F¨²tbol en la azotea
Los cinco o seis ¨²ltimos puestos de la clasificaci¨®n son las afueras de la Liga. Es peligroso merodear por ah¨ª cuando se hace de noche. Una vez te adentras en semejante territorio, resulta muy complicado abandonarlo. Su melancol¨ªa te atrapa. ¡®Ma?ana salgo ¡ªte prometes¡ª; yo controlo¡¯. Pero la fuerza de gravedad de la Segunda Divisi¨®n te succiona al precipicio.
Es embarazoso jugar al futbol en el borde de una cornisa, por as¨ª decir, a cien metros del suelo, por donde circulan coches y camiones a toda velocidad. Pero cuando un equipo ocupa los ¨²ltimos puestos, se habit¨²a a las incomodidades. Sabe que, m¨¢s a menudo de lo que quisiera, debe mirar alternativamente al campo y al abismo, para no despe?arse. El f¨²tbol, despu¨¦s de todo, consiste en encontrar problemas a su paso y hacer con ellos una bola de papel, para divertirse. ?Qu¨¦ ser¨ªa del deporte, o la hosteler¨ªa, o el periodismo, o la psiquiatr¨ªa, si no top¨¢semos con dificultades para experimentar el placer de resolverlas?
El jugador puro y duro, que compite sin pensar en la gloria, ni si en las cr¨®nicas recoger¨¢n su nombre, o lo escribir¨¢n bien, hasta cierto punto halla placenteras las molestias y los peligros de la cola de la Liga, pues esas son las condiciones en las que su modesto club se desenvuelve habitualmente. Tiene costumbre desde que es peque?ito. No se hizo con su primer bal¨®n de reglamento, a los seis o siete a?os, para tener un d¨ªa un Audi y una casa con perro en La Moraleja, sino para pasar los 90 minutos m¨¢s felices de su vida una o dos veces a la semana. Si puede ser en un equipo con aspiraciones al t¨ªtulo, perfecto, y si no, tambi¨¦n. Lo importante es el proceso hacia el gol y el gol a secas, casi como metaf¨ªsica.
El jugador puro y duro, que compite sin pensar en la gloria, hasta cierto punto halla placenteras las molestias y los peligros de la cola de la Liga
No todos los clubes nacen para ser guapos y ricos, mientras viajan por Europa persiguiendo la gloria en Old Trafford o San Siro. La sombra del descenso, que acecha como una modalidad de insomnio, te priva de esos lujos. A cambio te inmuniza contra el miedo y el v¨¦rtigo. Llega un d¨ªa que te sientes seguro y c¨®modo en mitad del naufragio, a merced de la tempestad, igual que esas moscas que encuentran la serenidad cerca del hombre, y a poder ser, sobre el matamoscas.
Entre los muchas ideas de f¨²tbol que existen, hay una en la que no se trata tanto de coleccionar victorias, como de seguir vivo para volver a jugar otro a?o en el Santiago Bernab¨¦u, el S¨¢nchez Pizju¨¢n o San Mam¨¦s. Se puede alcanzar la felicidad sin levantar trofeos, apenas siendo delantero del Almer¨ªa y reba?ando a ultim¨ªsima hora un punto, pongamos, en el estadio del Espa?ol. Es hermoso consumar una peque?a conquista sin importancia, a semejanza de aquellas tardes que te hac¨ªa gracia, y no sab¨ªas por qu¨¦, un chiste de Pedro Reyes.
Equipos sin costumbre de vivir en los bajos fondos no podr¨ªan salir con el bal¨®n controlado desde la defensa, triangular en el medio de campo de memoria, como si hiciesen calceta, en busca de un hueco en el ¨¢rea rival, y a la vez no pensar que el abismo est¨¢ cerca. En cambio, si llevas casi toda la vida flirteando con el barranco, el abismo s¨®lo te parece una piscina en la que te encanta saltar de bomba.
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