Charr¨²as y guaran¨ªes celebran la supervivencia
Uruguay y Paraguay pasan a cuartos con un empate (1-1) que sintetiz¨® su anodino estilo com¨²n
A Uruguay le val¨ªa una derrota m¨ªnima. A Paraguay le serv¨ªa un empate. Mala manera de llegar al ¨²ltimo partido de la fase de grupos de esta Copa Am¨¦rica. Mala para los espectadores, condenados a contemplar un desierto. Situaci¨®n llevadera para dos equipos que son primos hermanos. Habitantes de la misma cuenca. Los guaran¨ªes, r¨ªo arriba. Los charr¨²as, r¨ªo abajo. Ac¨®litos de un mismo f¨²tbol, practicantes escrupulosos de la pelota quieta, severos defensores del honor, impasibles conductores de un modo honorable y aburrido de entender el juego. Empataron, claro. Ahora Uruguay se medir¨¢ a Chile en cuartos.
La expresi¨®n grave de Ar¨¦valo R¨ªos, especie de l¨ªder espiritual del equipo uruguayo, impregnaba la atm¨®sfera del recogido estadio La Serena. Hab¨ªa p¨²blico. Sorprendentemente. El campo estaba lleno de personas at¨®nitas, o adormecidas, o transidas por el vaiv¨¦n de pelotazos. El espect¨¢culo consist¨ªa en observar con cuidado la sucesi¨®n infinita de peque?as acciones que no conduc¨ªan a ninguna parte. Los jugadores no se pasaban la pelota. Los jugadores empleaban la pelota como un instrumento para acelerar el tiempo y sortear riesgos. Sin romper la formaci¨®n uniforme de l¨ªneas alertas, atacantes, centrocampistas y defensores, no hac¨ªan m¨¢s de tres pases seguidos. En caso de duda, el pase largo, a la nada, aseguraba el transcurso de medio minuto de inanidad. La falta, la patada, bien aplicada, garantizaba un minuto vac¨ªo. Y as¨ª se sumaban ceros.
Uruguay, 1-Paraguay, 1
Uruguay: Musiera; Cortes, Maxi Pereira, Gim¨¦nez, Pereira; Carlos S¨¢nchez (Cebolla, m. 66), ?lvaro Gonz¨¢lez, Ar¨¦valo, Diego Rol¨¢n; Abel Hern¨¢ndez (Stuani, m. 45), Cavani.
Paraguay: Villar: Marcos C¨¢ceres, Da Silva, Bruno Valdez, Piris; Bobadilla (Derlis Gonz¨¢lez, m. 67), Ortigoza (Richard Ortiz, m. 63), Osmar Molinas, Ben¨ªtez; Valdez y Barrios (Santa Cruz, m. 71).
Goles: 1-0. M. 28. Gim¨¦nez remata de cabeza un c¨®rner que bota Carlos S¨¢nchez. 1-1. M. 43. Barrios, de cabeza, tras un c¨®rner lanzado por Ben¨ªtez.
?rbitro: Roberto Garc¨ªa Orozco (M¨¦xico), amonest¨® a Coates, Pereira y Abel Hern¨¢ndez por parte de Uruguay, y a Osmar Molinas, Ortigoza y Richard Ortiz, por parte de Paraguay.
Estadio La Portada en la ciudad de La Serena.
Resultaba conmovedor contemplar aquellos bravos absortos en la ardua tarea de utilizar la pelota del modo m¨¢s obsesivamente in¨²til. Necesitaban controlarlo todo porque cualquier rebote, como cualquier acierto accidental, pod¨ªa desbaratar la consigna. La apariencia de movimiento era constante pero solo para garantizar un destino prefijado de cart¨®n. Los que pod¨ªan correr, como Bobadilla, Ben¨ªtez o Rol¨¢n, hombres de banda, corr¨ªan por respeto a la coreograf¨ªa y a unos valores que prestigian el esfuerzo y el sudor. Los que no se pod¨ªan permitir grandes evoluciones, como Ar¨¦valo, o como Ortigoza, trotaban y vigilaban que no pasase nada.
¡°?Sigan jugando!¡±, gritaba Ram¨®n D¨ªaz desde la banda, como si lanzara un mensaje cifrado, como si la continuidad fuera posible en medio de la interrupci¨®n constante. Mirando a estos dos equipos los hinchas aprendieron que el control nunca es definitivo. Imposible por m¨¢s de media hora cuando se juega con un artefacto esf¨¦rico, constituido por una superficie de evoluci¨®n que lo hace rodar. ?lvaro Gonz¨¢lez y Ar¨¦valo R¨ªos parecieron, por un instante, desconcertados cuando se pasaron la pelota m¨¢s de tres veces seguidas. Casi sin darse cuenta, abrieron a banda y all¨ª, Abel Hern¨¢ndez, quiso culminar la jugada m¨¢s vieja. Quiso centrar pero el defensa provoc¨® el c¨®rner. Fue en el minuto 29 cuando, botado el lanzamiento, Jos¨¦ Mar¨ªa Gim¨¦nez cabece¨® a gol despu¨¦s de arrasar al corpulento Paulo C¨¦sar da Silva.
El 1-0 rompi¨® lo que parec¨ªa un empate de hierro. La victoria de Uruguay le habr¨ªa evitado el cruce con Chile. Pero la agitaci¨®n persisti¨® y Paraguay devolvi¨® el golpe. Antes del descanso, en otro c¨®rner, Lucas Barrios se aprovech¨® de un resbal¨®n de su marcador para cabecear el empate. Jos¨¦ Mar¨ªa Gim¨¦nez era el marcador de Barrios. El central del Atl¨¦tico, doble protagonista de la velada, acab¨® la tarde maldiciendo y celebrando su suerte.
La reanudaci¨®n devolvi¨® el partido al remanso. Lo m¨¢s notorio que sucedi¨® en la segunda parte estuvo relacionado con el lastimoso estado f¨ªsico del equipo que dirige Ram¨®n D¨ªaz. Los paraguayos atravesaron media hora de crisis biol¨®gica. Boqueaban, cojeaban, ped¨ªan la hora. Por el camino perdieron a N¨¦stor Ortigoza, que se retir¨® con un repentino dolor en el aductor. Seguramente una rotura fibrilar que le retirar¨¢ del torneo. La p¨¦rdida es irreparable para Paraguay, que no tiene otro conductor del juego tan experto como el voluminoso futbolista de San Lorenzo.
Cuando el ¨¢rbitro pit¨® el final, al cabo de seis tarjetas amarillas y una asombrosa cadena de fricciones, los jugadores de ambos bandos se abrazaron fraternalmente. Charr¨²as y guaran¨ªes, representantes de dos peque?as naciones melanc¨®licas y orgullosas, acababan de levantar un monumento a ese f¨²tbol sombr¨ªo que tambi¨¦n puede ser ¨¦pico. En otras ocasiones, no en La Serena. All¨ª los jugadores se re¨ªan, bromeaban satisfechos. Se abrazaban como si supieran que ser uruguayo o guaran¨ª es algo tan casual como las nubes. Se felicitaban por la supervivencia en Chile.
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