Yo quiero ser un g¨¢nster
Nadie se hace pez gordo metiendo goles. Figo lo intent¨®, y se rindi¨® a un Blatter que le encend¨ªa los puros a Havelange
El f¨²tbol tambi¨¦n tiene bajos fondos que, naturalmente, est¨¢n en la c¨²spide. En sus peores noches, sus representantes deben apartar el dinero a puntapi¨¦s para llegar hasta la cama. Ya no existen los lugares v¨ªrgenes, si descontamos algunos goles a los que se llega despu¨¦s de cruzar partes del campo que se exploran por primera vez durante esas jugadas. Cuando piensas que hay territorios que la mano humana no ha tocado, antes o despu¨¦s descubres que alguien ha escrito ¡°joder¡± en una pared o ha pegado un chicle debajo de la mesa. Ocurre cada vez m¨¢s en el f¨²tbol. Aunque en sus organizaciones internacionales, escalar a lo m¨¢s alto y sucio requiere de engorrosos tr¨¢mites.
En la FIFA nadie asciende a corrupto porque se apellide Lucchese o escupa cuando ve a un polic¨ªa. En esta organizaci¨®n a menudo empiezas lustr¨¢ndole los zapatos a un jefe, sin m¨¢s; otro d¨ªa le enciendes un puro sac¨¢ndote del bolsillo una de aquellas cajas de cerillas de los casinos de Las Vegas, donde se le¨ªa :¡°Venga a jugar como est¨¦ vestido¡±; otro llevas un malet¨ªn de una ciudad a otra. Pasas a?os realizando tareas menores, que apenas sueltan migas. A veces es necesario que, mientras tus superiores act¨²an como bell¨ªsimos corruptos, t¨² te vuelvas un mani¨¢tico de la ley que aborrece la corrupci¨®n y pide las cosas por favor. Conviene llevar cierto orden antes de convertirse en un pez gordo. Lo m¨¢s importante es demostrar vocaci¨®n para no distraerse de los sue?os. ¡°Que yo recuerde, desde que tuve uso de raz¨®n, siempre quise ser un g¨¢nster¡±, confesaba Henry Hill, que empez¨® como chico de los recados.
Blatter le tom¨® gusto a mezclar
No importa si careces de valores y conocimientos deportivos. Eso es bazofia. Si hubieses querido jugar al f¨²tbol, o tener buenos modales, te hubieses apuntado a clases nocturnas. Pero nadie se hace pez gordo metiendo goles. Figo lo intent¨®, y se rindi¨® a un Blatter que no jug¨® en el Inter o el Real Madrid, pero a cambio le encend¨ªa los puros a Havelange. En ese ambiente inmundo, Blatter tom¨® notas mentales y complement¨® las formalidades y, como si la corrupci¨®n fuese s¨®lo una mudanza, ascendi¨® hasta la presidencia del underground. Me temo que si alguien gastase una broma a toda su c¨²pula, y les enviase un telegrama que dijese: ¡°Huye inmediatamente. Se ha descubierto todo¡±, muchos abandonar¨ªan la ciudad esa noche, aunque no supiesen por qu¨¦.
Desde ah¨ª arriba, entre el caos y el fango, Blatter gobierna el f¨²tbol como los compositores que s¨®lo trabajan a gusto si tienen la mesa llena de partituras tachadas, cigarros muertos y gatos. Le tom¨® gusto a mezclarlo todo: dinero, sexo, pol¨ªtica, f¨²tbol. Presidir la FIFA, en el fondo, es dar vueltas a ese caldito. Llega una noche que no distingues qu¨¦ es cada cosa. La confusi¨®n est¨¢ clar¨ªsima. En Galicia tuvimos un concejal que los martes y los jueves dorm¨ªa en dependencias del Club Ladys, y el resto de la semana en su casa. Cuando se despertaba, se volv¨ªa hacia el otro lado de la cama y ten¨ªa que preguntar: ¡°?D¨®nde estamos?¡±.
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