De Marchi gana una etapa con m¨¢s niebla que monta?a
El italiano se hace con la victoria en una etapa en la que su compatriota Aru ha logrado conservar el 'maillot' rojo
La ¨¦pica y el ciclismo se llevan tan bien como el hambre y las ganas de comer, pero hay niveles de hambre como hay niveles de ¨¦pica. Hay gente que dice tener hambre y en realidad tiene ganas de comer, igual que si salpicas una etapa con una niebla frondosa, la ¨¦pica se recrea hasta el punto de que los peque?os ciclistas (en su mayor¨ªa) parezcan aut¨¦nticos gorilas en la niebla, personajes m¨ªticos que aparecen y desparecen despu¨¦s de cada curva y fomentan la duda sobre qui¨¦n va primero, qui¨¦n ha flaqueado, qui¨¦n ha surgido de entre ese color gris blanquecino que envuelve a los ciclistas en un manto de niebla adulador.
Pero en realidad, entre la niebla pasaban pocas cosas. Un final as¨ª le da lustre al ciclismo, pero el m¨¦rito es de la meteorolog¨ªa que lo mismo elige el sol, la lluvia, el fr¨ªo o la niebla para dibujar la postal de una carrera que fue mansa y no decidi¨® nada.
Gan¨® el italiano De Marchi, porque fue el que m¨¢s se lo merec¨ªa, porque intent¨® una, dos, tres veces excavar el t¨²nel de la fuga que al final fue definitiva. En el d¨ªa que Samuel Sanchez, su jefe, hab¨ªa echado pie a tierra, al poco de salir de Vitoria, De Marchi lami¨® las heridas y se empe?¨® en que ese t¨²nel hacia lo desconocido llevara a buen puerto, es decir a la Fuente del Chivo, as¨ª llamada por su agua fr¨ªa durante todo el a?o.
Fue la carrera que iba por delante. Una carrera de cinco corredores a la que el pelot¨®n le dio v¨ªa libre porque en ese grupo de figuras prevalece el miedo. Las figuras siguieron a pies juntillas el dictamen de Dostoyevsky cuando dec¨ªa que ¡°dar un nuevo paso, decir una nueva palabra, es aquello a lo que la gente teme m¨¢s¡±. Y nadie dijo nada hasta que el puerto se acerc¨® a la niebla, con la etapa decidida entre dos italianos (De Marcho y Puccio, en favor del primero, y en detrimento de Rojas, Cherel y Quintero, sus acompa?antes que se rindieron exhaustos.
El pelot¨®n anda justo, apurado, miedoso, midiendo el sudor, calculando cada uno de los impulsos. La subida al Alto de Campoo es larga, pero suave. Jam¨¢s sobrepasa el 9% del desnivel, la carretera es buena, no exige m¨¢s que un buen ritmo y un grado de ambici¨®n razonable. No era un puerto para que se establecieran diferencias notables. Y no las hubo. Es decir, Dumoulin pudo ganar el primer pulso del Cant¨¢brico cediendo apenas 19 segundos respecto a Fabio Aru. O sea, nada. Al menos el italiano fue el ¨²nico que ret¨® al miedo. Lo intent¨® de lejos, porque tiene muchos rivales y hay que ir decidiendo a qui¨¦n se derriba. El objetivo es Dumoulin, pero el holand¨¦s ve m¨¢s alto que los dem¨¢s. Seguro que ve¨ªa las curvas antes que nadie. Pero Aru lo intent¨® y lo dej¨® atr¨¢s. Rompi¨® su rutina y le dej¨® un poco atr¨¢s. Luego le alcanz¨® un Nairo Quintana redivivo que sub¨ªa c¨®modo, sentado en su sill¨ªn, vista al frente, mientras el italiano se retorc¨ªa en el manillar en su frustrada intenci¨®n de descolgarle.
El miedo a lo por venir
Nairo fue la noticia positiva del Movistar, por su resurrecci¨®n, aunque est¨¦ lejos en la clasificaci¨®n. Dumoulin fue la noticia negativa para Aru, porque solo lo retras¨® unos cuantos segundos y ahora solo lo tiene a 49 segundos en la general. Purito Rodr¨ªguez fue la noticia positiva para s¨ª mismo. Aguant¨® a unos y otros, resisti¨® ataques, no triunf¨®, pero sigue amenazante la estela del l¨ªder al que retras¨® incluso unos segundos.
Fueron fuegos artificiales entre la niebla, de esos que lucen m¨¢s por el ruido que hacen que por el color que desprenden. La primera de las tres etapas de monta?a, ratificaron las ganas de Aru, la recuperaci¨®n de Nairo Quintana, la regularidad de Purito Rodr¨ªguez y el mantenimiento de Dumoulin, la noticia m¨¢s negativa para todos los dem¨¢s.
Fue la ocasi¨®n perdida para todos ellos, pero el puerto no permit¨ªa m¨¢s que detalles ¨¦picos. Y prevalec¨ªa el miedo a lo que est¨¢ por venir. M¨¢s dura ser¨¢ ma?ana y m¨¢s dura, pasado ma?ana. As¨ª que conven¨ªa esperar, dominar los impulsos. Pero fue un pulso perdido, quiz¨¢s era un pulso imposible de ganar. Y por eso, sin ganar, gan¨® Dumoulin, aunque quedase el 15? en la etapa a 19 segundos del l¨ªder y su compa?a. Y todo entre la niebla, donde los ¨¦xitos y las derrotas apenas se vislumbran. Se glorifican, pero no se ven.
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