Contra el rinc¨®n
Venezuela siempre complica a Colombia, que tiene la costumbre de disfrazar a sus vecinos con un indebido manto de debilidad
Un hombre se asom¨® desde la ventana de Dulce Amanecer, uno de los dos hogares de reposo que est¨¢n justo al estadio El Teniente de Rancagua para ver qu¨¦ estaba pasando frente al lugar. La algarab¨ªa previa hac¨ªa vaticinar un escenario de, vaya paradoja, locura colectiva vestida de amarillo azul y rojo, por eso el hombre se rasc¨® el cr¨¢neo perplejo ante la multitud y se quit¨® de la ventana. Pintaba para ser un d¨ªa muy convulsionado, pintaba para que la alegr¨ªa del inicio tuviera una continuaci¨®n por horas y pintaba para que la tranquilidad de esta buc¨®lica sede de la Copa Am¨¦rica se seguir¨ªa desbordando positivamente por los gritos de gol que los fan¨¢ticos colombianos ensayaban frente a las c¨¢maras de televisi¨®n, antes de jugar contra Venezuela.
La paz lleg¨® mucho m¨¢s r¨¢pido de lo que cualquier habitante de Rancagua pudiera calcular. Simplemente en silencio, cerca de 15.000 colombianos citados para el comienzo de esta Copa que ilusionaba se fueron despacio, arrastrando las piernas -como cuando las personas salen de misa-, con un gesto que es casi un manifiesto de los 90 minutos que dejaron ganador justiciero a la Vinotinto: como en una coreograf¨ªa los fan¨¢ticos se rascaban la cabeza pensando que el camino ya no parece tan simple, ni en lo futbol¨ªstico y menos en el calendario programado porque Brasil, el que le amarg¨® la vida a los colombianos en la Copa del 2014 y que detuvo de tajo tanto frenes¨ª, de nuevo estar¨¢ al frente para decidir parte de las aspiraciones definitivas del equipo de Jos¨¦ P¨¦kerman hacia el futuro pr¨®ximo.
Esa reacci¨®n final del hincha, rasc¨¢ndose y refreg¨¢ndose los ojos sin entender lo que pudo ser y no fue, result¨® tambi¨¦n un espejo de lo que en la cancha ocurri¨®. Porque los 11 futbolistas estuvieron en ese mismo plan, enfrentados a la complejidad del cubo Rubik que dej¨® el avezado entrenador Noel Sanvicente para que ellos, y Jos¨¦ P¨¦kerman, se entretuvieran y, claro, trataran infructuosamente de resolver un acertijo sin soluci¨®n. Aquellos que se citaron para ver a James, terminaron aplaudiendo a Rinc¨®n, el volante que orden¨® la tropa venezolana.
Porque por lo general, cuando hay que plantarse en la cancha frente a los venezolanos, la historia parece m¨¢s que recurrente, esa de remar contra la corriente, como el salm¨®n y terminar muerto en la orilla. No solo por lo que pas¨® esta tarde carente de f¨²tbol y de ideas. Ya parece moneda com¨²n eso de padecer lo indecible frente a Venezuela, pa¨ªs que aunque est¨¢ ubicado en el puesto 72 del escalaf¨®n FIFA, siempre juega contra Colombia, como si estuviera encabezando el listado.
El acertijo termin¨® siendo irresoluto. Por eso los abrazos de Venezuela al final del encuentro, la ovaci¨®n de los casi mil simpatizantes que los apoyaron y la incertidumbre colombiana, que no parec¨ªa existir hasta antes del gol de Rond¨®n. Otra vez Venezuela, otra vez nuestros vecinos, que siempre nos complican por esa costumbre nacional de disfrazarlos con un indebido manto de debilidad.
Nicol¨¢s Samper C. es periodista colombiano y coautor de Bestiario del bal¨®n. El lado B del f¨²tbol colombiano.
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