D¨ªa 2. Mandan los peque?os
![K.C Rivers y Henk Norel discuten en un momento del partido](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/3X7I3KE4JGZLMSRR2RTNUZ4OOI.jpg?auth=46d2ff6c2b018fd54de485c59cd5314f2103c525f6316c3c8b105cab3e665261&width=414)
El baloncesto es un juego de equilibrios, o al menos as¨ª deber¨ªa ser. Pero mantenerlo no siempre es f¨¢cil, y la balanza se suele inclinar hacia uno de los lados lo que tiene como consecuencia que unos mandan y otros son unos mandados. Hubo un tiempo donde en este deporte dominaban los hombres altos, lo que no dejaba de tener su l¨®gica cuando se trata de una disciplina donde el objeto de deseo, o sea, la canasta, est¨¢ colocada a m¨¢s de tres metros de altura. Los altos se cotizaban al alza y parec¨ªa que sin un gran poder¨ªo debajo de los aros, sin un grande con capacidad de dominaci¨®n y sobre el que hacer girar el juego, no ibas a ning¨²n lado. Lleg¨® Michael Jordan y sus legendarios Bulls y poco a poco cambi¨® el paradigma. Llegados al tiempo presente, mandan los peque?os.
En ambos partidos el bacalao fue cortado por la gente menuda, lo que vuelve a demostrar que la era de los mamuts queda cada vez m¨¢s lejos
Que se lo digan al Madrid, donde casi todo lo importante es manejado desde hace tiempo por su bater¨ªa de hombres exteriores. En su puesta de largo en esta Copa del Rey, a la que lleg¨® con medio partido de retraso, volvi¨® a demostrarlo. Como en el caso del huevo y la gallina, donde no se sabe qu¨¦ es origen y qu¨¦ consecuencia, esta situaci¨®n podr¨ªa obedecer a la poca consistencia de la mayor¨ªa de sus hombres altos, pero tambi¨¦n a que una vez cogido el mando por parte de los peque?os, estos utilicen a sus compa?eros (por desconfianza o ego¨ªsmo) m¨¢s como medios para crear su propio juego que como objetivo final de las operaciones.
![Walter Tavares trata de taponar el lanzamiento de Abalde](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/AT3Q5W2O4ERPFA74VLWDS3IQUE.jpg?auth=cf64220a7bb5d79437bf7eecd783017136b880e1b7fb7f3dce6bab473b66d79c&width=414)
El caso es que salvando a un Felipe Reyes en su tercera o cuarta juventud, que ya hemos perdido la cuenta, los Ay¨®n, Mejri o Slaughter andan por ah¨ª, al servicio total de los generales llamados Sergios o Rudy. Fue este ¨²ltimo el que puso el despertador al inicio del tercer cuarto, que tampoco era cuesti¨®n de pasar una mala tarde por culpa de la sangr¨ªa que estaba sufriendo el equipo dentro de las zonas, donde los altos del CAI, empezando por el talentoso Norel, les estaban comiendo la tostada a Bourousis y compa?¨ªa. El viento del partido cambi¨® radicalmente para mantener tendencia hasta el final. De esta forma, siendo dominado en el juego interior y en el rebote, yendo a la l¨ªnea de tiros libres en s¨®lo ocho ocasiones mientras que el CAI lo hizo en 31, el Madrid fue capaz de sacar adelante sin grandes apuros el compromiso a base de defensa, control del tempo por sus directores y acierto en sus lanzadores de distancia. La vendimia tuvo lugar, un d¨ªa m¨¢s, a una buena distancia de la canasta.
Teorizando sobre el valor de unos y otros, lleg¨® el ¨²ltimo cuarto de final, el te¨®ricamente m¨¢s igualado, y los peque?os se apuntaron el segundo tanto del d¨ªa. Templaron, mandaron y concretaron su atractiva pareja de jugones Hannah y Mallet, y decidi¨® un cl¨¢sico como Sergi Vidal, que se sac¨® de la manga y en el momento m¨¢s oportuno un partidazo para recordar, donde adem¨¢s de llevar al Herbalife a la casi desesperaci¨®n, lo remat¨® con una entrada a canasta y machaque que hubiese sido firmada por el mism¨ªsimo Lebron James. Dicho esto sin exagerar. Si el Madrid debe encontrar soluciones por fuera a sus problemas por dentro, en el Joventut, su necesidad de que les funcione la mu?eca a sus tiradores es parecida a la que tenemos los seres humanos por respirar. Si no lo hacemos, morimos.
Total, que tanto en uno como en otro partido, el bacalao fue cortado por la gente menuda, lo que vuelve a demostrar que la era de los mamuts queda cada vez m¨¢s lejos. Reinan los peque?os, currelan los grandes.
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