Dolgopolov fulmina a Nadal en la primera ronda del torneo de Queen¡¯s
Tras ganar el torneo de Stuttgart la semana pasada, el primero sobre hierba desde hac¨ªa cinco a?os, el n¨²mero 10 pierde frente al ucraniano (6-3, 6-7 y 6-4) antes de Wimbledon
La realidad de Rafael Nadal se traduce en una permanente fluctuaci¨®n. Llegaba a Queen's el n¨²mero 10 despu¨¦s de alzar el trofeo de Stuttgart, el primero que ganaba sobre hierba desde hac¨ªa cinco a?os, de desprender vibraciones positivas a dos semanas de Wimbledon (29 de junio). Pero, de golpe y porrazo, de forma s¨²bita, un nuevo desencanto. 6-3, 6-7 y 6-4 (en dos horas y 13 minutos) frente a Alexandr Dolgopolov. O sea, apeado a las primeras de cambio en la antesala de su desembarco en el All England Tennis Club. Un nuevo borr¨®n.
A pesar de ocupar el 79? pelda?o del r¨¢nking y de no alcanzar este curso mayor logro que los cuartos de Delray Beach (categor¨ªa 250) y Acapulco (500), el juego de Dolgopolov puede desconcertar a cualquiera. Por momentos, el de Kiev camina sobre la pista como si la cosa no fuera con ¨¦l y golpea la pelota con aparente (solo aparente) desgana, pero en el fondo oculta un repertorio formidable. Tan pronto suelta un latigazo como env¨ªa la bola con mimo, hacia alg¨²n ¨¢ngulo inabarcable. Es, con lo que ello implica, un jugador de dos caras.
Y en una gran parte del duelo luci¨® la buena, o sea, la m¨¢s da?ina. Reveses liftad¨ªsimos y derechas secas, adem¨¢s de esa llamativa forma de sacar, en la que interrumpe el vuelo ascendente de la pelota con un latigazo. Todo ello con un ritmo el¨¦ctrico que no pudo contener Nadal a lo largo de todo el primer set. Al de Manacor, 29 a?os, se le vio durante ese parcial un poco desbordado, intentando repeler el tiroteo procedente de la otra trinchera. Pero no hab¨ªa forma. Dolgopolov revoloteaba por el c¨¦sped con la munici¨®n siempre a punto, con su raqueta impregnada de p¨®lvora.
Fue una constante. Alternancia de drives y cortados, una tortura para Nadal. Seriedad m¨¢xima en el rostro de su t¨ªo Toni; a su derecha, Juan Carlos I de Borb¨®n, de visita en el Club de la Reina; y a su espalda, con cara de pocos amigos, el t¨¦cnico portugu¨¦s Jos¨¦ Mourinho. Dif¨ªcil panorama. No se situaba Nadal, que una semana atr¨¢s hab¨ªa plasmado una buena adaptaci¨®n a la hierba con una prometedora secuencia de partidos (Baghdatis, Tomic, Monfils y Troicki) en Stuttgart. No gir¨® en ning¨²n momento la cara, pero la propuesta diab¨®lica de su rival, llena de curvas, efectos y cambios de altura, le impidi¨® jugar c¨®modo.
Super¨® un momento cr¨ªtico, con set abajo y bola de partido en contra en el tie-break del segundo set. Ah¨ª, por un instante, recompuesto e impulsado para equilibrar el pulso, pareci¨® que pod¨ªa domar a Dolgopolov. Parec¨ªa, pero fue solo eso, una ilusi¨®n, porque su adversario sigui¨® a lo suyo; esto es, un tenis libertario e imprevisible. Un alud de winners (48, por los 25 de Nadal) y riesgo m¨¢ximo en cada ejecuci¨®n; 72% final de puntos retenidos con el primer servicio (por el 65% del espa?ol) y menos errores no forzados (33 frente a 47). En la tercera manga, levant¨® un break y acto seguido le endos¨® dos al n¨²mero 10.
Punto final, brev¨ªsima estancia de Nadal en Queen¡¯s, territorio conquistado (2008) en d¨ªas m¨¢s gloriosos. La misma t¨®nica de todo este 2015. Semanas en las que asoma la luz, otras en las que se impone la penumbra. Subidas y bajadas. Y Wimbledon (29 de junio), a la vuelta de la esquina.
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