El f¨²tbol por bandera
Tras las pol¨¦micas ausencias con la selecci¨®n de Diego Costa, Cesc y en su d¨ªa Piqu¨¦, convendr¨ªa una trasparencia total de clubes y jugadores en las convocatorias y un menor grado de oportunismo


El f¨²tbol no logra sacudirse del todo de su vertiente m¨¢s tribal, la que de forma sectaria algunos tratan de impregnar con la bandera, la patria, el himno y otras sacras identidades. Todo el peso recae sobre las selecciones y Espa?a no es ajena a esta corriente en la que abunda la demagogia, el populismo y los partidistas. En este pa¨ªs a¨²n est¨¢ bajo sospecha aquel que no cumple con la obligaci¨®n nacional, como si acudir a una convocatoria fuera el ¨²ltimo reducto del servicio militar. No es una met¨¢fora. En Espa?a, por mucho que no se aplique, a¨²n hay una ley en vigor que amenaza con sanciones a quienes no acuden a filas. En esta cuesti¨®n es peligrosa la ciza?a, porque no siempre se entiende que el compromiso del jugador es con el equipo y su dep¨®sito sentimental, no una jura de bandera.
Resulta curioso que el futbolista lo pague m¨¢s que ning¨²n otro. La comprensi¨®n es mucho mayor cuando Pau Gasol, Alberto Contador e incluso algunos tenistas con el equipo al borde del descenso se liberan porque no les cuadra el calendario o necesitan sosiego. No importa que sea un congole?o como Serge Ibaka, un brasile?o como Diego Costa, una venezolana como Garbi?e Muguruza o un alem¨¢n como Johan M¨¹hlegg. En estos tiempos de globalizaci¨®n absoluta se llega al caso de que dos hermanos pueden alinearse con pa¨ªses diferentes, caso del espa?ol Thiago Alc¨¢ntara y el brasile?o Rafinha Alc¨¢ntara o el ghan¨¦s Kevin-Prince Boateng y el alem¨¢n Jerome Boateng.
Los futbolistas pagan m¨¢s la incomprensi¨®n que Pau Gasol, Contador o los tenistas
El f¨²tbol vive bajo la lupa permanente y sus actores, caso de Jos¨¦ Mourinho o Luis Enrique en las ¨²ltimas semanas, tampoco ayudan. Es l¨®gico que cada cual defienda sus intereses, pero no que por ello se eluda la transparencia total por parte de futbolistas y clubes en las convocatorias y que el jugador se vea en la picota. Piqu¨¦, Diego Costa y Cesc han sido los ¨²ltimos en verse en el disparadero, y de paso poner en una situaci¨®n enrevesada al seleccionador, Vicente del Bosque, que tantas veces les ha brindado su apoyo en los peores momentos. En sus equipos, con Piqu¨¦ y Costa se aleg¨® que ten¨ªan molestias, pero luego no tuvieron reparos en alinearles de inmediato. No hubiera sido un desaire para La Roja si se hubiera explicado de inmediato y sin tapujos, porque no es un disparate que pudieran jugar un partido y luego tratarse m¨¦dicamente durante el par¨®n internacional, y no estuvieran para viajes y tres encuentros en una semana. Cierto que son sus clubes quienes les pagan, pero tambi¨¦n los que se aprovechan de su cotizaci¨®n internacional a la hora de un suculento traspaso. Tampoco hay que olvidar que en una selecci¨®n las rotaciones son m¨¢s sencillas, no hay m¨¢s l¨ªmite que el del producto aut¨®ctono o nacionalizado.
Para que no haya dudas corresponde a las partes conciliar un arbitraje com¨²n
A todas las partes, jugador, equipo, y selecci¨®n, les interesar¨ªa que lo primordial fuera la plenitud f¨ªsica del futbolista. Pero, a la vista de la poca colaboraci¨®n de los propensos a los enredos, a la federaci¨®n le convendr¨ªa articular una f¨®rmula que sirviera para todos por igual y que desde sus entra?as, como ha ocurrido la pasada semana con Sergio Ramos, no se atizara la hoguera, fuera o no su intenci¨®n.
Cuando los jugadores acuden a la selecci¨®n lo hacen, por lo general, con orgullo y no son pocas las veces que encuentran ox¨ªgeno en las citas internacionales. Se sienten identificados con un equipo y saben que son unos privilegiados por estar en la gran pasarela internacional. A nadie se le pide que conozca la historia de los visigodos, sino que defienda con entrega y vocaci¨®n su prestigio y el del f¨²tbol del pa¨ªs al que han decidido representar. No es pol¨ªtica, es f¨²tbol, y caben todos. Basta con rebobinar el ¨¢lbum de oro de la selecci¨®n espa?ola: Zarra era vasco, como Iribar, lo mismo que Marcelino y Amancio gallegos, Xavi y Puyol catalanes, Fernando Torres y Casillas madrile?os, Iniesta manchego e Isco, la nueva perla, tan malague?o como Fernando Hierro y Juanito. Con Espa?a tambi¨¦n han desfilado argentinos como Di St¨¦fano y Milonguita Heredia, h¨²ngaros como Puskas y Kubala, brasile?os como Senna y Donato... Todos, los de pura cepa y los nacionalizados, forman parte de la historia de esta selecci¨®n, de la buena y la menos buena. Como pretende ser protagonista Diego Costa, cuyo compromiso le llev¨® a disputar en su pa¨ªs natal un Mundial con otra camiseta.
Mourinho o Luis Enrique no ayudan. Defienden sus intereses, pero dejan al jugador en la picota
Por eso, para que no haya la m¨¢s m¨ªnima duda, corresponde a todas las partes conciliar un arbitraje com¨²n. Y que el jugador se sienta libre, sin chantajes, para decidir, en ocasiones y justificadamente, si est¨¢ o no con fuerzas, f¨ªsicas y mentales, para participar de una convocatoria determinada. Otra cosa ser¨ªa que pretendiera un calendario a su antojo y borrarse de farragosas fases de clasificaci¨®n para resucitar en las grandes citas. Bastar¨ªa con aplicar el sentido com¨²n, olvidarse de oportunistas y no disparar con el cutrer¨ªo patrio. Es lo que, con Del Bosque al frente, intenta esta Espa?a en transici¨®n, que lo ¨²ltimo que necesita son embrollos y cicutas externos. La selecci¨®n no puede ser un engorro, bien lo saben Piqu¨¦, Costa, Cesc y todos. Otra cosa es que sus entrenadores de diario se lo intenten hacer ver... hasta que alg¨²n d¨ªa sean seleccionadores y su perspectiva cambie. Por encima de todo, el f¨²tbol por bandera. La de Isco, por ejemplo.
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