Muere Yogi Berra, jugador de b¨¦isbol, icono americano, fil¨®sofo genial
El 'catcher' de los New York Yankees resume en gran parte la historia de Estados Unidos
Yogi Berra, jugador de b¨¦isbol en los New York Yankees, fallecido hoy a los 90 a?os, resume en gran parte la historia de Estados Unidos. Hijo de modestos inmigrantes italianos, empez¨® su carrera antes de la II Guerra Mundial y estuvo activo durante much¨ªsimas temporadas, como jugador o como entrenador, hasta 1985. Pero Berra, Yogi como le conoc¨ªa todo el mundo, ser¨¢ sobre todo recordado como un icono de la cultura popular, autor de frases memorables, los famosos yogismos.
A medio camino entre la ingenuidad ¡ªalgunos dir¨ªan la estupidez, pero ser¨ªan totalmente injustos¡ª y la genialidad, las frases de Lawrence Peter Yogi Berra se hicieron tan famosas que en los noventa las recogi¨® en un libro cuyo t¨ªtulo era toda una declaraci¨®n de principios: El libro de Yogi. No he dicho todo lo que he dicho. Fue tambi¨¦n un personaje de una tira de c¨®mic y le dio su nombre al oso Yogi (Yogi bear en ingl¨¦s), el dibujo animado que le robaba la merienda a los turistas y que comenz¨® a emitirse en los balbuceos de la televisi¨®n, en 1958.
Aqu¨ª van algunos ejemplos: "Ese sitio est¨¢ demasiado lleno, ya no va nadie"; "Cuando llegues a una encrucijada en la carretera, sigue recto"; "Si no sabes d¨®nde vas, es posible que no llegues a ninguna parte"; "Si no puedes imitarle, no le copies"; "Puedes observar muchas cosas solo con mirar"; "El juego no se acaba hasta que se acaba" (que ser¨ªa, m¨¢s o menos, el equivalente de nuestro "f¨²tbol es f¨²tbol") o "Es un d¨¦j¨¤ vu que se repite todo el rato". Una vez le preguntaron si quer¨ªa ser enterrado en St. Luis, la ciudad del centro del pa¨ªs, a orillas del Mississippi donde naci¨®, o en Montclair, Nueva Jersey, d¨®nde pas¨® gran parte de su vida y se convirti¨® en un icono del deporte. Respondi¨®: "Que me lo pregunten cuando haya llegado el momento".
Yogi proven¨ªa de una humilde familia de inmigrantes italianos (su padre era alba?il) y era el cuarto de cinco hermanos. Mal estudiante, gran deportista, empez¨® a jugar al b¨¦isbol en 1943, aunque fue movilizado durante la II Guerra Mundial (particip¨® en el Desembarco de Normand¨ªa). En 1947, comenz¨® a jugar en las ligas principales, tras ser fichado por los Yankees, y se convirti¨® en un s¨ªmbolo del deporte al que dedic¨® toda su vida.?
Cuando regres¨® a su pueblo, Malvaglio, cerca de Milan, ya convertido en un triunfador que hab¨ªa cumplido el sue?o americano, le rindieron un homenaje. Luego, como relata The New York Times en su obituario, asisti¨® a una representaci¨®n de Tosca en La Scala. Cuando le preguntaron que le hab¨ªa parecido, asegur¨®: "Fue bastante bueno. Hasta la m¨²sica estaba bien". Berra siempre se mostr¨® muy orgulloso de su imponente tama?o y defendi¨® con la cabeza bien alta su inolvidable fealdad. Cuando los cronistas deportivos, que le adoraban, le tomaban el pelo por ello ¡ªla revista Colliers lleg¨® a compararle con un neandertal por su aspecto¡ª, respond¨ªa: "Que yo sepa nadie recibe una bola con la cara".
En 1999, el Estadio de los Yankees le rindi¨® un homenaje que The New York Times recogi¨® en una cr¨®nica inevitablemente titulada "Un d¨¦j¨¤ vu que se repite todo el rato. El d¨ªa m¨¢s feliz de Yogi". Cuando cumpli¨® los 80 a?os, relataba en una entrevista que concedi¨® en el museo de Nueva York que lleva su nombre (y que visitan cada a?o 20.000 ni?os): "No quiero saber lo viejo que soy. Prefiero pensar que avanzo hacia atr¨¢s. Adem¨¢s, nada se acaba hasta que se acaba. ?Como tengo un rostro dif¨ªcil de olvidar, la gente me reconoce por la calle y me para. Me pregunta por los yogismos y siempre les digo que me sal¨ªan as¨ª, que no los pensaba".
En su ¨²ltimo libro, 1927. Un verano que cambi¨® el mundo, Bill Bryson relata, entre otras muchas cosas, la vida de otro jugador de b¨¦isbol legendario, George Herman Ruth, conocido como Babe Ruth, que muri¨® en 1948 y que lleg¨® a ser uno de los personajes m¨¢s famosos de su tiempo. Yogi le alcanz¨® en fama. Bryson explica el papel gigantesco que el b¨¦isbol ocupaba entonces en la cultura estadounidense. No solo porque, como ocurre en el espa?ol con los toros, haya muchas palabras que se utilizan cada d¨ªa en ingl¨¦s que, en realidad, provienen de ese deporte. ¡°Desde la perspectiva que nos da nuestra ¨¦poca, no es f¨¢cil advertir lo primordial que era en la vida de los estadounidenses¡±, escribe Bryson. Cuenta por ejemplo que los peri¨®dicos populares eran vespertinos porque as¨ª pod¨ªan incluir los resultados de los partidos y que en los a?os 20 se alquilaban y llenaban teatros enteros en los que se retransmit¨ªan los resultados de los partidos importantes cuando no exist¨ªa la televisi¨®n y la radio era un lujo minoritario.
Berra, que jugaba como catcher (receptor), comenz¨® su carrera en esa ¨¦poca en la que el b¨¦isbol centraba la vida del pa¨ªs y nunca abandon¨® la vida p¨²blica. Es imposible saber cu¨¢les de sus frases son ciertas y cu¨¢les son un invento; pero como dijo un personaje del filme de John Ford al final del Hombre que mat¨® a Liberty Valance: ¡°En caso de duda, imprime la leyenda¡±. Y Berra es sin duda una leyenda.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.