La metamorfosis de Casillas
Primero se gest¨® un mito enorme, a la altura de Zamora o Ir¨ªbar, y luego se le aniquil¨® desde dentro
Los d¨ªas de Casillas en el Madrid empiezan a adquirir aspecto de novela de 800 p¨¢ginas, a la que le sobran algo m¨¢s de 600, a ojo. Sus tres ¨²ltimos a?os nunca debieron suceder. No hay quien los lea. Te hacen llorar cuando apagas la luz. Es casi imposible extraer de ellos un buen recuerdo, aun cuando haya instantes de felicidad desbordada, como la final de Lisboa. Pero si pasas un dedo sobre ella descubres una fina capa de polvo, casi invisible: es la tristeza. Estamos a esa altura en la que ya es tarde para recordar los buenos tiempos. Tendr¨¢n que pasar varios a?os para que vuelva ser temprano, y puedan recuperarse. Ahora s¨®lo sabemos que despu¨¦s de gestarse un mito enorme, a la altura de Ir¨ªbar o Zamora, se procedi¨® a su aniquilaci¨®n desde dentro, al estilo de esas notas interesant¨ªsimas que el comisario Gotier enviaba al inspector Gadget y cuya ¨²ltima l¨ªnea siempre finalizaba con un ¡°este mensaje se autodestruir¨¢ en cinco segundos¡±.
Todo le fue siempre tan bien a Casillas, que le fue mal, igual que a ese viejo conocido al que hace much¨ªsimo tiempo que no ves, y con el que un s¨¢bado coincides en Zara. En diez minutos te cuenta lo fant¨¢stica que es su vida: el trabajo, la pareja, los hijos, la salud, incluso el coche; todo es maravilloso. Unos d¨ªas despu¨¦s, sin embargo, lees en un breve del peri¨®dico que el pobre salt¨® por el balc¨®n. En alg¨²n sentido, Casillas lo tuvo todo ¡ªLigas, Champions, Eurocopas, Mundiales¡ª y se le cay¨® encima, aplast¨¢ndolo.
Su vida recuerda mucho a la de los hermanos Collyer. Homer y Langley hab¨ªan heredado de sus padres una mansi¨®n de cuatro pisos en Manhattan y una enorme fortuna. A su modo, tambi¨¦n lo ten¨ªan todo. Un buen d¨ªa se aislaron, y desconectaron el timbre de casa, cortaron el cable del tel¨¦fono, tapiaron las ventanas. Por la noche, Langley sal¨ªa a recoger toda suerte de objetos (peri¨®dicos, pianos, ametralladoras, acordeones, pianos de cola, m¨¢quinas de rayos X, alfombras, relojes, cad¨¢veres de caballos¡), que acumulaban de forma compulsiva. Tras a?os de existencia fantasma los vecinos advirtieron signos de alarma, y cuando la polic¨ªa entr¨® en la vivienda, a Homer lo descubrieron muerto por inanici¨®n en una silla. El cad¨¢ver de Langley tardaron una semana en encontrarlo, sepultado vivo por la basura, que pesaba 140 toneladas.
Casillas se despert¨® una ma?ana y la porter¨ªa se hab¨ªa derrumbado sobre ¨¦l, atrapado en un amasijo de hierros. Se volvi¨® un portero sombr¨ªo y entr¨® en un bucle en el que sus paradas no paraban, los aficionados que le aplaud¨ªan le pitaban, la directiva que le renovaba lo empujaba hacia la salida... Los acontecimientos viraron oscuramente, orquestados por Mourinho, y con la colaboraci¨®n del club y el propio Casillas, aunque no lo supiese. Una biograf¨ªa plagada de ¨¦xitos, que ocupar¨ªa varios d¨ªas redactar, de pronto cab¨ªa en una frase breve y vieja, escrita por otro: ¡°Cuando se despert¨® una ma?ana despu¨¦s de un sue?o intranquilo, se encontr¨® sobre su cama convertido en un monstruoso insecto¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.