apnea en profundidad, en su modalidad de inmersi¨®n libre. En cada una de las fases de la inmersi¨®n se desarrollan las respuestas y adaptaciones fisiol¨®gicas m¨¢s sorprendentes. Se ponen al l¨ªmite unas capacidades f¨ªsicas y mentales que s¨®lo media docena de deportistas en todo el mundo atesoran. En situaci¨®n l¨ªmite, los apne¨ªstas soportan la falta de ox¨ªgeno y la presi¨®n del agua realizando t¨¦cnicas y maniobras incre¨ªbles. Descender a 122 metros supone un verdadero reto para la fisiolog¨ªa del ser humano en su lucha por preservar la vida.
En la superficie.
El primer requisito que debe cumplir un apne¨ªsta es tener un tiempo de apnea (tiempo sin respirar) muy elevado. Para mantener sus funciones, los ¨®rganos y tejidos del cuerpo humano consumen ox¨ªgeno (O2) y producen di¨®xido de carbono (CO2). En condiciones normales, la respiraci¨®n permite reciclar el aire y mantener alta la concentraci¨®n de O2 y baja la de CO2 de los pulmones, en comparaci¨®n con las de la sangre. Gracias a esto, podemos difundir continuamente O2 (de alveolo a sangre) y CO2 (de sangre a alveolo) y mantener constantes las concentraciones de estos gases tambi¨¦n en sangre. Sin embargo durante la apnea (cuando aguantamos la respiraci¨®n) la sangre recircula una y otra vez por el sistema pulmonar tomando de ¨¦ste su O2 y carg¨¢ndolo de CO2.
A medida que se va gastando el O2 del aire pulmonar y se va saturando de CO2, la difusi¨®n de gases disminuye. El resultado es un descenso continuo en la concentraci¨®n sangu¨ªnea de O2 (hipoxia) y un aumento de la de CO2 (hipercapnia). L¨®gicamente, ser capaces de retener mayor cantidad de aire en los pulmones antes de la inmersi¨®n permite extraer m¨¢s O2 y saturar CO2 a ¨¦stos y retrasar su llegada a valores de hipoxia e hipercapnia ¡°incompatibles con la vida¡± que limitan el tiempo de apnea.
Es aqu¨ª, relaj¨¢ndose mientras flota en la superficie antes de sumergirse, cuando el apne¨ªsta nos ense?a la primera de las sorprendentes adaptaciones que veremos a lo largo de su viaje hacia las profundidades. Aunque te¨®ricamente la capacidad pulmonar total (litros de aire que caben en los pulmones tras inspiraci¨®n m¨¢xima) depende del tama?o corporal, los estudios describen c¨®mo ¨¦sta es aproximadamente dos litros mayor en los apne¨ªstas en comparaci¨®n con sujetos de su misma envergadura. Los a?os de entrenamientos de la musculatura inspiratoria (m¨²sculos diafragma, intercostales e incluso sub-claviculares) y de trabajo de flexibilidad pulmonar (no s¨®lo de la musculatura, sino tambi¨¦n de las pleuras y de m¨¢s estructuras alveolares) les permiten expandir sus pulmones mucho m¨¢s de los l¨ªmites el¨¢sticos evolutivamente predeterminados.
La capacidad pulmonar total es aproximadamente dos litros mayor en los apne¨ªstas en comparaci¨®n con sujetos de su misma envergadura
Adem¨¢s, en su obsesi¨®n de mejorar la capacidad pulmonar, los apne¨ªstas van mucho m¨¢s all¨¢ al desarrollar una t¨¦cnica realmente sorprendente: la insuflaci¨®n glosofar¨ªngea o ¡°carpa¡±. Esta t¨¦cnica se ejecuta una vez realizada la inspiraci¨®n m¨¢xima y con los pulmones completamente llenos. Consiste en ir aspirando m¨¢s aire a bocanadas e ir presion¨¢ndolo con la lengua contra el paladar, para bombearlo a presi¨®n a trav¨¦s de la glotis hacia las v¨ªas respiratorias. Realizando de 20 a 40 carpas sucesivas, los apne¨ªstas van introduciendo aire a golpes de presi¨®n, de forma similar a cuando se hincha la rueda de una bicicleta con una bomba manual. Con esta t¨¦cnica consiguen otros dos litros extra por encima de su ya de por s¨ª elevada capacidad pulmonar total. Miguel realiz¨® 18 carpas e increment¨® sus ya de por s¨ª sorprendentes 10 litros (lo normal para su estatura son ocho litros) hasta los 12 l.
El aumento de volumen pulmonar provoca que los pulmones presionen fuertemente el diafragma y las v¨ªsceras hacia abajo, y la caja tor¨¢cica y el coraz¨®n en todas direcciones. Esta presi¨®n sobre el coraz¨®n es tan alta que se han descrito alteraciones de latido card¨ªaco en estudios de ecocardiograf¨ªa (de hecho se ha descrito incluso la muerte de un apne¨ªsta por exceso de carpas en una competici¨®n). Sin embargo, adem¨¢s de por la flexibilidad pulmonar, el n¨²mero m¨¢ximo de carpas que acumulan los apne¨ªstas suele estar limitado por la presi¨®n que los pulmones sobrehinchados ejercen sobre las arter¨ªas carotideas. Cuando ¨¦sta es excesiva, provoca mareos e incluso p¨¦rdida de consciencia.
Al igual que se ha comprobado en algunos mam¨ªferos marinos (como focas y leones marinos), el volumen total de sangre y el hematocrito (o porcentaje de la sangre que ocupan los gl¨®bulos rojos) es m¨¢s elevado en los apne¨ªstas. La continua hipoxia que el propio entrenamiento implica hace que la Eritropoyetina o EPO (hormona encargada de la creaci¨®n de gl¨®bulos rojos) tenga una actividad m¨¢s alta que en el resto de sujetos. Esto hace que sean capaces de almacenar mas O2 no s¨®lo en los pulmones, sino tambi¨¦n en la propia sangre. De hecho, se sabe que los apne¨ªstas entrenados son capaces de almacenar hasta 3,2 litros de ox¨ªgeno en el organismo (1.650 ml en pulmones, 1.100 ml en sangre y el resto los tejidos) frente a los 2,1 litros habituales de los no apne¨ªstas (820 ml en pulmones y 880 en sangre, y resto en tejidos).
Pero adem¨¢s de almacenar esta gran cantidad de ox¨ªgeno, el apne¨ªsta debe reducir al m¨¢ximo su consumo si quiere prolongar su tiempo de apnea. Por esto los apne¨ªstas se relajan flotando en la superficie muchos minutos antes de realizar la inspiraci¨®n final y las carpas. El objetivo es ralentizar al m¨¢ximo su actividad card¨ªaca, tensi¨®n muscular y frecuencia respiratoria para que el consumo de ox¨ªgeno se reduzca a su m¨ªnima expresi¨®n. En estudios en laboratorio se ha comprobado que, mediante t¨¦cnicas mentales de relajaci¨®n similares al yoga, los apne¨ªstas son capaces de reducir el consumo de ox¨ªgeno m¨ªnimo m¨¢s de un 30% (300 ml O2, m¨ªnimum a 200 ml) sin afectar a sus funciones vitales. Estas t¨¦cnicas, unido a la ingravidez del agua, hacen que durante los minutos previos a la inmersi¨®n, la frecuencia card¨ªaca comience a descender, la respiraci¨®n se enlentezca y se alcance un estado de relajaci¨®n muscular y mental tan profundo que el cuerpo disminuye su actividad metab¨®lica. En ese momento el apne¨ªsta ya est¨¢ preparado: realiza pausadamente varias respiraciones lentas, una inspiraci¨®n m¨¢xima, varias carpas buscando su l¨ªmite de flexibilidad pulmonar¡ y se sumerge hacia las profundidades.
El descenso.
Ya durante los primeros metros del descenso, mientras el apne¨ªsta tira con sus brazos del cabo gu¨ªa para ganar profundidad, su organismo ajusta la primera respuesta encaminada a preservar la vida: el reflejo de inmersi¨®n. Unos receptores que tenemos en los p¨®mulos se mojan y env¨ªan se?ales nerviosas informando al cerebro de que estamos sumergidos. A estas se?ales se le unen otras procedentes de receptores de hipoxia perif¨¦ricos (situados en las extremidades) y las emitidas por el propio centro respiratorio (situado a nivel cerebral) que le informa del estado de apnea. El cerebro reacciona reduciendo dr¨¢sticamente la frecuencia card¨ªaca (bradicardia) y actividad metab¨®lica para reducir al m¨¢ximo el gasto de ox¨ªgeno. Al mismo tiempo constri?e levemente las arterias de los ¨®rganos prescindibles para redirigir la sangre a los m¨¢s vitales (coraz¨®n, pulmones y cerebro). En nuestro laboratorio (sin la ayuda del est¨ªmulo de los receptores de inmersi¨®n de los p¨®mulos), Miguel es capaz de disminuir su frecuencia card¨ªaca hasta 28 pulsaciones por minuto en apneas est¨¢ticas de seis minutos.
A medida que gana profundidad, la presi¨®n comprime al apne¨ªsta y reduce su volumen, sobre todo por la reducci¨®n del volumen de sus pulmones. A los 30-35 metros de profundidad (tras 10 brazadas y unos 30 segundos), el peso del agua que desplaza este volumen se vuelve menor que su peso corporal, el apne¨ªsta pierde su flotabilidad (principio de Arqu¨ªmedes) y comienza a caer a plomo. En este momento comienza un descenso que llevar¨¢ a Miguel hasta alcanzar 122 metros (aproximadamente a los 2¡¯10¡± de inmersi¨®n). Durante este descenso, ¨¦l permanecer¨¢ relajado e inerte a pesar de los dr¨¢sticos cambios que soportar¨¢ durante el mismo.
El primero de ellos es que su cerebro acent¨²a a¨²n m¨¢s su bradicardia y pone al cuerpo en ¡°modo supervivencia¡±. A medida que aumentan la hipercapnia, la hipoxia y la presi¨®n del agua, el cerebro interrumpe la circulaci¨®n de la mayor¨ªa de las arterias musculares y toda la sangre es redirigida al tronco y cabeza (fen¨®meno conocido como Blood Shift). Con esta respuesta circulatoria tan extrema, el cerebro consigue dos importantes objetivos. Por un lado, mantiene oxigenados los ¨®rganos vitales (incluido a s¨ª mismo). Por el otro, satura de sangre todos los capilares de dichos ¨®rganos. Como todos los fluidos, la sangre es incompresible y se opone a la presi¨®n del agua y evita el aplastamiento de v¨ªsceras y t¨®rax.
El segundo de estos cambios comienza a mitad del descenso (60-70m). La hipercapnia es tan alta que el centro respiratorio cerebral comienza a ordenar al diafragma que comience a respirar. Contrariamente a lo que com¨²nmente se cree, el est¨ªmulo principal que regula nuestra respiraci¨®n es m¨¢s evacuar el exceso de CO2 de la sangre que un descenso del ox¨ªgeno (que sin apnea, nunca ocurre). El resultado es que el diafragma comienza a contraerse de forma involuntaria mientras que comienza una fuerte sensaci¨®n de asfixia. Es aqu¨ª cuando la extraordinaria fortaleza mental del apne¨ªsta se hace vital: hasta el final de la inmersi¨®n, tendr¨¢ que soportar una angustiosa sensaci¨®n de asfixia y al mismo tiempo contener estas potentes sacudidas en el diafragma. Y lo deber¨¢ hacer manteniendo relajado el resto de la musculatura (para no malgastar ox¨ªgeno), al mismo tiempo que se concentra en proteger sus o¨ªdos.
El apne¨ªsta cae a plomo muy r¨¢pido, descendiendo casi un metro cada segundo, por lo que las t¨¦cnicas de compensaci¨®n son fundamentales
El apne¨ªsta cae a plomo muy r¨¢pido, descendiendo casi un metro cada segundo, por lo que las t¨¦cnicas de compensaci¨®n son fundamentales. Si el apne¨ªsta no ejecuta bien estas maniobras, la presi¨®n creciente le provocar¨¢ un barotrauma (da?o en los t¨ªmpanos provocado por la diferencia de presi¨®n entre el agua y el interior del o¨ªdo medio). Es en este aspecto donde los apne¨ªstas nos vuelven a maravillar llevando la t¨¦cnica de compensaci¨®n a un nivel superlativo. Los primeros metros del descenso, el apne¨ªsta compensa -iguala- la presi¨®n del o¨ªdo interno con respecto al medio (la presi¨®n del mar), realizando la maniobra de Frenzel. Consiste en aumentar la presi¨®n de las Trompas de Eustaquio utilizando la lengua como pist¨®n (empujando con ¨¦sta el aire contra el paladar y bombe¨¢ndolo a presi¨®n hacia las trompas de Eustaquio).
En los primeros 30/40 metros, el apne¨ªsta abre su glotis de forma intermitente para rellenar el aire que hay entre la lengua y el paladar, ya que va disminuyendo su volumen por la acci¨®n de la presi¨®n del agua. Cerca de los 30-50 metros, dependiendo del volumen pulmonar residual de sus pulmones, el apne¨ªsta ya no es capaz de subir aire desde los pulmones a la boca. El barotrauma severo (los t¨ªmpanos revientan) parece inevitable. En este momento el apne¨ªsta realiza una maniobra dif¨ªcil de creer: el llenado de boca o ¡°mouth fill¡±. El apne¨ªsta aprovecha que la presi¨®n del aire en pulmones es muy alta y abre de golpe su glotis. El aire sube del pulm¨®n aumentando la presi¨®n en la boca (incluso hincha los carrillos). As¨ª podr¨¢ seguir compensando el o¨ªdo hasta el final del descenso, ya que no volver¨¢ a abrir la glotis hasta regresar a la superficie.
En la profundidad.
En su ca¨ªda a plomo, el apne¨ªsta sobrepasa los 100 metros y se adentra en la oscuridad de las profundidades. Se concentra en mantenerse relajado mientras compensa sus o¨ªdos, contiene las contracciones de su diafragma y lucha contra una sensaci¨®n de asfixia cada vez mas intensa.
Sus pulmones se acercan al l¨ªmite. Los 12 litros en superficie se han reducido hasta apenas un litro y las contracciones del diafragma siguen golpe¨¢ndolos. La sangre pulmonar, aumentada por el Blood shift, se opone a la presi¨®n del aire y evita que revienten los alveolos. Sin embargo, el pulm¨®n se comprime tanto que la pleura comienza a da?arse y se puede producir edema pulmonar. En los campeonatos del mundo, no es infrecuente la hemoptisis (expectoraci¨®n de sangre por las v¨ªas respiratorias) en los apne¨ªstas que buscan su l¨ªmite varios d¨ªas consecutivos. Por debajo de 100 metros, el apne¨ªsta se acerca (y mucho) a un barotrauma que desgarre el pulm¨®n y provoque su muerte.
Llegando a 122 metros, la bradicardia es severa. Las 13 atm¨®sferas de presi¨®n comprimen tanto las arterias de brazos y piernas que interrumpen totalmente el flujo de sangre en ellas. El continuo ac¨²mulo de sangre eleva la presi¨®n arterial hasta las 350/290 mmHg (los normales son 120/80 mmHg). La enorme resistencia que esta oclusi¨®n del flujo opone al coraz¨®n, unido a un modo supervivencia activado al m¨¢ximo, provocan una bradicardia incompatible con la vida: aprox. 12-15 latidos por minuto.
En este momento, cuando el cerebro no recibe suficiente riego sangu¨ªneo y la saturaci¨®n de ox¨ªgeno de su hemoglobina se acerca al l¨ªmite, aparecen dos extraordinarias respuestas fisiol¨®gicas que le aferran a la vida. El bazo, que empez¨® a comprimirse a medio descenso estimulado por la hipercapnia es literalmente estrujado por la presi¨®n y libera al torrente sangu¨ªneo los gl¨®bulos rojos oxigenados que almacenaba. Frente a los normales 100 ml, los estudios de la profesora Ericka Schagatay [m¨¢xima autoridad mundial en fisiolog¨ªa de la apnea] han demostrado que el bazo de los apne¨ªstas puede liberar hasta 600 ml. Tan importante es esta aportaci¨®n, que se ha comprobado que son precisamente los apne¨ªstas que tienen el bazo m¨¢s grande los que mayor tiempo de apnea est¨¢tica son capaces de mantener. Se ha calculado que esos 600 ml de gl¨®bulos rojos liberados por el bazo suponen un tiempo de apnea extra de aproximadamente 30-40 segundos. Esta ayuda in extremis del bazo impide que la saturaci¨®n de O2 de la hemoglobina cerebral caiga hasta provocar da?o cerebral.
El apne¨ªsta llega al fondo con sus funciones vitales est¨¢n reducidas al m¨¢ximo: su coraz¨®n casi parado, su cerebro con el m¨ªnimo riego posible
Pero esta respuesta no resuelve la incapacidad que el coraz¨®n tiene de bombear suficiente flujo sangu¨ªneo hacia el cerebro. En esta situaci¨®n, las contracciones involuntarias del diafragma (esas que da?an los pulmones y contra las que tanto lucha el apne¨ªsta) se convierten ahora en salvadoras. De la misma forma que nuestra mano durante un masaje cardiaco, el diafragma empuja el coraz¨®n y le ayuda a bombear un poco m¨¢s de sangre en cada latido y protege al cerebro de sufrir da?o por isquemia [insuficiente riego sangu¨ªneo]. Aunque por debajo de los 100m ning¨²n estudio ha podido medir este fen¨®meno, se sabe que ocurre por los estudios de apnea est¨¢tica realizados en laboratorio. Se ha comprobado con medici¨®n directa de flujo sangu¨ªneo por las car¨®tidas (mediante una t¨¦cnica llamada espectroscopia por infrarrojos) y de bombeo card¨ªaco (por ecocardiograf¨ªa) que cuando las contracciones del diafragma aparecen, aumenta el volumen eyectado en cada latido y la velocidad de flujo sangu¨ªneo por el cerebro.
El apne¨ªsta llega al fondo con sus funciones vitales est¨¢n reducidas al m¨¢ximo: su coraz¨®n casi parado, su cerebro con el m¨ªnimo riego posible. A pesar de que su diafragma sigue golpeando y de la sensaci¨®n de asfixia, el apne¨ªsta se mantiene mental y f¨ªsicamente relajado para evitar que la presi¨®n destroce sus v¨ªsceras. Incluso adopta una leve postura fetal buscando protegerlas. Toca el fondo a 122 metros a los 2¡¯10¡±. Coge el testigo, lo fija a su pierna y se gira para encarar el dur¨ªsimo ascenso de 48-50 brazadas en contra de su peso (no recuperar¨¢ su flotabilidad hasta llegar a los 30m). Necesitar¨¢ otros 2¡¯30¡± para llegar a la superficie.
El ascenso.
Las primeras brazadas son intencionadamente cortas y agarra el cabo gu¨ªa a la altura de su cabeza. Los pulmones est¨¢n tan comprimidos, que si lo agarrara por encima de su cabeza, la extensi¨®n de los costados del t¨®rax podr¨ªa provocarle un neumot¨®rax [perforaci¨®n de la pleura]. Despu¨¦s, cada brazada se hace amplia y potente. Aunque el tiempo corre, el apne¨ªsta es consciente de que no puede malgastar el escaso ox¨ªgeno y no bracea demasiado r¨¢pido. Aunque el ascenso es r¨¢pido (0.9 m/s) y el descenso de presi¨®n permitir¨ªa volver a restaurar el flujo sangu¨ªneo en las arterias de brazos y piernas, la necesidad de ahorrar ox¨ªgeno sangu¨ªneo obliga al cerebro a mantenerlas cerradas. Esto supone un nuevo reto para su fisiolog¨ªa. Los m¨²sculos de los brazos se ven obligados a seguir contray¨¦ndose sin aporte de O2 proveniente de la sangre.
Para solventar la situaci¨®n, los apne¨ªstas recurren a otra interesante adaptaci¨®n muscular. C¨®mo en otros mam¨ªferos marinos, las c¨¦lulas musculares de los apne¨ªstas muestran contenido muy alto de mioglobina [equivalente muscular a la hemoglobina sangu¨ªnea]. Gracias al ox¨ªgeno almacenado en ella, los tejidos se mantendr¨¢n vivos a pesar de no recibir flujo sangu¨ªneo durante todo el ascenso. Como esto no ser¨¢ suficiente para desarrollar todo el trabajo muscular hasta la superficie sus m¨²sculos dorsales, deltoides, b¨ªceps y tr¨ªceps recurrir¨¢n a al metabolismo anaer¨®bico, degradando gluc¨®geno a alta intensidad, para poder seguir tirando del cabo hasta la superficie. Al hacerlo, la producci¨®n de ¨¢cido l¨¢ctico es elevada. Aunque parte de ¨¦l es tamponado (neutralizado) hacia lactato en sangre (su concentraci¨®n llega a los 8-9 mMol/L), queda mucho ¨¢cido l¨¢ctico por tamponar y el pH del m¨²sculo desciende [acidosis l¨¢ctica]. La ca¨ªda del pH dificulta a¨²n m¨¢s cada contracci¨®n muscular. Los apne¨ªstas describen c¨®mo los tr¨ªceps apenan pueden contraerse y 'arden' [es el efecto del ¨¢cido l¨¢ctico acumulado en el m¨²sculo al no poder evacuarlo por sangre].
En la claridad de los 40 metros, cuando el apne¨ªsta se encuentra con los apne¨ªstas de seguridad, se produce la mayor¨ªa de los accidentes
Con acidosis en sangre, las contracciones del diafragma golpeando cada vez con m¨¢s fuerza, la sensaci¨®n de asfixia volvi¨¦ndose insoportable y con una saturaci¨®n casi al l¨ªmite, el apne¨ªsta abandona la oscuridad y se aproxima hacia la superficie. Pasa cerca de los buzos de seguridad, que con equipos con botella le esperan entre los 60 metros y 40 metros. Su funci¨®n es fijarle un globo e hincharlo a presi¨®n para lanzar al apne¨ªsta en caso de que ¨¦ste pierda el conocimiento (no pueden acompa?arle pues sufrir¨ªan descompresi¨®n).
En la claridad de los 40 metros, el apne¨ªsta se encuentra con los apne¨ªstas de seguridad que han descendido (tambi¨¦n a pulm¨®n) para poder acompa?arle en los ¨²ltimos metros de su inmersi¨®n. En estos metros se producen la mayor¨ªa de los accidentes. El principal y m¨¢s peligroso es el conocido s¨ªncope de ascensi¨®n. El cerebro ya tiene muy poco ox¨ªgeno y, aunque la hipoxia y la acidosis har¨ªan el ascenso algo m¨¢s lento, el empuje de la flotabilidad reci¨¦n recuperada mantiene la velocidad de ascenso elevada. Los pulmones se expanden r¨¢pidamente conforme se acerca a la superficie, y las escasas mol¨¦culas de ox¨ªgeno que contienen se expanden y hacen descender la presi¨®n de O2 alveolar, incluso por debajo de la presi¨®n de O2 de la sangre. La diferencia de presi¨®n hace que el ox¨ªgeno comience a realizar un camino inverso (desde la sangre hacia el pulm¨®n), descendiendo su contenido en sangre por debajo del l¨ªmite.
En este momento, el cerebro reacciona a la desesperada y anula cualquier proceso accesorio a la vida que consuma el poco ox¨ªgeno que le queda. El apne¨ªsta pierde el conocimiento instant¨¢neamente y literalmente se 'desconecta'. Ante el s¨ªncope de ascensi¨®n, los apne¨ªstas de seguridad tienen muy poco tiempo para llevar el cuerpo inerte hasta la superficie e iniciar las maniobras de reanimaci¨®n que eviten el da?o cerebral. El protocolo se ejecuta r¨¢pidamente. Por un lado, se persigue estimular al apne¨ªsta mediante palmadas y gritos. Por otro lado, se sopla en sus p¨®mulos, buscando desactivar los receptores del reflejo de inmersi¨®n para incrementar r¨¢pidamente su frecuencia cardiaca. Paralelamente, se abren las v¨ªas respiratorias para facilitar la ventilaci¨®n de los pulmones. Las v¨ªas respiratorias del apne¨ªsta se han cerrado de forma refleja (laringoespamo) para evitar la entrada de agua en ellas. En algunos casos este reflejo persiste en superficie y es necesario introducir una c¨¢nula para abrirlas y evitar una muerte por asfixia. En general, la mayor¨ªa de los s¨ªncopes se recuperan mediante este protocolo tras unos 30-40 segundos, que se hacen realmente eternos.
En la superficie.
Aun evitando el s¨ªncope y habiendo llegado a la superficie, el apne¨ªsta tiene todav¨ªa dos retos importantes para culminar con ¨¦xito su inmersi¨®n. El primero es la cr¨ªtica oxigenaci¨®n. En cl¨ªnica, se sabe que perdemos la consciencia cuando la saturaci¨®n de O2 arterial baja del 50%. Por mediciones directas en competici¨®n, sabemos que los apne¨ªstas regresan a la superficie con una saturaci¨®n arterial cercana a tan s¨®lo 30% sin desmayarse (se piensa que el cerebro del apne¨ªsta toma esta adaptaci¨®n para protegerse del da?o por hipoxia). Sin embargo, la oxigenaci¨®n puede ser tan baja que el cerebro sacrifique parte de sus funciones y el apne¨ªsta muestre p¨¦rdida de control motor (realice movimientos incontrolados y espasmos que los apne¨ªstas conocen como samba). Lo segundo es, parad¨®jicamente, volver a respirar. Con el ox¨ªgeno al m¨ªnimo en sangre y pulmones, la exhalaci¨®n profunda del aire pulmonar (que de forma intuitiva tendemos a hacer tras una inmersi¨®n) descender¨ªa la ya baja presi¨®n de ox¨ªgeno y provocar¨ªa la entrada en s¨ªncope. Por eso realiza respiraciones de recuperaci¨®n, que son inspiraciones forzadas y exhalaciones pasivas, manteniendo la respiraci¨®n uno o dos segundos entre inspiraci¨®n y exhalaci¨®n, para generar m¨¢s presi¨®n en los pulmones y as¨ª la difusi¨®n de los gases es mejor. Esto permite que la presi¨®n de O2 no caiga. As¨ª consigue reciclar poco a poco el aire pulmonar sin que se produzca la p¨¦rdida de conocimiento.
El problema es que esta recuperaci¨®n es lenta. El cerebro se encuentra con tanta hipoxia que durante los primeros instantes toda la sangre que pasa por los pulmones ser¨¢ redirigida al cerebro para recuperarse. Solo cuando est¨¦ plenamente restablecido el desequilibrio cerebral, se comenzar¨¢ a distribuir sangre oxigenada hacia el resto del organismo. Se puede intuir cu¨¢ndo ocurre esto registrando el tiempo que pasa desde que comienza la respiraci¨®n de recuperaci¨®n hasta que comienza a subir la saturaci¨®n de O2 en dedo (con un pulsiox¨ªmetro convencional). Cuando comienza a subir la saturaci¨®n de O2 en el dedo es s¨ªntoma de que comienza a fluir sangre oxigenada por los brazos (porque el cerebro vuelve a estar ya plenamente oxigenado). Nosotros hemos registrado en el laboratorio que, tras una apnea est¨¢tica de seis minutos, Miguel necesita entre 50 y 52 segundos para restablecer la oxigenaci¨®n central y comenzar a oxigenar el resto de su cuerpo.
Para que el record sea v¨¢lido, el apne¨ªsta tiene que quitarse las gafas de los ojos y decir ¡°I am OK¡± en los primeros 15 segundos
Sin embargo, adem¨¢s de no manifestar p¨¦rdida de control motor, para que el record sea v¨¢lido el apne¨ªsta tiene que quitarse las gafas de los ojos y decir ¡°I am OK¡± mientras hace el gesto con la mano en los primeros 15 segundos. Como la recuperaci¨®n completa a¨²n no est¨¢ alcanzada, el cerebro puede tener a¨²n tanta hipoxia que no sea capaz de ejecutar controladamente algo tan a priori sencillo. Despu¨¦s del esfuerzo y riesgos asumidos, la descalificaci¨®n por este motivo es especialmente frustrante para los apne¨ªstas. Este ser¨¢ el ¨²ltimo obst¨¢culo que Miguel tendr¨¢ que superar.
Si todo va bien, Miguel llenar¨¢ al l¨ªmite sus pulmones antes de sumergirse hacia los -122 metros. Compensar¨¢ sus o¨ªdos redirigiendo aire desde ¨¦stos hasta su boca. En la oscuridad de las profundidades, su frecuencia card¨ªaca se reducir¨¢ hasta casi parar su coraz¨®n. Soportar¨¢ presiones arteriales que destrozar¨ªan cualquier arteria. Alcanzar¨¢ niveles de hipoxia descritos como ¡°incompatibles con la vida¡±. Soportar¨¢ el da?o pulmonar que las contracciones de su diafragma le provoquen. Y lo har¨¢ luchando contra su sensaci¨®n de asfixia, mientras se mantiene relajado para reducir al m¨¢ximo su consumo de ox¨ªgeno y evitar que la presi¨®n del agua destroce sus v¨ªsceras. Tras aproximadamente cuatro minutos y 35 segundos, Miguel regresar¨¢ a la superficie. Esos 122 metros ser¨¢n, sin ninguna duda, la ¨²ltima aventura que pone al l¨ªmite la extraordinaria capacidad del ser humano (y de su fisiolog¨ªa), de aferrarse a la vida.
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