La Real funde los plomos al Atl¨¦tico

Al Atl¨¦tico se le fundieron los plomos en Anoeta, precisamente en el partido en el que la Real Sociedad se enchuf¨® a su mejor versi¨®n tras vivir nueve partidos de penumbra tras su inicio ilusionante volteando al Real Madrid. Lo segundo tuvo mucho que ver con lo primero. La Real esta vez volte¨® al vigente campe¨®n de Liga con un f¨²tbol vibrante, brillante en ocasiones (cuando Vela andaba de por medio) frente a un rival que nunca supo a qu¨¦ jugaba y al que le superaron los acontecimientos, los que le favorec¨ªan y los que le penalizaban.

John Toshack dir¨ªa que en Anoeta hubo mucho pollo sin cabeza en la primera mitad, especialmente en el Atl¨¦tico, un equipo tan mecanizado, con los automatismos siempre activados, defensivamente impecable que hurga en las heridas con dedos de cirujana. Y herida estaba la Real en plena depresi¨®n y con la interinidad por bandera, en espera de su nuevo t¨¦cnico (hoy desvelar¨¢ si es Moyes o Mel) y quiz¨¢s de definir su estilo, pura sombra, puro l¨¢piz. Pero no hubo noticias del Atl¨¦tico en ese periodo, un equipo deshilachado, que romp¨ªa el hilo de la jugada por un mal pase, un futbolista descolgado, un desajuste colectivo.

Y eso que el partido se le hab¨ªa puesto de cara a los diez minutos con un gol que inicialmente retrataba al equipo de Simeone: una jugada construida y resuelta de memoria, sin necesidad de mirar antes de pasar. Un apoyo entre Juanfran y Ra¨²l Garc¨ªa que centr¨® en rosca por abajo mirando con la nuca, no con los ojos. Y all¨ª estaba Mandzukic, m¨¢s listo que Mikel Gonz¨¢lez y Carlos Mart¨ªnez para empujar a la red.

El gol era un caramelo en el colegio del Atl¨¦tico, pero le sent¨® como un tiro y espabil¨® a la Real, que tir¨® de coraz¨®n proponiendo un toma y daca que le conven¨ªa para igualar el c¨¢lculo de probabilidades. El Atl¨¦tico se ahog¨® en su propio ¨¦xito y se convirti¨® en un manojo de nervios, un equipo de meritorios sin curr¨ªculo. Una madeja de errores a la hora de sacar el bal¨®n acab¨® en los pies de Vela que envi¨® un zurdazo fant¨¢stico que convirti¨® la estirada de Moya en un atrezzo para la fotograf¨ªa del gol.

La Real Sociedad era puro coraz¨®n, y el equipo de Simeone puro estado de nervios Y era Carlos Vela, un peligro constante, una sensaci¨®n permanente de gol. Cuando el mexicano no activaba las alarmas, lo hac¨ªa el propio Atl¨¦tico. Una cesi¨®n horrorosa de Miranda, dej¨® a Agirretxe ante Moy¨¢. Lo supero en carrera y mando el bal¨®n a la puerta vac¨ªa, abierta de par en par, pero por all¨ª apareci¨® God¨ªn para despejar en el ¨²ltimo instante. God¨ªn para lo bueno y para lo malo, para salvar el gol de Agirretxe y para cometer un penalti sobre Carlos Vela que ?lvarez Izquierdo convirti¨® en... tarjeta amarilla a Vela.

Era una Real de arrebatos y un Atl¨¦tico desorientado, incluso desorganizado. Koke solo figuraba en la alineaci¨®n, Arda, la habitual linterna m¨¢gica, ten¨ªa poca pila y Mandzukic se perd¨ªa entre la oscuridad del equipo.

Todo lo que Simeone dijera en el descanso para que su equipo fuera el suyo, no sirvi¨® para nada. A los cinco minutos de la reanudaci¨®n, el lateral Siqueira se gan¨® la segunda amonestaci¨®n y se fue al vestuario. Hab¨ªa que inventar otro discurso sobre la marcha. Dos minutos despu¨¦s arroll¨® a Vela dentro del ¨¢rea y el ¨¢rbitro tampoco vio penalti. Al menos no amonest¨® al mexicano.

La suma de acciones determinantes se incrementaba en un partido que se le complicaba por igual al Atl¨¦tico y al ¨¢rbitro. Con un hombre m¨¢s, la Real siti¨® a su rival, pero dispar¨® menos. Bien es cierto que el Atl¨¦tico se abraz¨® a su ¨¢rea como un ni?o a su madre cuando hace fr¨ªo, pero la Real le desnudaba a cada paso. Simeone ped¨ªa calma y m¨¢s calma y m¨¢s pausa, como frenando las ansias de su equipo, tanto que incluso cabece¨® hacia atr¨¢s con su singular cabellera un bal¨®n que estaba fuera con el ¨²nico ¨¢nimo de perder tiempo.

No era Simeone. No era el Atl¨¦tico. Y s¨ª era la Real. Asier Santana, el t¨¦cnico interino, apel¨® a los cl¨¢sicos (Mikel Gonz¨¢lez, Carlos Mart¨ªnez, Xabi Prieto), y enganch¨® a Granero con Bergara para evitar que el equipo se partiera en dos como ocurr¨ªa habitualmente. Solo faltaba el gol que le resarciera del infortunio o de la injusticia de un empate que le sab¨ªa a poqu¨ªsimo. Y el gol lleg¨® con la belleza de la vieja usanza. Un duelo cl¨¢sico encontr¨® un final cl¨¢sico: un centro a pie cambiado desde la izquierda de Zaldua, un vuelo majestuoso de Agirretxe que meti¨® la frente para incrustar el bal¨®n en la red. Miranda ten¨ªa la distancia justa para ser el mejor espectador de la jugada.