¡°De repente empezaron a pegarse palizas brutales. Ha sido horroroso¡±

Los hosteleros y algunos empleados de los tenderetes de los aleda?os del Vicente Calder¨®n se sorprendieron poco antes de las nueve de la ma?ana cuando vieron a m¨¢s de un centenar de los seguidores radicales del Atl¨¦tico reunidos y desayunando. Lo temprano de la hora hizo presagiar lo peor a los presentes. ¡°Al poco empezaron a desfilar por el Paseo de los Melanc¨®licos. Iban armados con botellas, palos, barras de hierro y algunos hasta iban haci¨¦ndose fotos y grab¨¢ndose con el m¨®vil¡±, relata un testigo presencial. Los violentos iban al encuentro de los Riazor Blues, los seguidores m¨¢s radicales del Deportivo, con los que se se hab¨ªan citado d¨ªas antes por las redes sociales. La pelea se desat¨® en un radio de acci¨®n pr¨®ximo al lugar donde ten¨ªan previsto aparcar los autobuses en los que se desplazaron los Riazor Blues. ¡°De repente empezaron a pegarse palizas brutales y empez¨® a caer gente al r¨ªo. Ha sido horroroso¡±, atestigua una se?ora que trataba de aparcar su veh¨ªculo cuando se desat¨® la reyerta.

?Asesinos, asesinos!¡±, gritaban los seguidores del Depor desde el anillo del Calder¨®n

Los brutales hechos, acaecidos en la zona Madrid R¨ªo depararon un silencio cortante en la confluencia del Paseo de Pontones con Virgen del Puerto a las 11.00, una hora antes del partido. All¨ª varios seguidores del Deportivo, a unos metros de un cord¨®n policial y de las ambulancias del Samur, aguardaban para entrar al estadio. Cuando se encaminaron hacia el recinto muchos de ellos iban cabizbajos, con pocas ganas de hablar y temerosos. ¡°Cuando est¨¢bamos llegando a Madrid algunos de nosotros ya sab¨ªamos que un seguidor del Depor estaba grave, pero no avisamos ni dijimos nada para no asustar a la gente mayor que viajaba con nosotros¡±, relata un seguidor deportivista. ¡°Cuando estos individuos se citan y quedan para pegarse pasa lo que pasa, es una verg¨¹enza¡±, apostilla otro aficionado gallego. ¡°No se puede consentir que unos desalmados tengan cabida en el f¨²tbol y que generen este terror entre los que venimos a de manera pac¨ªfica¡±, se lamentaba un seguidor rojiblanco que acud¨ªa al partido con su pareja y dos menores. La hora del partido, las doce del mediod¨ªa, invitaba a que los ni?os acudieran de la mano de sus padres a un simple partido de f¨²tbol. Algunas de esas criaturas caminaron asustadas hacia el estadio mientras sus progenitores miraban desconfiados hacia los lados. Otros iban a paso ligero, tap¨¢ndose los distintivos que les se?alaban como aficionados de uno u otro equipo.

Para cuando se iba se?alar el inicio del encuentro, cerca de 500 de seguidores del Deportivo se acomodaron en la esquina superior del fondo norte. Desde all¨ª, cuando el partido empez¨® se escucharon c¨¢nticos de ¡°asesinos, asesinos¡±. Enfrente, desde el fondo sur, donde se ubican los seguidores radicales del Atl¨¦tico, empezaron a sonar c¨¢nticos de ¨¢nimo al Atl¨¦tico que no fueron secundados por el resto de la afici¨®n rojiblanca, que respondi¨® con silbidos, al principio de manera t¨ªmida, pero con m¨¢s rotundidad en la medida que se extendi¨® la noticia de los graves altercados.

Se llen¨® el Calder¨®n, pero hubo intervalos de tiempo en el que rein¨® en el ambiente un silencio abochornado de dudas, de entre seguir el juego y jalearlo y callar.

Se aplaudieron los dos goles del Atl¨¦tico de Sa¨²l y Arda, pero no se escuch¨® tararear el himno del Atl¨¦tico por toda la afici¨®n rojiblanca como sucede habitualmente. Hubo murmullos y reacciones a las decisiones arbitrales, pero el grader¨ªo volv¨ªa a enmudecer en cuanto no suced¨ªa algo relevante en el terreno de juego.

Fue un partido con un ambiente extra?o en el que parec¨ªa reinar la confusi¨®n entre animar o callar ante la barbarie. Desde el fondo sur se empez¨® a corear el nombre de Diego Pablo Simeone al poco de iniciarse el partido. En esta ocasi¨®n el t¨¦cnico rojiblanco no correspondi¨® con un saludo como hace habitualmente. S¨ª lo hizo cuando fue aclamado desde el mismo fondo en el segundo tiempo. Para entonces, ya se hab¨ªa extendido el rumor de que el hincha del Deportivo hospitalizado se debat¨ªa entre la vida y la muerte.

La mejor respuesta a tanta barbarie se dio a pocos minutos de finalizar el encuentro, cuando volvieron a aflorar desde el sector de los seguidores deportivistas el grito de ¡°asesinos, asesinos¡±. Gran parte de la afici¨®n rojiblanca abuche¨® para tratar de dejar claro que no quer¨ªan ser relacionados con los ultras rojiblancos. En medio de ese cruce de gritos y pitidos, que calde¨® el ambiente, hubo dos aficionados, uno de cada equipo, que pusieron la paz. Se intercambiaron las bufandas y el gesto fue aplaudido por la gran mayor¨ªa del estadio. El partido concluy¨® al poco. Hab¨ªa ganado el Atl¨¦tico, pero hab¨ªa perdido el f¨²tbol una vez m¨¢s por la sinraz¨®n de los hinchas radicales que habitan en sus estadios.