El Joventut de nuestras vidas
Todos nos dejamos un trozo de juventud enganchada a La Penya, de una forma dram¨¢tica y feliz
Era 1994 y no sab¨ªamos si ser¨ªamos desgraciados o felices cuando la final se adentr¨® en el ¨²ltimo minuto de partido. En baloncesto, ese es un trayecto hostil que se recorre sin ox¨ªgeno, con la respiraci¨®n prestada. El pabell¨®n Yad Eliyahu de Tel Aviv tiritaba igual que el hormig¨®n reci¨¦n hecho, y por televisi¨®n las gradas ofrec¨ªan un color nost¨¢lgico que recordaba a la Polaroid. Bajo un caos bell¨ªsimo, el Olympiakos de Paspalj y Fasoulas mandaba por un punto: 57-56. La posesi¨®n era del Joventut y Ferr¨¢n Mart¨ªnez lanz¨® un triple y un gancho que el aro obvi¨® con indiferencia. Faltaban 23 segundos y Mike Smith penetr¨® a canasta en busca de alguna gloria. Pero all¨ª abajo reinaba la oscuridad. Mal debi¨® de verlo, pues dobl¨® el bal¨®n a Rafa Jofresa, que lo tom¨®, y como si fuese un sobre certificado que el cartero hab¨ªa dejado por error en el buz¨®n, busc¨® r¨¢pidamente a Corny Thompson. En ese instante Thompson era un jugador que deambulaba lejos de la zona, intentando quitarse su fama de p¨ªvot, y se jug¨® el triple. Chof. 57-59.
En los segundos que restaban, equivalentes a media vida, el fantasma de la final del 92 ¡ªcuando una canasta n¨¢ufraga de Djordjevic nos arrebat¨® el t¨ªtulo¡ª recorri¨® el banquillo del Joventut y los sof¨¢s de nuestras casas. De hecho, hubo tiempo para que Olympiakos todav¨ªa fallase dos tiros libres y triple. Pero ¡°de una forma dram¨¢tica, que no se olvidar¨¢ nunca, el Joventut entr¨® en la historia del baloncesto europeo¡±, zanj¨® Robert ?lvarez su cr¨®nica en EL PA?S.
Desde entonces han pasado tantos a?os y se han sucedido tantos ¨¦xitos que La Penya y su modelo de cantera penden de un hilo. ?Qui¨¦n pod¨ªa vaticinar que de los aciertos a veces se derivan cat¨¢strofes? En 2012 el club sali¨® ag¨®nicamente de un concurso de acreedores por una deuda de 14 de millones, y aun despu¨¦s la Agencia Tributaria lo embarg¨® por el impago de 756.460 euros. Este a?o ha tenido que renunciar a competir en la Eurocopa. Su presupuesto es de cuatro millones, la mitad que hace cuatro a?os, y pese a ello dedica uno a cultivar las categor¨ªas inferiores, de donde han salido decenas de jugadores¡ que han sido los mejores en otros clubes. Da que pensar, aunque no lo hagamos.
Todos nos dejamos un trozo de juventud enganchada en La Penya, de aquella forma dram¨¢tica y feliz que se te enredaba la camiseta en el vano de una ventana, y que al presentarte en casa tu madre recib¨ªa con un ¡°Yo te mato¡±. Cuando tuvimos uso de raz¨®n, si eso lleg¨® a suceder, varias generaciones quisimos ser Matraco Margall y poseer su t¨¦cnica de tiro; m¨¢s tarde aspiramos a entrar a canasta de la forma que lo hac¨ªa Villacampa, en tromba pero con delicadeza, como si le llevase la cena a la cama a su abuelita, e incluso subir el bal¨®n con la clase de Montero. Quiz¨¢ sea hora de hacer algo con el modelo de baloncesto para no confundirlo con el f¨²tbol, y que este deporte no se reduzca a otra cuesti¨®n de ricos y pobres.
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