La doble lecci¨®n de LeBron
Por si levantas una ceja al saber c¨®mo la estrella de Cleveland ech¨® a los leones a su entrenador
Al final del cuarto partido de la semifinal de la Conferencia Este, LeBron James se alz¨® sobre su defensor para anotar la canasta de la victoria para los Cavaliers sobre la bocina. La euforia se adue?¨® del resto del equipo que se lanz¨® sobre su jugador franquicia llen¨¢ndole de abrazos y caranto?as. Acab¨¢bamos de asistir a la recreaci¨®n de un cuadro perfecto: el mejor jugador anotando en el ¨²ltimo segundo para evitar un 3-1 en la eliminatoria. La coronaci¨®n de un tipo al que muchos ya llaman el Rey. Magia pura. O al menos as¨ª era hasta las entrevistas tras el partido.
Los periodistas preguntaron a James sobre la jugada y este se limit¨® a declarar: ¡°Se supon¨ªa que deb¨ªa ir al rebote, pero le dije al entrenador que ni de broma iba a pelear para sacar el bal¨®n de la zona a menos que fuese para jug¨¢rmela despu¨¦s. As¨ª que le dije que buscase a otro jugador para pelear ah¨ª. Entonces puso una jugada en la pizarra. La borr¨¦ y le dije a mis compa?eros: ¡°Pasadme la bola y yo me encargo¡±.
Normalmente, solemos perdonar la arrogancia de las estrellas porque es ese orgullo desmedido lo que hace que al final queramos verles (resulta dif¨ªcil triunfar al m¨¢s alto nivel si uno no se cree que, al menos a veces, es verdaderamente invencible).
Si has levantado una ceja al saber c¨®mo la estrella de los Cavaliers echaba a los leones a su entrenador, deber¨ªas alegrarte por haber aprendido alguna lecci¨®n de la vida
En cualquier caso hay una sutil diferencia entre ser arrogante y ser un imb¨¦cil. Las declaraciones de LeBron confesando haber borrado la jugada planificada por su entrenador le sit¨²an directamente en el segundo grupo.
Algunos aficionados celebran ese descaro. Se imaginan en la piel de LeBron y piensan que aunque hay que mantener cierta fidelidad a su jefe o a sus compa?eros, al final tambi¨¦n se trata de demostrar lo que valen. Otros, por el contrario, nunca ser¨ªan capaces de semejante demostraci¨®n de groser¨ªa. Lo que les separa es su sentido del decoro, una forma de entender el mundo que podr¨ªa depender de todo tipo de factores: gen¨¦ticos, diet¨¦ticos, cada cuanto llamas a tu madre...,? pero que, creo, obedecen a algo m¨¢s simple, porque me pregunto si todo depende de la edad de quien se lo plantee.
Apostar¨ªa a que la mayor¨ªa de los que simpatizan con LeBron son j¨®venes que piensan que da igual c¨®mo se consigan las cosas y que, al final, cuando dependes de un compa?ero es mejor dejarle hacer, no vaya a ser que le hagamos quedar mal. La juventud es lo que tiene: te dejas arrastrar por ese tipo de percepciones err¨®neas.
Pero si has levantado una ceja al saber c¨®mo la estrella de los Cavaliers echaba a los leones a su entrenador, adem¨¢s de asumir que ya no eres tan joven, deber¨ªas alegrarte por haber aprendido alguna de las lecciones m¨¢s valiosas de la vida.
Tampoco te preocupes si no has visto nada malo en las declaraciones de LeBron. Tarde o temprano, inevitablemente, escarmentar¨¢s (incluso aunque te niegues a aprender esa lecci¨®n).
Incluso aunque seas el mejor jugador de baloncesto del planeta.
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