Nadie escalar¨¢ el Everest en 2015
Por vez primera en 41 a?os, ning¨²n alpinista har¨¢ cumbre en el habitualmente masificado techo del planeta
En 2015, nadie ha escalado ni escalar¨¢ ya el Everest, circunstancia in¨¦dita desde 1974, cuando el techo del mundo no recibi¨® visita alguna ni en primavera ni en oto?o. Imaginar la preciada cima desierta es un ejercicio que rompe con la imagen de monta?a masificada que maneja incluso el p¨²blico no especializado. Ciertamente, el Everest, especialmente su vertiente sur o de Nepal, la ruta original, la m¨¢s sencilla, es una monta?a exprimida como un lim¨®n por empresas locales y extranjeras dedicadas a recoger el dinero fresco de monta?eros sin la autonom¨ªa suficiente para encarar por s¨ª mismos el reto de su ascensi¨®n.
En 2014, el Gobierno de Nepal abarat¨® sensiblemente el precio del permiso de ascenso individual: de 25.000 a 11.000 d¨®lares
Que nadie haya escalado este a?o en el Everest se explica por el tr¨¢gico terremoto que asol¨® Nepal la pasada primavera causando la muerte de cerca de 8.000 personas (18 en el Everest, la mayor¨ªa sherpas) as¨ª como por el contingente escaso de aspirantes en oto?o. ?Se escalar¨¢ en 2016? Seguramente. ?Volver¨¢ a darse la cifra r¨¦cord registrada en 2013 con 658 cimas confirmadas (539 por la cara sur y 119 por la norte)? Es algo que no parece evidente, y esto pese a los ingentes esfuerzos del Gobierno de Nepal por facilitar las visitas de aspirantes a encaramarse a tan ic¨®nica cima. Pero algo est¨¢ cambiando en el Everest, erosionado tanto por el cambio clim¨¢tico como por una corriente de desprestigio que empez¨® en 2013 con el intento de linchamiento de Simone Moro, Ueli Steck y Jon Griffith a manos de una turba de sherpas enfurecidos. En 2014, el Gobierno de Nepal abarat¨® sensiblemente el precio del permiso de ascenso individual: de 25.000 a 11.000 d¨®lares. Con la inercia, anunci¨® que obligar¨ªa a cada monta?ero a recuperar de la monta?a ocho kilogramos de deshechos y ¨¦ste mismo a?o declar¨® su intenci¨®n de prohibir la ascensi¨®n a preadolescentes, ancianos y discapacitados. Un lavado de cara que no acaba de cuajar.
El Everest dej¨® hace tiempo atr¨¢s su ¨¦poca de conquistas. Ya no hay prestigio en colarse en la cima del mundo, y menos a la manera turista, como lo calific¨® en su d¨ªa Reinhold Messner. La cima del Everest concede quince minutos de fama, un capricho caro antes patrocinado, pero ya no tanto. Adem¨¢s, la puerta de acceso al Everest es la cascada del Khumbu, cada vez m¨¢s inestable, cada vez m¨¢s ruleta rusa: en 2014 murieron 16 sherpas sepultados bajo toneladas de hielo en este escenario. Algunos imaginan ya una manera de seguir con el negocio aunque la cascada del Khumbu quede impracticable: vuelos en helic¨®ptero del campo base al campo 1.
La monta?a est¨¢ de moda como un objeto m¨¢s de consumo que atrae a cantidades enormes de reci¨¦n iniciados
Pero si el Everest es un circo, cada cordillera tiene el suyo. Muchas de nuestras monta?as de referencia en Europa tambi¨¦n sufren de masificaci¨®n. Y existe todo un negocio alrededor de estas cimas faro del que participan los gu¨ªas de monta?a, los refugios, o los comercios y dem¨¢s establecimientos locales. El pasado verano la can¨ªcula oblig¨® a cerrar las rutas m¨¢s frecuentadas de acceso al Mont Blanc y al Cervino. Sin la cohesi¨®n de la nieve y el hielo, derretidos, los desprendimientos constantes obligaron a las autoridades a cerrar el grifo de las ascensiones. No se recuerda desde cu¨¢ndo no ocurr¨ªa algo semejante. Las mismas colas que se dan en las laderas del Everest se dan en las del Mont Blanc, del Cervino, del Monte Rosa, del Elbrus y, tambi¨¦n en el Aneto o en el Monte Perdido.
En ¨¦poca estival, resulta complicad¨ªsimo asegurarse un sitio en el refugio de turno donde pernoctar, y sin ¨¦ste, no hay margen para pensar en la cima puesto que al estar en Parques Nacionales protegidos se ha generalizado la prohibici¨®n de la acampada libre. ¡°Dentro de poco, s¨®lo los ricos podr¨¢n pensar en pisar las monta?as de referencia¡±, observa R¨¦mi, un gu¨ªa franc¨¦s, poco despu¨¦s de conocer que dormir en el refugio de Hornli, bajo el Matterhorn, cuesta 150 euros. Las autoridades aseguran que al prohibir la acampada libre en las inmediaciones de los refugios logran controlar el flujo de monta?eros y reducir su impacto en la monta?a: cierto es que en los aleda?os de muchos refugios don aut¨¦nticos estercoleros cuya existencia permite dudar de los valores de ciertos monta?eros. Los m¨¢s cr¨ªticos se?alan, sin embargo, que ¨¦sta medida es la ¨²nica que garantiza que todos "pasen por caja".
Subyace una realidad: la monta?a est¨¢ de moda como un objeto m¨¢s de consumo que atrae a cantidades enormes de reci¨¦n iniciados a la caza de una cumbre de renombre. A su lado, quedan, afortunadamente, cantidades ingentes de monta?as sin atascos. Pero muy pocos parecen conocerlas, quiz¨¢ porque la cultura de monta?a tarda un tiempo en asentarse en el esp¨ªritu de los que aspiran realmente a frecuentarlas.
Oscar Gogorza es gu¨ªa de alta monta?a UIAGM y director de cuerdacorta.com
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