¡°Perd¨®name si te am¨¦, Ancelotti¡±
Contratar a un entrenador parece una empresa relativamente sencilla, pero tambi¨¦n subir unas escaleras, o matar hormigas, y tuvo que escribir las instrucciones nada menos que Julio Cort¨¢zar para explicar c¨®mo se hac¨ªa. Hasta la m¨¢s simple acci¨®n implica un jerogl¨ªfico. Podemos imaginar la desaz¨®n del Real Madrid, a punto de fichar a un t¨¦cnico nuevo, mientras se afana en encontrar una buena frase para despedir a Ancelotti, del tipo ¡°querido, si te he amado, perd¨®name¡±. Y todo porque Carletto incurri¨® en el descuido de ganar la Champions a la primera. Empez¨® donde otros ni siquiera acaban. Quiz¨¢ se dej¨® llevar, como esos matrimonios felices que se divorcian un mes despu¨¦s de la boda, y buscando la causa, el marido dice: ¡°Cometimos el error de hacerlo demasiado bien desde el primer d¨ªa, cari?o¡±.
Era inevitable que, apartado de la final de Berl¨ªn, Florentino P¨¦rez descubriese que ya no estaba enamorado de Ancelotti. Su presidencia est¨¢ llena de historias que empiezan y no acaban. No tiene tiempo para eso. Por el medio, llega siempre el desencanto, en forma de viejo vicio. Hay pocas cosas seguras, sin embargo puedes apostar a que su enamoramiento ser¨¢ ef¨ªmero. Te hace pensar en George Simenon, que arrojaba los manuscritos de sus novelas a la basura si tardaba m¨¢s de diez d¨ªas en escribirlas. Conocedor de su rapidez, una vez Alfred Hitchcock lo llam¨® por tel¨¦fono, y cuando le respondieron que el se?or Simenon no pod¨ªa ponerse porque acababa de empezar una novela, el cineasta respondi¨®: ¡°Bueno, espero".
Ancelotti es afable, inteligente, flexible, y gana t¨ªtulos. Demasiados defectos. El Madrid de Florentino busca otra cosa, aunque no sepa el qu¨¦; basta que llamee y te haga bailar. Tal vez a una Ava Gardner, de la que los magnates de la Metro aseguraban que ¡°no sabe actuar, no sabe hablar, ?pero es impresionante!¡±. Ni cuando se sub¨ªa a una mesa en el local de Manolo Manzanilla, como le relat¨® Perico Vidal a Marcos Ord¨®?ez, y se levantaba las faldas y se pon¨ªa a mear, perd¨ªa una brizna de su clase.
Carletto es afable, inteligente, flexible, y gana t¨ªtulos. Demasiados defectos
Es como si en el club blanco las cosas demasiado bien hechas condujesen al aburrimiento, y por eso inventaron la equipaci¨®n rosa, o ahora el despido de Ancelotti. En el fondo, en la directiva hay una necesidad incesante de estrenar cosas, aunque sean camisetas. Uno de sus momentos preferidos del a?o es julio, coincidiendo con ese minuto en el que a la plantilla se le quita el pl¨¢stico, y embriagado por el olor a nuevo, alguien dice: ¡°Vamos a por el sextete, ap¨¢rtense¡±. Cuando el club se lanza a esa aventura vive sus instantes m¨¢s placenteros. Pero enseguida amanecen los d¨ªas tranquilos, el desaliento, los chasquidos de lengua, y a semejanza de esos escritores que en mitad de una novela quieren ya empezar otra, y matan a todos los personajes para acabar pronto, la directiva ordena contratar a otro entrenador para suplir al que hay, demasiado perfecto para ser bueno. As¨ª que ah¨ª est¨¢ Florentino, haciendo un cuchillo con un instante de amor.
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