El malo de la pel¨ªcula
La llegada de Josh Smith a los Rockets convierte a la franquicia de Houston en el equipo de los siete pecados capitales
Casi han pasado dos semanas desde que los Pistons largaron a Josh Smith, famoso por su gatillo f¨¢cil, tras un acuerdo extra?o (extra?o porque le pagaban 27 millones de d¨®lares a cambio de que jam¨¢s volviese a jugar con su camiseta).
No es tan raro si tenemos en cuenta que Smith lleva bastante tiempo siendo una r¨¦mora en todas las plantillas en las que ha estado. Para Atlanta Hawks, su primer equipo profesional, era un enigma: tan pronto era un jugador All-Star como mutaba en una amalgama de extremidades y ligamentos gobernados por un cerebro aburrido de jugar al baloncesto. Este a?o, en Detroit, Smith estaba en un 39% de acierto en tiros de campo mientras discut¨ªa abiertamente a su entrenador, Stan Van Gundy.
As¨ª las cosas, la decisi¨®n de los Pistons parec¨ªa plenamente sensata en el, en muchos casos, incomprensible mundo de los contratos garantizados: te libras de un jugador que la l¨ªa en tu equipo y la vida sigue. Su destierro era bueno para los Pistons, para la NBA y para cualquiera que piense que la gente debe esforzarse en su trabajo. Pero la contribuci¨®n de Smith a la historia de esta temporada no pod¨ªa quedar as¨ª.
La liga viv¨ªa un momento pl¨¢cido hasta ese mismo momento. Pod¨ªas divertirte viendo a los Warriors, los Grizzlies iban alcanzando su nivel, Pau Gasol parec¨ªa rejuvenecer, Derrick Rose estaba de vuelta, y los Spurs¡ Los Spurs segu¨ªan ah¨ª. Pero faltaba algo, ese plus que s¨®lo puede aportar un villano.
Sin Josh Smith en los Pistons, ten¨ªamos una buena historia en la liga, pero faltaba algo
Y dos eran los contendientes que aspiraban al trono. Por un lado un Kobe Bryant que mira a sus compa?eros como cuando Frodo se pone el anillo. Y por otro los Cavaliers de LeBron James, tan artificialmente preparados para la victoria que desesperan a cualquier aficionado al baloncesto. En contra de sus anhelos juega que los Lakers atraviesan horas bajas y que los de Cleveland se debaten entre la confusi¨®n. En fin, que ten¨ªamos una buena historia pero faltaba algo.
Y en esas los Rockets ficharon a Josh Smith. Su llegada convierte a la franquicia de Houston en el equipo de los siete pecados capitales. Dwight Howard, el hombre del que dicen ha tenido ocho hijos con seis mujeres diferentes y que se pele¨® a principios de la liga con Bryant, aporta la lujuria y la ira. James Harden es la envidia (recuerden c¨®mo se llevaba con sus compa?eros en Oklahoma) y la avaricia (el baloncesto es, para ¨¦l, lo que el anillo ¨²nico para Gollum). La gula es propiedad de Smith: la ¨²ltima temporada lanz¨® 3,4 triples por partido pese a convertir un m¨ªsero 26% de ellos. Harden (defendiendo) y Smith (atacando) son la personificaci¨®n de la pereza, y es f¨¢cil imaginarnos a este tr¨ªo en un p¨®ster con la leyenda ORGULLO sobreimpresionada.
La combinaci¨®n es casi demasiado buena para ser verdad (deber¨ªamos enviar una tarjeta de agradecimiento a los Rockets). Y lo es porque, como cualquier aficionado al deporte sabe, animar a tu equipo est¨¢ bien pero detestar a otro es absolutamente genial.
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