Cristiano, Bale y los ¡®eg¨®metros¡¯
Hoy en el f¨²tbol hay un abuso del ¡®yo¨ªsmo¡¯, sin reparar en compa?eros, p¨²blico y rivales
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El yo¨ªsmo no siempre distingue entre los otros y los nuestros, porque se trata de un yo superior a todos, unos y otros, sin colores, sin escudos. Es un virus inoculado por el f¨²tbol desde su origen. Pero hoy, los vestuarios son camerinos y los eg¨®metros est¨¢n disparados. Hay focos en las arterias de la grada, en el drenaje del c¨¦sped. No hay escapatoria, el ne¨®n delata que en este juego gremial el yo es un plus. Cuenta, y mucho, la imagen. No solo de goles viven los cristianos y bales. Ante el Levante, ambos reprodujeron con gestos reveladores el mi, me, conmigo. No es patente del Madrid, pero en clubes as¨ª el eco es universal. En este futhollywood la epidemia viene de lejos.
All¨¢ por los meses de diciembre se puede llegar a tener el cosquilleo de que la D¨¦cima es tan portada como el Tercero (Bal¨®n de Oro). El f¨²tbol abre un par¨¦ntesis entre lo colectivo para dar todo el plasma a lo individual. A ese solista ¨²nico que asiste cuando quiere, pero todos han de ser sus d'artagnanes. Porque el divo pilla el turno que le da la gana a la hora de abrazar al compa?ero goleador, pero todos deben forcejear por ser los primeros en besuquear al astro, no vaya a ser que tome nota. El crack celebra el cumplea?os como le venga, y si se llama Messi viaja a Londres con Cesc sin reparar en dimes y diretes de los tabloides.
El yo may¨²sculo habla con la prensa cuando se le antoja, o por hacer caja con una marca de guisantes chinos. O se queda mudo de forma indefinida. El pelot¨®n rota en salas de prensa o zonas mixtas, el mes¨ªas tampoco acepta rotar en las alineaciones. La estrella es la estrella, y lanza los penaltis que quiere, acierte o no, salvo que tenga un ataque de genial generosidad. No importa que lleve dos siglos sin embocar una falta. Nadie m¨¢s que ¨¦l decide cu¨¢ndo se harta de pegar balonazos a los de la barrera o los del quinto anfiteatro. Querencias de los superdotados. Se aceptan y punto. O no. Hay medios afines, pero no todos, sostiene Florentino P¨¦rez. En su opini¨®n, la cr¨ªtica que le amarga queda descontada, porque responde a oscuros intereses conspiratorios. A los ¨ªdolos les encanta el mensaje y desprecian a la prensa si no precisan del escaparate. El que no est¨¢ conmigo est¨¢ contra m¨ª, es la cantinela. Liberado parec¨ªa estar el p¨²blico, al que llamaban soberano. Iluso, nada que ver con estos tiempos.
El yo may¨²sculo habla con la prensa cuando se le antoja, o por hacer caja con una marca de guisantes chinos
El hincha no puede silbar a los suyos. Si lo hace es porque le acucian los periodistas descamisados, esos con otra camisa. Pero no basta como eximente. El aficionado debe aplaudir cuando un 'nuestro' enfoque las orejas tras marcar un gol y punto en boca. Si la pifia o se toca la barriga, a callar. Corre el riesgo de que aquel por el que paga una entrada o pierde horas para que le selle un aut¨®grafo le desprecie haci¨¦ndose el sordo, como Bale el domingo. Puesto a jugar de o¨ªdas, mejor que Ra¨²l amplifique las antenas en el Camp Nou a que Bale desde?e a los suyos. Eso s¨ª, que se consuele con patear al bander¨ªn, antes que lanzar un pelotazo a un sector de espectadores ajenos, como en su d¨ªa hizo Messi en Chamart¨ªn. Cosa extra?a, porque La Pulga, en el que tambi¨¦n late un dios, reivindica menos ombligo ante el espejo p¨²blico.
Tambi¨¦n puede suceder que a la grada protestona uno de los suyos le diga algo as¨ª como "j¨®danse", aunque en portugu¨¦s, que suena mejor. Y por labios del mismo que queda retratado ante las c¨¢maras por maldecir no s¨¦ qu¨¦ justo cuando un compa?ero gal¨¦s se glorifica con un gol. Porque el gol, aunque casi, no es exclusiva de Cristiano. Ganador de tantos y tantos merecidos galardones individuales, cuesta creer que no brinde con el ¨¦xito ajeno que deber¨ªa sentir como propio. Ocurri¨® con el primer tanto de Bale al Levante, con el luso mandando a hacer g¨¢rgaras al mundo mundial en vez de festejar de inmediato. La indiscutible excelencia de CR no es coartada suficiente para tanto arrebato yo¨ªsta. Como Messi, son actores principales, pero el f¨²tbol no les pertenece. Nada ser¨ªan a puerta cerrada, sin compa?eros, militantes que a veces reprochan y medios con altavoz. Ni Di St¨¦fano y Cruyff se libraron de las fogatas tribuneras, las unas y las otras.
A CR no har¨ªa falta recordarle lo bueno que es, pese a esas malas rachillas que le humanizan. Es tan gran futbolista que, incluso entre tinieblas, rara vez no es el mejor. Hasta cuando marca Bale al Levante es CR quien ha puesto la bandeja a los goles. Una cosa es ser un competidor feroz y otra silbarse uno mismo los o¨ªdos, lo que confunde. Otro caso es Bale, al que le ir¨ªa a¨²n mejor si se destapona el t¨ªmpano para atender al f¨²tbol de Modric y a los consejos de Ancelotti, aunque ellos no le ficharan.
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